Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.
Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.
Dicen que es inevitable que las personas reaccionemos de una manera mucho más emocional a “lo de cerca ” porque te toca más… Porque sientes que esa tragedia, accidente o atentado te podría haber pasado a ti, que podrías ser tú quien estuviera en esa situación. Las imágenes con las que te martillean una y otra vez los medios de comunicación te recuerdan que es un entorno cercano, igual que el tuyo: calles destrozadas que se parecen a las tuyas, casas parecidas a las tuyas, personas que son casi casi iguales que tú, por tanto, si te pasara a ti, te gustaría poder recibir el mismo trato, la misma compasión.
Mientras las autoridades españolas presumen de documentar a personas ucranianas en 24 horas, no sienten que deban dar explicaciones de por qué otras miles de personas refugiadas procedentes de otros conflictos deben esperar meses de burocracia para obtener una primera cita. Tampoco por qué tildan de invasión el que algunos cientos de personas intenten saltar una valla, ante la imposibilidad de acudir a rutas legales y seguras para pedir protección, mientras que gastan miles de euros en blindar las fronteras.
Esta “empatía selectiva” no es algo connatural, sino construido y reforzado una y otra vez por condicionantes sociales, culturales y políticos. ¿En serio sólo somos capaces de sentir indignación o solidaridad ante lo que le pasa a quienes en ese imaginario se parecen a ti?
Si queremos un mundo más justo, si queremos realmente cambiarlo, debemos luchar contra esta construcción de “lo de cerca o lo de lejos”, que no depende de las distancias físicas sino de barreras psicológicas que se construyen y se asientan en valores tan poco solidarios como la discriminación, y consiguen anestesiarnos y ver como algo normal la negativa de los gobiernos a facilitar recursos, políticas y medidas para auxiliar a personas a las que no identificamos como pertenecientes a “nuestro grupo”, aunque incluso geográficamente estén a nuestro lado.
La rápida respuesta de la Unión Europea a la tragedia humanitaria consecuencia de la invasión de Ucrania ha puesto de relieve que otra política es posible, que cuando se quiere sí que hay capacidad, que todo es cuestión de voluntad, sobre todo política. También nos enfrenta por primera vez a la obscena realidad en la que la misma clase política que hace bandera de la defensa de valores como la solidaridad y la defensa de los derechos humanos, niega sin pudor los más mínimos derechos a otra muchas personas en la misma situación de vulnerabilidad y necesidad quizá porque considera que “no son de las nuestras”.
Solo espero que la encomiable respuesta solidaria de en Europa ante la crisis humanitaria en Ucrania sirva para remover conciencias, y que exijamos a quienes tienen el poder de hacer las cosas de manera diferente que cumplan con sus responsabilidades ante quienes se ven forzados a huir de su país, sin hacerlo depender ni de una nacionalidad concreta ni de un color de piel.
Sobre este blog
Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.
Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.
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