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Más sindicalismo para luchar contra la desigualdad

Economistas Sin Fronteras

Paco Cervera —

El presidente del Gobierno ha confirmado, de una forma poco habitual, la próxima fecha de las elecciones generales que se celebrarán el 20 de diciembre. Supongo que en esta campaña la desigualdad ocupará un lugar importante del debate, en tanto en cuanto, su evolución en el estado español ha sido suficientemente negativa.

Detrás de una explicación ante el aumento de las desigualdades (de ingresos, son las que se van a tratar) en nuestro país se encuentran, sin lugar a dudas, las medidas de carácter restrictivo aplicadas por el Gobierno e impuestas desde Europa. Aunque esta razón, si importante, no es única. Si bien podemos afirmar que algunas de las desigualdades han venido como consecuencia de los diferentes cambios estructurales que han ido perfilando al sistema productivo español (pueden leer a Albert Recio). Por ejemplo, en un primer momento de deslocalización empresarial se externalizaron las actividades de menores requerimientos de cualificación. Consecuencia de ello, las desigualdades entre los trabajadores cualificados y no-cualificados aumentaron. La forma en que se ha producido la Globalización ha ayudado a que estas desigualdades se amplifiquen, al menos, dentro de cada país. Si bien es cierto que tanto la magnitud como la rapidez en que las desigualdades han afectado a cada uno de los países (de ingreso alto) han sido diferentes, esto requiere de una explicación aclaratoria para entender estas diferencias.

Varios autoresi han señalado a la decreciente importancia del sindicalismo como una fuente de desigualdad de ingresos aunque también organismos internacionales han mostrado cierto interés y han destacado a esta causa efectos sobre el aumento de la desigualdad en los países de ingresos altos (lean este artículo en Finanzas y Desarrollo, Marzo 2015). La forma en que se ha ido minando el poder sindical en estos países la dividiría en cinco grupos:

Ataques directos. Son los que, sin ningún disimulo, van a cercenar el poder sindical. Ejemplos de este tipo encontramos los famosos casos, celebrados como hitos por los TINAsii, de Ronald Reagan contra el sindicato de controladores aéreos de agosto de 1981 y la batalla de Margaret Thatcher contra los sindicatos mineros. En el caso español podemos destacar, por su efecto sobre el poder negociador sindical, la Reforma Laboral del 2012.

El propio lenguaje neoliberal ha eliminado de nuestro uso cotidiano el concepto de “clase trabajadora”. Ahora existe la manida clase media, tan perjudicada por la crisis. Si desaparece la razón de ser de los sindicatos, ¿qué sentido tiene su existencia? En mi opinión, el efecto sobre el sindicalismo es igual de importante, o más, que los ataques directos.

Medios de comunicación. Actúan de amplificadores moldeando, como gotas de agua, el pensamiento de la sociedad. Los piquetes han pasado a ser los “malos” de las huelgas. El derecho a trabajar en un día de huelga está por encima del derecho de huelga. La perversión que del lenguaje hacen los medios ha permitido instaurar estos pensamientos en el ideal del español medio. Sirvan de ejemplo estas portadas (1, 2, 3) y a modo de contrapunto, lean este artículo de Ignacio Escolar en este medio y esta entrada en su blog.

Fuego amigo, es decir, el que dispara quien se le presupone otra actitud. Son los que provienen de otras formas de ver el sindicalismo que para desprestigiar a los “grandes” caen a veces en el error de desprestigiar la labor sindical. También, los representantes de la “nueva política” han venido a llamar casta a estas organizaciones.

Los propios sindicatos. En ya demasiadas ocasiones han caído rendidos ante el poder imitando ciertos comportamientos que han acabado perjudicando a las propias organizaciones sindicales. Serían ejemplos el Caso Bankia, las Tarjetas Black y la Trama de los EREs.

Tenemos que ser conscientes que en España alrededor de dieciocho millones de personas obtienen de su salario la principal fuente de renta. Esto supone que si queremos evitar que la desigualdad en ingresos continúe por su senda expansiva tendremos que tomar medidas que permitan un aumento del salario de la clase trabajadora. Las medidas que se podrían adoptar son bastante obvias:

Revocar la(s) reforma(s) laboral(es) más actual(es), para que los sindicatos recuperen poder negociador en la negociación colectiva.

Aumentar el salario mínimo interprofesional, fijando uno para toda la unión europea.

Recuperar los derechos de los empleados públicos, pues actúan como espejo para los trabajadores del sector privado.

Seguramente algunos de los argumentos en contra para aprobar estas medidas serán los que se basen en el aumento de costes laborales y en consecuencia, de la pérdida de competitividad de las empresas sitas en nuestro país, y algunos esgrimirán los efectos que sobre la inflación podrían producirse. En relación al segundo argumento, poco que decir, pues sería conveniente que se produjera este efecto inflacionario, pues permitiría aligerar el peso de la deuda y nos alejaríamos de la temida deflación. En cuanto al primero, habría que cambiar el foco desde la oferta de factor trabajo, los trabajadores, a la demanda, los empresarios. Desde los ochenta estamos soportando reformas laborales que se centran en el trabajador como sufridor principal de las mismas. En EE.UU. tras la Gran Depresión se reforzaron los derechos sindicales para que se recuperara la demanda agregada, muy diezmada por aquel entones. La idea que subyacía era la de que si aumentaban los costes laborales, los empresarios tendrían que buscar otras fuentes de competitividad, como la innovación, para mantener su tasa de beneficios. Todos somos conscientes que la época en la que el Capitalismo ha lanzado al mercado más inventos fue en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Por lo que a modo de conclusión lanzo esta idea:

Va siendo hora que nos planteemos una reforma empresarial profunda.

i Stiglitz en “El precio de la desigualdad”. Piketty en “Capital in the XXI century” y Atkinson en “Inequality”.

ii De “There’s not alternative”, no hay alternativa a este modelo neoliberal según sus defensores. Visto en “Entre el fragor y el desconcierto” de Gabino Izquierdo.

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