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Díaz Ferrán tic tac

DK

Podemos relacionar a Don Draper, el personaje que interpreta el actor John Hamm en Mad Men, con el empresario Gerardo Díaz Ferrán en un punto: Don Draper, para ascender socialmente y triunfar, se inventó un pasado; Díaz Ferrán se ha construido un presente.

Don Draper, en la ficción de la serie, es un publicista que estando en el frente de la guerra de Corea aprovechó la muerte de un soldado amigo para hurtarle la identidad y así poder comenzar, a su regreso, una nueva vida.

Según la Wikipedia, Díaz Ferrán, algo menor que el protagonista de Mad Men, nació también en el seno de una modesta familia (a los doce años era el cobrador del autobús que su padre conducía) y consiguió acumular un abanico de empresas. Mientras se mostraba en público y daba lecciones a los emprendedores y diatribas a sindicalistas, socialistas, progresistas, izquierdistas y público en general, ocultaba su verdadera identidad: la que ha puesto el juez al descubierto en estos días.

El personaje Don Draper está inspirado en la figura de David Ogilvy, llamado ‘el rey de Madison Avenue’, la avenida neoyorkina que alberga a las más grandes agencias de publicidad del mundo y con cuyo nombre juega el de la serie Mad Men (hombres locos), que es como en la jerga mediática se llama en Estados Unidos a los integrantes de ese sector de la comunicación. Cuando Díaz Ferrán aún expendía billetes en el autobús de su padre, David Ogilvy alcanzaba la gloria con uno de los anuncios más famosos de la historia de la publicidad. Era para la marca de coches Rolls-Royce y su titular decía: “A 100 km por hora el único ruido que usted escuchará es el del tic tac del reloj eléctrico”.

Díaz Ferrán tenía un Rolls-Royce. O dicho de otra manera: Díaz Ferrán se movía en un Rolls-Royce pero que no era el del Díaz Ferrán virtual, sino del otro, el que no era presidente de la patronal, sino su testaferro. Nos enteramos cuando el juez pidió el embargo y Díaz Ferrán dijo que no era suyo, sino del otro. Ahora parece que el otro y Díaz Ferrán son el mismo. Es borgiano.

De cualquier manera, los dos Díaz Ferrán están ahora en una celda. A saber qué escuchan. Lo más probable es que también a la velocidad que cruzan la realidad sólo oigan el tic tac pero no el del reloj de la cárcel. Otro tic tac.

La camorra napolitana cuando amenaza a alguien suele pintar en la paredes del barrio de la víctima su nombre y las palabras “tic tac”. Díaz Ferrán debe de pensar que todo lo que le ocurre es por la confabulación de las mafias judiciales, políticas o empresariales. Ese es el tic tac que escucha.

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