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Adónde vas, Polonia
Aún no estábamos en la entonces Comunidad Europea, no con cierta envidia. Mi director, jurista y europeísta pionero - cuando algunos jueces no distinguían entre reglamento y directiva-, Rafael Illescas, me inculcó lo que significaba ese mundo que se nos abría delante de los ojos: un orden jurídico distinto. En ese orden, nuestras leyes pasarían a un nivel diferente, por debajo de la legislación europea, sería una cesión de soberanía y un ejercicio de renuncia al nacionalismo jurídico y constitucional. Como federalista no me costó mucho trabajo entenderlo.
El texto del que machaconamente hablábamos y estudiábamos era la Sentencia del TUE de 1964, Costa contra Enel. Desde entonces, y no solo por aquella sentencia, la jurisprudencia constante del TUE ha dejado sentada la primacía del Derecho europeo y su efecto directo. Es un pilar, clave de bóveda, también, con permiso de los arquitectos, sin la cual la integración política europea no tiene sentido.
Y, sin embargo, el Tribunal Constitucional de Polonia, que se incorporó en 2004 a la Unión Europefa, afirma que el derecho polaco está por encima del europeo. Ignora no solo la legislación europea, su jurisprudencia, sino el acervo aceptado por todos los Estados miembros. De hecho, cuando se incorporó Polonia habían pasado más de diez años de la aprobación de los Criterios de Copenhague para la adhesión de cualquier nuevo Estado miembro que, precisamente, comprometen a eso. Las prisas alemanas.
Nunca pensé que los jueces supusieran una amenaza. Parafraseando a otros, hoy convengo en que esas amenazas vienen con corbata y toga.
No es una cuestión baladí. El Estado polaco por la boca de cañón de su Tribunal Constitucional, apoyado en el totum revolutum del populismo ultranacionalista de un partido ultraderechista que se denomina Ley y Justicia (algo así como Libertad y Cañas), ha disparado contra la línea de flotación del proyecto de integración política de la UE.
No me extenderé en las sabidas relaciones de parentesco y estrategias compartidas de los partidos extremos de Polonia y Hungría con el Partido Popular de Pablo Casado, pero sí diré que producen un grave desasosiego en la derecha europeísta y antifascista. En todo caso, un fantasma recorre Europa, ectoplasma antieuropeo y fascistón.
Desde el interior democrático de Polonia, la oposición es consciente de la situación. La gente apoya mayoritariamente seguir en la UE pero, a la misma vez, apoya a partidos antieuropeos. En algo estamos fallando.
Se acusa al partido extremista polaco en el poder de colonizar el Tribunal Constitucional, se habla de jueces falsos, ilegales (nombrados por el equivalente a nuestro CGPJ), jueces activistas, patrióticos y hasta golpistas. Incluso de un Tribunal Constitucional marioneta. Y, la verdad, suena inquietantemente muy pero que muy familiar.
En algunas conversaciones con mi director, Rafael Illescas, hablamos de los peligros para Europa en unos tiempos inestables en el Estado español; nunca pensé que los jueces supusieran una amenaza. Parafraseando a otros, hoy convengo en que esas amenazas vienen con corbata y toga.
Es verdad que los cimientos de la UE no es la primera vez que se zamarrean. Desde un primer momento, el Reino Unido no fue leal ni creyente, más bien devoto de la doctrina Churchill; sus opting out (quedarse al margen) eran un mal presagio y no solo por quedarse fuera del euro o de Schengen o exigir el cheque británico. Que ellos lo disfruten. Conviene recordar, también, el filibusterismo francés de la silla vacía y, luego, el Compromiso de Luxemburgo. El nacionalismo de Estado siempre ha sido un enemigo voraz de la integración europea.
En estos días de fervor patriótico europeo y postureo contra el reto polaco se ha perdido la memoria de manera repentina. Y no de algo muy remoto. El 5 de mayo de 2020, la Corte constitucional alemana negaba la primacía del derecho europeo por el programa europeo de recompra. No era la primera gracia constitucional de los jueces alemanes, quizá añorantes de glorias pasadas.
Sería igualmente destructivo para el proyecto integrador europeo que solo reaccionáramos contra Polonia o Hungría cuando la justicia nacionalista y antieuropeísta la tenemos en el mismito cogollo de la UE. La política jugó bien en el caso alemán, hay que reconocerlo, pero no olvidar el daño medular con el sur con ocasión de la crisis de 2008.
No tan lejos, la justicia española, su Tribunal Supremo, y veremos los andares del Constitucional, cuestiona cada día el Espacio Judicial Europeo. Sus jueces patrióticos ignoran el orden ,jurídico europeo, su primacía.
No tan lejos, la justicia española, su Tribunal Supremo, y veremos los andares del Constitucional, cuestiona cada día el Espacio Judicial Europeo. Sus jueces patrióticos ignoran el orden ,jurídico europeo, su primacía. Se supone que los jueces españoles conocen la ley; iura novit curia, decían los clásicos. Me resisto a creer que los jueces españoles del Supremo no conocen la ley. La Decisión-Marco de 2002, del Consejo, sobre las euroórdenes es muy clarita. De su lectura somera, sin entrar en honduras, se observa con nitidez que los tipos de rebelión y sedición no están contemplados en la citada norma. Por cierto, firmada por un desconocido para la justicia y policía españolas, M.Rajoy Brey .
Primacía y efecto directo. ¿Entonces? ¿No estarán los jueces españoles echándole un pulso también, a la polaca, a los pilares de la UE? No sería bueno para la ciudadanía europea, casi estrenada, llegar a la conclusión de que hay dos tratos distintos en la UE. Polonia y Hungría, sí; los demás, también.
Europa tal como la conocemos, mejorable, sin duda, fue el resultado de un gran esfuerzo compartido entre políticos brillantes y patrióticos de todas las ideologías. Sería una agonía para la democracia que hoy en la UE y en sus Estados miembros unos jueces patrióticos al servicio de partidos antieuropeos acabaran con ella y de camino, con la democracia. Hay experiencia.
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