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I need a hero: épica política en campaña

Vídeo PP

Imma Aguilar Nàcher

Más que asombro lo que ha provocado el vídeo del PP sobre la recuperación de España, ese en que los médicos devuelven a la vida a un enfermo traspasando la frontera de la vida, en una dudosa metáfora sobre la “recuperación de España”. En esta ocasión, la épica se refocila con la ética. Ahora más que nunca necesitamos héroes, pero mucho más que épica, necesitamos ética. Veremos qué dicen los (e)lectores.

El héroe recorre kilómetros, sortea decenas de calamidades, salva lo insalvable y salta por encima de lo imposible. Construir su relato homérico es relativamente fácil para un buen “historietista”, pero lo difícil es convencer a los (e)lectores de que ese, y no otro, es su héroe. O su heroína.

En el panorama político español no se han prodigado en exceso este tipo de relatos épicos. Uno de los ejemplos paradigmáticos es el de Ada Colau. Ella es una heroína por su recorrido de superación y de lucha por los más débiles, una especie de Robin Hood que carga contra los ricos (los bancos) en defensa de los pobres (afectados por la hipoteca). Su oposición política trata de buscar hechos que desdigan su heroicidad, mediante acusaciones de juego sucio.

Esta semana hemos visto colgada en su sede de Madrid, la inmensa lona de 4’5 por 8 metros con la imagen del candidato del PSOE a la presidencia del gobierno.

En tiempos de crisis, lo que se busca son héroes salvadores. Dicen los más viejos de la comunicación política que el electorado siempre elige como presidente del gobierno a aquel que se considera el yerno perfecto para el momento en que se está viviendo. Sólo así si explica que alguien con la desdibujada personalidad de Rajoy puede ser ese yerno perfecto, un hombre de orden en un momento de caos político y económico.

¿Cómo encajaría Albert Rivera en este esquema épico de expectativas y aspiraciones? Si yo tuviera que construir su relato de héroe recurriría a sus orígenes, a su resistencia en tiempos sin apoyos, a su capacidad de gran navegante para aprovechar los vientos a favor. El hombre solo que todo lo puede.

No es verdad que la gente no quiera un superlíder, no creo en absoluto que –si atendemos a las encuestas- se busque representantes políticos “normalitos”, como nosotros: sencillos, accesibles y cercanos. En todo caso, buscamos maravillosos hombres /mujeres normales, o sencillos hombres/mujeres especiales. Mi opinión es que se buscan hiperliderazgos. Candidatos especiales con los que los votantes actúan de modo aspiracional (a los que quieren parecerse) o líderes sobrenormales en los que depositar nuestra confianza y dejar en sus manos la solución a nuestros problemas. Y más, en estos tiempos.

Los relatos de este viaje del héroe se fundamentan en sus orígenes humildes, su capacidad de lucha contra la adversidad, éxitos compartidos que son de todos. Este viaje culmina en una gran movilización, casi mesiánica, de grandiosidad icónica. Artur Mas y su proyecto compartido de independencia es el mejor de los ejemplos.

A lo largo de los últimos cuatro años se han creado las bases para una masiva movilización sostenida en el tiempo, un clima de identidad compartida y la sensación de participar en un cambio inédito. En este caso, el héroe tiene trazas de mesías, de salvador capaz de sacrificar su protagonismo y cederlo al grupo (Junts pel Sí) y de pasar a ser mártir, gracias a su imputación por convocar una consulta y tener que comparecer el día que se cumple el 75 aniversario del fusilamiento de uno de los héroes catalanes : Lluís Companys. Se inicia en ese punto el particular martirologio del president en funciones Artur Mas, que se ganaría así el apoyo incluso de sus rivales, a los que necesita. En el relato del héroe nunca debe faltar un enemigo voraz y poderoso (el estado español), inflexible y dispuesto a dar la batalla por la vida o la muerte. Catalunya y España son el protagonista y el antagonista según la teoría estructural del Roland Barthes. El héroe no es nadie sin el antihéroe.

Estamos más acostumbrados a ver la épica política en otros sistemas electorales, como el estadounidense, donde un héroe de guerra tiene ganado un espacio en la vida política a cambio de su aportación a la patria. McCain se presentó a las presidenciales por el partido republicano con su título de héroe de guerra, por ejemplo. Aunque lejos de este relato de sacrificio por la patria, el partido socialista ha incorporado en sus listas a una mujer militar, Zaida Cantera, que ejerce en la oferta electoral socialista de heroína, sobre todo ciudadano-mediática, por haberse enfrentado a “la casta militar omnipotente”.

Por el contrario, se rechaza todo atisbo de debilidad, asociado a atributos negativos para un dirigente político. Nos cuesta todavía hoy, asumir el embarazo en la primera línea de la política, cuando podría ser perfectamente percibido como un hecho heroico. Lo mismo que la enfermedad de los políticos que, sin embargo, se oculta o se diluye; igual que cuesta asumir la discapacidad en un candidato, aunque Roosevelt se desenvolvía en una silla de ruedas.

No salimos del arte de la guerra, o si lo prefieren de “Juego de Tronos”. Se percibe en el lenguaje de las campañas electorales y las actitudes de los líderes, la mayoría hombres y, en general, perfiles masculinizados sean hombres o mujeres. Se palpa en la búsqueda de lo grandioso y la heroicidad en lo público.

Frente a este poderoso escenario de guerra, reivindico el juego de la estrategia, la inteligencia, la colaboración, la inclusión, el diálogo… Buscaría lo pequeño, lo breve, lo efímero, la causa frente a la cruzada, el gesto frente al aspaviento. Reivindico, en definitiva, la micropolítica.

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