Andalucía, abajo al fondo, pescaditos y sol

La Junta de Andalucía ha tomado la feliz iniciativa de que el Centro de Estudios Andaluces realice periódicamente una encuesta, el Barómetro de Opinión Pública de Andalucía. Una tarea necesaria. En esta primera, la encuesta señala que el PSOE sigue siendo la formación más premiada por la ciudadanía, demoscópicamente hablando, con un 30,5%, seguida de PP, con un 24,8%; luego les siguen Ciudadanos y Adelante Andalucía. No ha cambiado casi nada desde diciembre. El bloque de derechas sigue pavoneando su dominio, el bipartito virtual se refuerza (si hicieran caso a Felipe González, ahí está la Gran Coalición), y decaen los nuevos. Otras parejas siguen siendo posibles, si hicieran caso a los poderes fácticos, y otras más, si hicieran caso a la airada tropa europea, molesta con las concesiones a la ultraderecha. Pero es lo que hay.

El político más valorado es Moreno Bonilla, seguido de Juan Marín, en sintonía con lo agradecido que es el personal con los que mandan. Suele ser así. Nada nuevo.

Las cosas están estables, a pesar del runrún constante de lo contrario. Esperar a que la gente se acostumbre da frutos, sobre todo en un lugar en el que la gente se acostumbra a todo, incluso a 36 años de lo mismo.

El Gobierno andaluz respira aliviado con la correa suelta desde Madrid. Sus mandarines están en otros empeños. La ultraderecha andaluza es la más dócil, y desde San Telmo presumen sus políticos más avezados, que los hay, del encapsulamiento al que tienen sometidos a sus socios imprescindibles. Los hechos les dan la razón. Hay presupuestos y la demoscopia, aunque de cocina propia, no los deja malparados. Ya al PSOE se le aparece un Tezanos andaluz por los pasillos de Las Cinco Llagas, el Parlamento, lugar propio de fantasmas y aparecidas esotéricas.

A Ciudadanos con que no se les vayan más cargos se conforman. En la ola surfean. Sólo un avenate de Albert Ribera los inquieta. Juan Marín no es hombre de mariachis.

Socialistas sin metabolizar y Adelante sin adelantar

En la izquierda, como dice la encuesta y la calle, no hay pulso ni mucho entusiasmo que digamos. Están los socialistas sin metabolizar aún su pérdida, sin interiorizar sus errores y con la autocrítica fuera de su gramática palatina. Los socialistas se defienden como pueden del VAR retrospectivo al que los tienen sometidos desde el tripartito. Por no ofrecer, no ofrecen más que algún que otro arabesco dialéctico en el Parlamento, pero poco más. Mientras, esto va resbalando. Por sólo poner un ejemplo, Ustea, el sindicato de enseñanza, avisa del deterioro de la educación pública, del malestar de los maestros y de que, al menos, hemos perdido casi 500 unidades públicas de educación.

La izquierda está melancólica, triste, llorona y quejica pero no se avistan de momento planteamientos alternativos, ilusionantes, que no sean la salmodia de siempre. Parece como si no supieran hacer oposición después de tantas décadas sin entrenamiento.

En Adelante se adelanta poco. Cada oveja con su pareja o cada pareja con sus ovejas, o como se diga. Se mira mucho hacia arriba y se apuntan a todo bombardeo con tal de satisfacer la eterna afición a la guerra de guerrillas. Se ha ido Antonio Maíllo y eso no se arregla de manera fácil. Para colmo, hay quien dice que Alberto Garzón errejonea. Uno tiene la sensación de resacón después de una de esas desagradables cenas de matrimonios.

Y Susana Díaz ahora se hace sanchista. Se la ha podido ver dándolo todo por los aledaños de la investidura. Para hacerse sanchista va a prescindir de lo que sea. A lo ya prescindido, se une ahora la baja de Mario Jiménez. Normal, cómo va a sobrevivir al neosanchismo andaluz el portavoz de la Gestora de la asonada orgánica contra Pedro Sánchez. Sólo los generales se mueren en la cama. Siguiendo con el simil ovino, el lobo, tarde o temprano, se acaba comiendo a las ovejas. En fin, todo muy lanar, Andalucía es muy lanar.

La investidura supuso un recorrido geopolítico español exhaustivo, pero Andalucía ni se oyó. Sólo algunos de sus más ilustres gregarios andaban por allí apoyando, en un sinvivir entre el gallinero de invitados del Congreso, a La Venencia (buen vino de Jerez en la Calle de Echegaray).

En realidad, dicen, no es que Susana Díaz se haya hecho sanchista, es que Sánchez esta susaneando. Quizá sea que sus afectos domesticados no parecen ahora disgustar al establishment socialista de tanto predicamento en Andalucía.

Aunque claro, cómo se va a pedir el apoyo de Ciudadanos, pidiéndole que se abstenga, y al mismo tiempo no normalizar su cogobierno en Andalucía con la extrema derecha. Eso no va a gustar. Manuel Valls se tiraría de los pelos, de les cheveux, aunque tal vez la clave sea esa, que si hay abstención, o más, si hay cogobierno en Madrid, se le dé una salida a Andalucía y eso atrae lo suyo.

En fin, que ha sido un placer contarles mis reflexiones. Espero que descansen. Mis respetos.