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Es imposible pero deben intentarlo

Suso de Toro

Me reitero en que habrá segunda vuelta, las pasadas elecciones no dieron respuesta a la pregunta, “¿cuál gobierno?”. Con ese resultado electoral no hay quien arme un gobierno, sin embargo, a parte que es necesaria una votación para que puedan ser convocadas nuevas elecciones, la obligación ética y profesional de los políticos es intentarlo con pundonor.

El encargo del rey a Pedro Sánchez es una situación nueva y un nuevo escenario para la lucha de partidos. El más beneficiado sin duda es Sánchez, doblemente favorecido porque, de un lado, obliga a esas figuras un tanto perversas de su partido, los “barones” y “baronesas”, a que cesen en sus críticas internas y, de otro lado, es quien tiene la iniciativa política en una situación que parecía bloqueada.

De entrada, el electorado percibe que es el partido y la figura con más capacidad para desbloquear la situación y, tenga éxito finalmente o no, podrá demostrar que tiene voluntad de crear un gobierno dialogando y pactando.

En el extremo opuesto, en una esquina, está Mariano Rajoy y el PP. Recogen los frutos de su modo de entender la política como imposición, división y destrucción. Es imposible resumir el daño social, político y moral y las consecuencias de la política de Rajoy, su figura inevitablemente pasará a la memoria colectiva con trazos terribles.

La situación del PP es pésima, seguirán siendo noticia por la corrupción, son y seguirán siendo en los próximos meses el partido de la corrupción. Además, el tapón que resulta Rajoy, que tendrá que seguir al frente durante el proceso de negociaciones, hará que salten las contradicciones internas. Serán semanas y meses en que el partido continuará pudriéndose delante de la sociedad.

De entrada también Pablo Iglesias y Podemos están descolocados, es un escenario que parece que no habían previsto. Desde el siguiente día a la votación intentaron debilitar la figura de Sánchez, cuestionando su autoridad en el partido, para agudizar la contradicción en el PSOE. Su actuación tras la visita al Rey fue algo que será recordada y marcará su posición en esta ocasión. De hecho, el PSOE por un lado y ahora Sánchez por el suyo les han ido devolviendo las atenciones, primero con la colocación en los escaños del Congreso y ahora dejándolo para el final en las conversaciones.

A Podemos le interesaban unas nuevas elecciones de modo inmediato, se habían programado psicológicamente para quedar por delante del PSOE y la perspectiva de entrar como segundos en un gobierno de Sánchez les causa desazón. Sentían que eran dueños morales de esta ocasión, “el cambio y la voz de la gente”. Por otro lado, el paso del tiempo juega en su contra, día a día pierden un impulso que solo pueden intentar conservar con golpes de efecto que cada vez tienen menos asentimiento social. A día de hoy, no está claro como se podrán presentar a unas nuevas elecciones, si con Ada Colau dentro o fuera, y el proceso deliberativo sobre las condiciones para entrar o no en un gobierno de Sánchez lógicamente va a abrir debates internos que entran en contradicción con la política de su dirección de decisiones inesperadas, centralizadas y siempre veloces.

Su principal problema es que aceptar ser segundos de Sánchez, renunciar a sobrepasar al PSOE, cuestiona el proyecto mismo del partido pero buena parte de la sociedad desea fuertemente un cambio político, un gobierno distinto al del PP, y si Podemos no lo facilita se situará como lo contrario de lo que quiere ser, un partido antipático para ese electorado. Un problema difícil de resolver.

Ciudadanos todavía puede tener su oportunidad de aparecer como una opción legítima y con posibilidades para ese electorado de derechas. Depende de su capacidad para participar en negociaciones y, también, de que el PP se mantenga en su situación de partido apestado, inútil para pactos y formar gobiernos, podrido y emitiendo agrios mensajes de desesperación.

Efectivamente, guste o no a los buenos deseos del electorado progresista, creo que Sánchez no podrá formar gobierno, la realidad es que, aunque los medios madrileños lo olviden interesadamente, Catalunya seguirá existiendo políticamente. Los partidos catalanes que se han posicionado por la independencia, a diferencia de ocasiones anteriores, esta vez no van a apoyar ningún gobierno que no ofrezca alguna salida a su proceso de soberanía. Un gobierno nuevo tras unas nuevas elecciones puede ofrecer un diálogo con alguna oferta concreta, pero el que se intente ahora sobre estas bases tan frágiles no podrá ofrecer más que buenas palabras.

Sin embargo, si Sánchez es capaz de mantener la decisión que ha ido emergiendo dentro de él estas semanas tendrá oportunidad de avanzar electoralmente en unas nuevas elecciones y formar luego su gobierno. Lógicamente, ése es el temor tanto del PP como de Podemos.

Otra cosa es el papel que tienen y tendrán en una crisis de estado como ésta los medios de comunicación de la corte. Con Zapatero ya demostraron su poder de estigmatización y destrucción, igual que en la dialéctica con Catalunya, como demostraron también su unanimidad alrededor de Rajoy, y ahora demuestran su poder destructor nuevamente. Fueron un problema de la democracia española que causó y causa nuevos problemas y seguirán ahí.

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