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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Siria: rendirse o morir (de hambre)

Familias sirias huyendo de Alepo © GEORGE OURFALIAN/AFP/Getty Images

Yolanda Vega

Responsable del trabajo sobre Siria en Amnistía Internacional España —

Porque lo que entonces no sabíamos es que lo que acababa de suceder en Alepo era un patrón de actuación que se ha ido repitiendo en otras ciudades con la misma cadencia, con la misma crueldad: asedio – bombardeos – negación de alimentos y medicinas – acuerdo entre las partes – evacuación.

Amnistía Internacional revela en el informe recién publicado es que fuerzas gubermentales sirias (sobre todo), aunque también grupos armados de oposición, sitiaron ciudades controladas por el adversario y habitadas en su inmensa mayoría por civiles. Durante el tiempo que duraba el asedio -meses o años- se sucedían los ataques contra civiles o bienes civiles, incluidas armas de efecto indiscriminado, como las bombas de barril, e incluso armas prohibidas internacionalmente, como las bombas de racimo.

Cuando la desesperación de la población superviviente llegaba a niveles insoportables, el gobierno sirio (a veces con el apoyo de países como Irán o Rusia) o los grupos armados de oposición proponían “acuerdos locales de reconciliación” que terminaban con el desplazamiento forzado de la inmensa mayoría de la población. Los datos demuestran que en más de una ocasión los ataques se intensificaron en los días previos al “acuerdo”.

Como si viviésemos en la Edad de Piedra

Un habitante de Daraya, barrio de Damasco sometido durante cuatro años a asedio y que sufrió una de las matanzas más infames del conflicto, utilizó esta expresión para describir las condiciones que soportaron. Se podría decir que se quedó corto si se piensa que las fuerzas gubernamentales incluso quemaron los campos circundantes para evitar que pudiesen cultivarlos. En Daraya la gente comía las hierbas que crecían en las calles.

“Había un niño que cuando lo conocí por primera vez con cinco años, en 2014, era muy listo. En el momento de irnos en (agosto) de 2016, estaba irreconocible. Era como un cuerpo muerto con los ojos abiertos... El hambre realmente pasó factura a los niños y niñas. Era lo más duro de ver, estos  pequeños tan flacos, tan débiles... Era descorazonador escuchar sus historias – una vez uno de los niños dijo que deseaba morir como su padre para así poder comer en el cielo”, contó a Amnistía Internacional un maestro que mantuvo una escuela subterránea durante todo el asedio en Daraya.

Un superviviente de Alepo relató a nuestras investigadoras la otra cara del sufrimiento: “Hacen falta meses para morir de hambre. Los ataques aéreos eran otra cosa. Podías morir por metralla en una fracción de segundo. Nadie estaba protegido contra los ataques aéreos y de artillería. Civiles, rebeldes, edificios, vehículos, puentes, árboles, huertos... todo eran objetivos”.

¿Y ahora qué?

¿Qué ha sido de los miles de personas que se vieron forzadas a desplazarse a raíz de estos “acuerdos de reconciliación”? La mayoría se encuentran en condiciones calamitosas, con acceso limitado a ayuda humanitaria y con pocas oportunidades de conseguir un empleo. Sus expectativas de regresar a sus casas son casi nulas por los daños irreparables, por el miedo a represalias o porque no disponen de los documentos que demuestran su propiedad. Y los planes de reconstrucción que está anunciando el gobierno sirio parecen alejar incluso más su derecho a volver.

Lo peor de todo es que  esto no ha acabado. Según cifras recientes de Naciones Unidas, alrededor de 500.000 personas en Siria siguen atrapadas en zonas asediadas en su inmensa mayoría por  fuerzas gubernamentales.

El gobierno sirio y los grupos armados de oposición deben poner fin a estos asedios ilegales y a los ataques directos contra civiles, así como a los ataques desproporcionados e indiscriminados. El gobierno sirio debe cesar el desplazamiento forzado de civiles y permitir a quienes tuvieron que irse regresar a sus casas.

La comunidad internacional no es ajena a todo esto. Amnistía Internacional insta a los Estados, en particular a Rusia, a Irán y a los países de la Unión Europea, a garantizar que toda asistencia financiera que proporcionen al gobierno sirio para la reconstrucción no contribuya a cometer nuevas violaciones de derechos humanos. La prioridad debe ser apoyar los programas orientados a garantizar justicia para las víctimas y sus familias.

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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

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