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¿Hay alguien ahí?
Hay días tontos en los que uno se pone a pensar -es lo que tiene el paro- si en verdad hay alguien al mando de esta nave a la deriva y a punto de ser engullida por la tormenta perfecta que nos han organizado entre los bancos, los mercados y la prima de riesgo, que no es otra que Angela Merkel. Y las pocas dudas que tenía de que estábamos a merced de los elementos -y nunca mejor dicho- se han visto corroborada esta semana con la decisión del Parlamento andaluz de subir la cuantía de las dietas del presidente, Manuel Gracia (PSOE), y los portavoces de los grupos parlamentarios, insignes prohombres que no se ven bien pagados por los desvelos que tienen que sufrir por nuestra culpa.
Y lo más preocupante no es la cuantía del incremento de los sueldos, ni la consiguiente y torpe rectificación, eso sí, una vez que nos enteramos de tamaña desfachatez. Lo que más me desasosiega es que la decisión fue tomada al alimón por los tres partidos que deciden nuestro destino -PSOE, PP e IU-, sin que ninguno de los muchos asesores que les pagamos diera en pensar que está muy feo que los políticos se suban el sueldo cuando hay tantas criaturitas que no tienen ni para dar a sus hijos un bocadillo de mortadela. Su mayúscula sorpresa por la airada reacción demuestra, tristemente, que viven en un planeta distinto al de los ciudadanos de a pie y que mal pueden solucionar nuestros problemas cuando los suyos se limitan al precio de los hoteles y los restaurantes de postín.
Así se comprende mejor el fecundo debate que se traen en el Parlamento andaluz sobre temas tan apasionantes como las costumbres migratorias de las angulas en los meandros del bajo Guadalquivir, por poner un verbigracia, que no diré yo que no sea asunto importante, pero con un 20 por ciento del personal en situación de pobreza extrema, parece un poco excesivo dedicar esfuerzos a otra cosa que no sea remediar el terrible problema del paro, que alcanza ya al 34 por ciento de la población.
Y algún remedio podría aplicarse si nuestros eximios representantes dejaran de subirse los sueldos o de acaparar puestos institucionales, que si algunos políticos tuvieran un solo empleo se podría remediar la situación de unas decenas de parados, sobre todo militantes del PP, que es el partido cuyos dirigentes tienen mayor ansia viva por cargos y oropeles.
Por poner un ejemplo, ahí tenemos a Sebastián Pérez, presidente de la Diputación de Granada, que además de senador, concejal, líder del PP en la provincia y miembro de las ejecutivas autonómica y nacional, es también responsable o miembro de los consejos de varias empresas públicas, con sus correspondientes retribuciones o prebendas. Que no diré yo que no tenga cabeza para ello, que le sobra, pero como decía la abuela, quien mucho abarca poco aprieta. Ahora multipliquen esta tontería por ocho provincias y por tres partidos (unos más y otro menos) y le suman unos ERES y un ‘Gürtel’ con sobresueldos negociados por nuestro carismático líder Arenas Bocanegra y comprenderán el hastío de la ciudadanía.
Dado el pesimismo que me invade, no espero de los partidos que cesen fulminantemente a los responsables del despropósito, que dimitir ellos por vergüenza torera está descartado, aunque sí les rogaría que pusieran a alguien que por lo menos nos coja el teléfono y hable nuestro idioma. Que ahora cuando llamamos nadie contesta y si alguien lo hace, es el presidente de un banco o el obispo de Calahorra. Y esos siempre cobran comisión.
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