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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Un Observador en el laberinto de Naciones Unidas

"Sala XX", del Palacio de las Naciones por BriYYZ from Toronto, Canada  via Wikimedia Commons

Ignacio Jovtis

investigador de Amnistía Internacional España —

Ahora me doy cuenta que como estudiante nunca había entendido realmente qué es Naciones Unidas y qué son los “Mecanismos de Protección de Derechos Humanos”. No siempre sucede -y de hecho tampoco me gusta que suceda- pero en este caso reconozco que sólo pude entender el universo ONU, trabajando sobre él y en especial desde que me toca coordinar este trabajo en Amnistía Internacional España.

La “ciudad vestida de traje”, como describiría a Ginebra, alberga a este gigante que tiene miles de empleados, de Secretarías, de subsecretarías, de edificios, salas de conferencias… y como parte de este entramado se encuentran los llamados “mecanismos de protección de derechos humanos” que a su vez cuenta con miles de empleados, Secretarías, funcionarios… una institución inabarcable, que por inabarcable se vuelve abstracta, y por abstracta, lejana. Sin embargo, cuando se mira bien de cerca, uno descubre que es todo lo contrario; que estos mecanismos producen cosas concretas, con una aplicación práctica y que pueden ayudar a mejorar la situación de derechos humanos en cualquier lugar del globo, ni más ni menos.

Uno de estos mecanismos es el “Comité de Derechos Humanos”, que cuenta con 18 miembros de todo el mundo -de carne y hueso- y es el encargado de velar por el cumplimiento del Pacto de Derechos Civiles y Políticos. Como guardián del Pacto, el Comité realiza muchas actividades pero unas de las más importantes son las “sesiones sobre los Estados”. En las sesiones, el Comité examina a un Estado -cada cuatro o cinco años aproximadamente- con el fin de valorar si está cumpliendo o no con las disposiciones del Pacto. Como conclusión del proceso, el Comité emite sus “Observaciones Finales” donde dice qué hizo bien y qué hizo mal el Estado y hace públicas sus recomendaciones para mejorara la situación.

España pasó este proceso recientemente, los días 6 y 7 de julio y allí estuve yo como Observador -así se llama, aunque se hace más que observar-, representando a Amnistía Internacional.

Para mí -para nosotros- la publicación de las observaciones finales supone la conclusión de un largo trabajo en la sombra que empezó hace casi un año, cuando enviamos la primera carta al Comité pidiéndole que examinara a España sobre temas muy concretos en los que España no está cumpliendo sus obligaciones internacionales: violencia de género, reforma de la ley del aborto, Ley de Seguridad Ciudadana, Código Penal, impunidad de los crímenes cometidos durante la Guerra Civil y el Franquismo, etc. Después de la carta, se multiplicaron las actividades: reuniones con miembros del Comité, con autoridades españolas, con otras ONG, con gente de otros “mecanismos”… todo con un único objetivo: que nuestras preocupaciones se reflejen en las “Observaciones Finales” del Comité.

Y cada vez que estamos en vísperas de que algún mecanismo de derechos humanos emita sus observaciones finales tengo la misma sensación de desconcierto, ansiedad e incertidumbre de saber si todo el trabajo ha servido de algo. Si el mecanismo ha recogido o no nuestras preocupaciones.

Por estas sensaciones pasé estos días, una vez más, hasta que el 23 de julio se hicieron públicas las “Observaciones Finales” del Comité de Derechos Humanos. Qué satisfacción se siente cuando se constata que nuestras preocupaciones han sido tenidas en cuenta. El Comité pide a España que investigue los crímenes franquistas, que derogue el régimen de incomunicación y la desaparición forzada, que no lleve a cabo expulsiones en caliente de personas migrantes y que no vulnere el derecho a manifestación o libertad de expresión con leyes como la de Seguridad Ciudadana.

Te queda la sensación, primero, de lo evidente: para algo ha servido el trabajo. Pero también sirve para “humanizar” a ese gigante que es Naciones Unidas; para reconocer que los mecanismos de protección de derechos humanos son más abarcables de lo que uno diría, menos abstractos de lo que imaginaba y más cercanos de lo que creía. Quisiera que España comparta esta visión, para que considere al Comité no como una amenaza, sino como una oportunidad de mejorar la situación de los derechos humanos en el país. La pelota está en su tejado.

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