No hay cifras exactas del número de niños y niñas soldado, pero 535 millones –casi uno de cada cuatro– viven en países afectados por conflictos o desastres. Viven en condiciones de inseguridad y violencia, que, unidas a la pobreza, el desplazamiento o la falta de oportunidades educativas y laborales, son algunas de las causas de formar parte de los grupos armados. Viven en un mundo donde estar en estos grupos es la diferencia entre tener, o no, comida y protección. Muchos otros son directamente reclutados a la fuerza.
La existencia de niños y niñas soldado es una violación grave de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Colombia es uno de esos casi 20 países en los que esta práctica tiene lugar. En el informe de Amnistía Internacional 2015/2016 sobre la situación de los derechos humanos, se señala que los grupos guerrilleros y los paramilitares seguían reclutando a niños y niñas como combatientes. Según UNICEF, desde 1999 a 2015, cerca de 6.000 niños y niñas colombianos se escaparon de los grupos armados o fueron liberados por los militares. En los últimos cinco años la edad media de reclutamiento de menores de edad en Colombia ha sido de 14,1 años para los niños y de 13,4 para las niñas.
El punto 3 del Acuerdo de Paz señala que los niños y niñas que salgan de los campamentos de las FARC serán objeto de medidas de especial atención y protección. El Gobierno y las FARC también firmaron en mayo de 2016 un acuerdo que establecía el proceso de salida de los menores de 15 años del grupo armado. Sin embargo, hasta el momento, pocos han sido entregados.
Además, el reclutamiento de niños y niñas ha sido uno de los motivos principales de desplazamiento interno –que en febrero de 2016 afectaba a 6,9 millones de personas en Colombia–, ya que muchas familias han huido de las áreas rurales para proteger a sus hijos e hijas de ser forzados o atraídos a sumarse a los grupos armados.
Estos niños y niñas son solo una parte de los que han sido afectados por el conflicto, pero debido a que, además de ser víctimas, y que pueden haber ejercido violencia, sufren numerosas consecuencias psicológicas. Es por eso que necesitarán ayuda para reintegrarse en la sociedad tras su desmovilización.
“Tras años de vivir cosas terribles, la soledad es enorme (…). Me encontré en la calle, embarazada y con grandes carencias económicas, hasta los hospitales me dieron la espalda. Mi hijo nació con problemas en los pulmones; su padre, también desmovilizado, acabó siendo asesinado. (…). Creo que uno de los traumas más duros de mi vida fue el haberme desmovilizado. Hasta alguna vez llegué a pensar que hubiera sido mejor haberme quedado dentro del grupo armado. Por lo menos no me hubiera quedado embarazada, porque no se nos permite, nos obligan a abortar. Estaría allí yo sola y no aquí poniendo a mi familia en peligro” (Testimonio de niña ex-soldado colombiana).
Al igual que la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas establece que se adopte una perspectiva de género en la negociación y aplicación de acuerdos de paz debido a que las mujeres y los niños se ven perjudicados en mayor medida por los conflictos armados, las niñas soldado sufren abusos relacionados a cuestiones de género. Las niñas asociadas con los grupos armados son a menudo obligadas a mantener relaciones sexuales con adultos y se han documentado casos de matrimonio entre niñas y comandantes de las FARC. Además, en muchas ocasiones no son reconocidas como soldados por lo que tienen más dificultades para acceder a los programas de desarme y rehabilitación.
Amnistía Internacional ha solicitado reiteradamente a los gobiernos y a los grupos armados implicados en conflictos que pongan fin al reclutamiento y el uso de niños y niñas soldados, así como su cooperación con todas las iniciativas para desmovilizarles. Y, por supuesto, que los perpetradores de violaciones de derechos humanos sean llevados ante la justicia.