Todas las violencias de las que Mariama y su hija de siete años escaparon dentro de un cayuco: ''Prefería morir en el agua''
El mismo día que su cayuco tocó tierra firme en El Hierro, Fatou* (nombre ficticio) cumplía siete años. Viajaba junto a su madre, Mariama*, que ese 24 de enero de 2025 quiso regalarle la libertad. En Guinea Conakry, su país de origen, su familia intentó someter a la niña a la mutilación genital femenina. El 95% de las mujeres del país ha sufrido este tipo de violencia a pesar de estar prohibida por la ley, entre ellas Mariama, que fue mutilada dos veces. “En el agua está la muerte, pero prefería morir en el agua a morir en manos de quienes me trajeron a este mundo, quienes me hirieron”, cuenta la superviviente en una entrevista concedida a Canarias Ahora.
Mariama, criada en una familia tradicional, ha crecido desafiando los roles de género y, en consecuencia, soportando el señalamiento de su comunidad y de sus familiares. Desde su infancia hasta que llegó a El Hierro vivió una vida llena de humillaciones, golpes, insultos y abusos, todos ellos atravesados por el machismo. “Solo cuando llegué pude sentirme yo misma, sin ser juzgada ni rechazada”, afirma.
Todo empezó cuando murió su padre. “Yo era la mayor de tres hermanas y tenía que hacer algo para ayudarlas a ellas y a mi madre”, cuenta. Cuando aún era menor de edad, dejó la escuela y se marchó a Conakry, la capital. Allí la esperaba su tío, que la animó a desplazarse para aprender costura. Lo que vivió fue diferente a lo que le había prometido. Él abusaba sexualmente de ella a diario y la amenazaba diciendo que, si hablaba, ''no aprendería ningún oficio y su madre y sus hermanas morirían de hambre en el pueblo''.
“Me prometí que si me volvía a hacer algo, haría lo que fuera”, recuerda. Un día decidió pedir ayuda a un policía al que consideraba su “hermano mayor”. “Le dije lo que mi tío me hacía todos los días. Le dije que no quería volver al pueblo, sino quedarme para hacer el oficio. Estaba segura de que si él hablaba con mi tío, eso sería bueno para mí, pero no”, añade. Después de hablar con su tío, el policía le dio la espalda. “Me dijo que no era una buena chica, que quería alimentarme de la comida de mi tío pero sin obedecerlo. Entonces, mi tío me echó de la casa. Cogí mis cosas y me fui”, cuenta.
Mientras tanto, su madre había contraído matrimonio con un hermano de su padre, quien obligó a Mariama a casarse con el hijo de un conocido. “Él tampoco quería casarse conmigo, pero su padre lo quería así, así que nos casamos”, cuenta. Cuando el padre de él murió, se divorciaron. Un tiempo después, Mariama conoció a otro hombre en la capital. “Me dijo ”quiero casarme contigo, conocerte, que te conviertas en quien quieres ser, que aprendas a leer, que sepas usar un ordenador, que aprendas a conducir. Serás una mujer independiente“, cuenta Mariama. Con él tuvo a Fatou. Sin embargo, después supo que él ya mantenía una relación con otra mujer.
Cuando su familia se enteró de que había tenido una hija fuera del matrimonio, fueron a buscarla, la tomaron por la fuerza y la obligaron a regresar al pueblo. “Me insultaron, lloraban, y me metieron en un cuarto con mi bebé mientras los demás se reunían en otra habitación”, recuerda. La decisión de su familia fue entregarla a un Marabout, una figura importante dentro de la religión musulmana a quien se considera un líder y un guía espiritual. Para ellos, Mariama estaba “maldita”. El Marabout tenía ya varias mujeres, pero una de ellas había muerto recientemente y “necesitaba a otra mujer”. “Me negué y mi tío me pegó”, explica.
Deseo que las mujeres no tengan que arrepentirse de haber nacido y que puedan tener una vida mejor
“No dije nada, pero allí la cosa fue horrible. Era un hombre sucio, con solo acercarme me daban ganas de vomitar”, confiesa. El Marabout la acosaba constantemente diciendo que su hija era una bastarda. Cuando Mariama hacía algo que a él no le gustaba, llamaba a su familia para que la golpearan o la insultaran. “Él sabía que lo que más me dolía era que lastimara a mi hija, por eso la insultaba y la llamaba ”hija de la calle“, lamenta.
Como Fatou había nacido fuera de un matrimonio, la familia de Mariama decidió que eran ellos y el Marabout los que podían tomar decisiones sobre ella. Así, decidieron que la niña tenía que separarse de su madre y desplazarse a otra región a aprender el Corán. “Yo tenía claro que para eso tendrían que pasar por encima de mí”, asevera.
Huir para sobrevivir
Para proteger a su hija y también a ella misma, Mariama se vio obligada a cruzar fronteras. En dos ocasiones viajó a Mauritania, donde la realidad que le esperaba no era mucho mejor, pero desde allí logró salir en un cayuco hacia Europa. Llegó por primera vez a la capital, Nouackhott, en 2021. “Es muy difícil estar allí si no tienes papeles, incluso en una ocasión intentaron quitarme a mi hija diciendo que no era mía”, cuenta. Mariama sentía terror hacia las autoridades mauritanas: “Allí no tienen en cuenta que tú también eres un ser humano, que respiras, que tienes sangre dentro de tu cuerpo. Solo piensan que los árabes son los mejores”.
Mariama detalla que los agentes mauritanos, en cuanto escuchan hablar francés, “se enfadan contigo”. “Te insultan gravemente. Te humillan. Te dicen ”¿qué haces aquí?“, porque es un país islámico donde solo se debe hablar árabe, a pesar de que yo también soy musulmana”, detalla. “Te arrestan, te meten en prisión y te olvidan, sin importar si tienes razón o no, porque eres extranjera y no te consideran humana”, apostilla. En Mauritania también sufrió una violación por parte de dos hombres que no conocía y que la amenazaron con matarla si hablaba.
En una de sus partidas para ganar algo de dinero, una mujer conocida le quitó a su hija para castigarla por ser “una bastarda” y practicarle la mutilación genital. Durante un mes, Mariama no pudo ver a su niña, hasta que logró recuperarla. Cuando volvía a Guinea, utilizaba un velo y se cambiaba de nombre para que nadie la reconociera y la devolviera al infierno. Las dos emprendieron juntas el viaje hacia Europa en una embarcación precaria junto a 91 personas más. Fatou era la única niña. “Durante mucho tiempo lloré, recordando que fueron mi propio país y mi familia quienes me obligaron a salir”, lamenta.
En el agua está la muerte, pero prefería morir en el agua a morir en manos de quienes me trajeron a este mundo, quienes me hirieron
Desde El Hierro fue derivada a Gran Canaria, donde recibió asistencia psicológica por parte de una asociación. ''Ellas me escucharon y no me juzgaron. Me tranquilizaron y me dijeron que aquí en España nadie podría hacerme daño'', agradece Mariama. Ahora vive en la Península, ha solicitado protección internacional y entre sus objetivos no solo está trabajar, sino también servir de apoyo a todas las mujeres que hayan pasado por lo mismo que ella: ''Deseo que las mujeres no tengan que arrepentirse de haber nacido y que puedan tener una vida mejor''.
Para ella, muchas mujeres en Guinea no son educadas para expresar sus voces ni para crecer académicamente. ''Las mujeres se casan a una edad baja, su vida está completamente controlada por sus maridos y yo no quiero que mi hija sea una esclava. Las mujeres son consideradas nada, cero, se espera que permanezcan sin voz. Así siempre nos vamos a quedar atrás'', insiste.
''Si yo puedo ayudar a otras mujeres, estoy a su entera disposición. Juntas podemos hacer mucho. Muchas mujeres mueren, enferman y pierden la esperanza. Día y noche pienso en cómo estarán las personas que dejé atrás, pero ahora no puedo hacer nada más que contar mi historia'', termina.
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