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El oficio de Caballero Bonald

Juan Manuel Gil

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Que la hojarasca de la renuncia del Papa no les impida discernir lo importante. Porque lo importante acostumbra a ser algo más sencillo que todo eso. Lo que importa es, por ejemplo, esto: José Manuel Caballero Bonald, que en unos meses recibirá el Premio Cervantes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, ha comenzado a deshojar su última obra literaria, Oficio de lector.

El volumen, publicado por Seix Barral, aglutina textos en los que el autor reflexiona sobre libros que ha leído durante los últimos cincuenta años. De esta manera, el poeta andaluz traza un íntimo canon, un inventario de aquellos autores que han influido tanto en su vida como en su literatura. Prólogos, reseñas y conferencias -algunas inéditas- constituyen la masa muscular de Oficio de lector, con una especial atención a la literatura trasatlántica. “Siempre me he sentido muy unido a la tradición literaria iberoamericana. A partir de la generación de Carpentier, Borges y Lezama Lima, el idioma alcanzó una dimensión que no tenía la literatura española de los años sesenta, en decadencia y un poco anémica. Y todos estos autores inyectaron una nueva vitalidad. Esos novelistas han mantenido una lengua muy viva. El español medio usa cuatrocientas palabras, y eso es un despilfarro por no conocer bien este idioma tan espléndido”, ha afirmado el escritor en una reciente rueda de prensa.

La publicación de este nuevo libro ha coincidido con la preparación del discurso que leerá en la entrega del Premio Cervantes. Asegura que no se siente muy cómodo con la solemnidad y el protocolo de este tipo de ceremonias. Todo lo contrario que escribiendo sobre Cervantes, San Juan de la Cruz, Góngora, Dostoievski, Kafka, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Octavio Paz, García Márquez o Juan Rulfo, por citar el nombre de algunos de los autores que tienen su hueco en este último libro.

Su serena lectura permite dibujar la evolución de este poeta, novelista y ensayista; cómo su opinión ha ido modificándose con el lento e inevitable paso del tiempo. “Hay escritores que te gustaron mucho en un momento determinado o que han dejado de gustarte o te gustan menos. (…) Acabaré quedándome con media docena de clásicos. Aparte de Cervantes, que es el padre y maestro de todos, hay un eje del que me siento muy próximo. El que va desde Góngora a Juan Ramón Jiménez, y llega luego hasta Cernuda, Lorca y Valente. Por ahí anda mi predilección”.

Los autores que con más fuerza entraron a formar parte de su experiencia lectora y escritora han sido aquellos que practicaron “la desobediencia e insumisión”. Estemos atentos al discurso que leerá el veintitrés de abril. Ojalá se adentre en esas tierras.

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