ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
Awela, que dice Allan Kaprow que te quiere conocer
“Buenas tardes, soy Nuria Olmo, nieta de la Luisa der Tata y de la Mercedes de la huerta”. Así dio comienzo mi defensa del trabajo de fin de máster el pasado noviembre, llevando a la academia y a la institución, a través de la creación contemporánea, relatos no hegemónicos heredados. Desde una perspectiva, por supuesto, feminista. Ante un tribunal formado sólo y únicamente por hombres. Como si no fuera ya complejo encontrar validación usando referentes femeninos reconocidos académica o históricamente, meter entre tanta cita en APA testimonios de tu abuela e intentar equipararlos en cuanto a validez y sustento teórico de un proyecto artístico tampoco es tarea fácil.
El ser “la nieta de” viene ligado a un contexto, tanto territorial como familiar, que genera diversas cuestiones sociopolíticas que buscan una respuesta o solución en su misma cotidianidad. Por esto, es desde el comadreo donde surge un sistema de apoyo y autodefensa entre las mujeres, que se nutre de la expresividad corporal, el contacto y el arte, el arte de narrar, hacer de todo una hipérbole llevándolo casi a la carnavalización del propio sujeto. Vamos, lo que viene siendo “tené age”. Pero este “age” es el mismo que delimita estereotipos y crea una exotización simplista basándose en una forma de vida que es condenada desde la otredad, negándose a reconocer los relatos de nuestra tierra.
Las inercias históricas, tras décadas de asignación ajena de la identidad andaluza, así como la consecuente y doble invisibilización de la mujer rural andaluza, no han sido más que motivos que han sumido sus tareas, quehaceres y saberes a un progresivo ostracismo. Ostracismo al que, podemos decir, está condenado todo el pueblo andaluz desde sus orígenes por el simple hecho de estar en el sur. Es una división simbólica que divide la realidad en dos reinos, donde la que está al otro lado de la línea se convierte en no existente. Cuando Soledad Castillero habla de esta teoría en Las sin tierra: rompiendo el mito de la musa andaluza afirma:
“Andalucía se encuentra al otro lado de la línea. Esto explicaría por qué nuestros acentos no están en los medios de comunicación, por qué nuestra tierra es dedicada a la producción para la exportación o por qué las mujeres andaluzas han pasado a la historia mitificadas, folclorizadas y representadas como seres sin agencia. Esto ha ido provocando una subalternidad andaluza que afecta a su población en general y a las mujeres en particular. Y a las mujeres que ocupan trabajos esenciales mucho más. Hablamos de las jornaleras, las trabajadoras migrantes, las que alimentan el mundo desde la trinchera que les deniega un espacio público. Las ausencias también hablan y es por ello por lo que toca cuestionarse por qué ellas no están en la historia que nos han contado de Andalucía, por qué ellas no están entre las musas que nos han asignado”.
Es en respuesta a esta discriminación histórica o estado de invisibilidad donde surge el empoderamiento de figuras femeninas que reivindican el valor de estos relatos y la manera de ser. Desde el siglo XX, sobre todo con la mujer posfranquista, comienzan a aparecer entre las copleras letras, actuaciones y acciones en sí que comienza a dejar de lado la imagen sumisa, aunque todavía ligada al tópico folklórico vacío de significado para espectadores externos. Haciendo apología del “mito de la mujer andaluza”, como define Castillero, esa concepción histórica que nos lleva a personajes como La Chiquita Piconera, La Malvaloca o Carmen, que construyen un imaginario en torno a la idea de mujer andaluza que asocian directamente con belleza, ociosidad, prostitución…. Es partiendo de esta base, y con la posterior aparición de la figura de las folclóricas, lo que da pie en la actualidad a la evolución y resignificación del término, derivando en un imaginario popular que gira en torno al neofolklore, y las connotaciones reivindicativas que el mismo guarda.
Busco dar voz a los relatos femeninos rurales partiendo desde casa y acercándome quizás un poco más a lo que hace Pilar Albarracín, por el hecho de trabajar en torno al arte conceptual
Figuras como La Martirio provocan un giro total en la imagen que había instaurada sobre los cánones de una coplera. Maribel crea este personaje cargado de sarcasmo y concentrando todos los tópicos posibles sobre la mujer andaluza posfranquista. La carnavalización extrema en la estética en sí y la dramatización burlesca ejerciendo en toda regla el papel de maruja, conforman un alter ego que La Martirio usó de manera resiliente para afrontar el papel de ama de casa donde, a parte de tantísimas variantes también podemos mencionar como ejemplo a Dolores Vargas y sus “macarrones caldosos”. Figuras como estas son las que respaldan y dan pie al término formulado por Mar Gallego para su proyecto de feminismo andaluz, el psicofolklore.
“Tiene por significado usar los elementos de culturas populares, cultivadas mayoritariamente por mujeres, que históricamente han sido denostados. El objetivo es darles la vuelta y usarlos como fuente y no como debilidad. Con respecto a Andalucía, en estas prácticas llevadas a cabo por mujeres pobres se incluyen su enorme capacidad comunicativa o la creatividad que ha tenido labrar para hacer frente a las diferentes situaciones de precariedad. En este devenir psicofloklórico suelo incluir también la figura de las folclóricas como elemento de juego, diversión y poderío, como forma accesible de ganarnos un personaje que haga de alter ego en nuestro día a día. Aglutino aquí la cuestión del activismo y del feminismo entrevistando a mujeres que, mayoritariamente, han pertenecido y pertenecen al movimiento feminista”.
Siguiendo estas directrices artísticas, o simplemente ejecutando sentires en función de lo aprehendido desde mi propia genealogía, busco dar voz a los relatos femeninos rurales partiendo desde casa y acercándome quizás un poco más a lo que hace Pilar Albarracín, por el hecho de trabajar en torno al arte conceptual. Para cerrar mi defensa, ofreciendo una experiencia completa materializando en qué consiste heredar e hibridar relatos que conformen identidad desde una pulsión psicofolklórica, me monté un altar. El San Pancracio de mi Luisa con su perejil y sus 25 pesetas pa’ que me diera suerte; Arbonaida, una pieza de carácter instalativo/performativo cuyo uso es ser una bandera funcional usada como mantel, una olla de puchero y pan. Convoqué una pucherá populá para disfrutar con todos los asistentes, y ofrecí al final de la presentación una tapita a cada miembro del tribunal. Un éxito obviamente porque aquello estaba pa llorá. Por lo visto esto se llama happening, y por lo visto se me da genial. Santiago Navarro, mi tutor, en las alegaciones del tribunal dijo algo como: “eres artista pero porque en ti repercuten acciones de las verdaderas artistas que son tu madre y tu abuela”. Y toda la razón. Y después anotó que el propio Allan Kaprow copiaría el sistema. Un sistema que obviamente no he inventado yo. Ni mi madre. Ni mi abuela. Es un sistema que pertenece a nuestra idiosincrasia. El compartir y el queré. El perpetuar recetas heredás y el taperwé como lenguaje del amor.
Más quisiera Kaprow marcarse un puchero como el de mi abuela. Los trabajos y proyectos de este hombre se basaron en integrar el arte y la vida. A nosotras eso es algo que nos sale solo. Por eso, haya que atribuirle un anglicismo formulado por hombre blanco estadounidense para hablar de acciones que nacen del seno andaluz para que tenga mayor validez y quede registrado dentro de lo institucional (cosa que me resulta bastante absurda), yo digo que esto simplemente es puro psicofolkore. Que como dijo Gata Cattana: “El desarrollo no es sintetizar mil principios activos y sustancias químicas hasta lograr dar con el perfecto antimosquitos: ya teníamos jazmines”.
Aprender a desprendernos de la importancia de la hegemonía, y reparar en que nuestros relatos tampoco necesitan parecerse a ella. Con que sean nuestros tenemos más que de sobra.
Sobre este blog
ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
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