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Babosos

La ministra de Igualdad, Irene Montero, interviene en una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados.

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Se puede ser un baboso con las mujeres y, aun en estos tiempos, no darte cuenta hasta que lo ves en un anuncio de televisión. Se puede, de hecho, ser tan baboso y aprovechar una fecha significativa como el 25 de noviembre para marcar paquete, si se me permiten la expresión. Se puede, incluso, jalear al baboso, sacar pecho en su nombre e incluso titular en algún periódico de gran tirada que con una breve alocución en tu programa de televisión le has “dado un hostión” a la ministra de Igualdad. Un hostión, el 25 de noviembre.

Lo peor, con todo, viene cuando desde donde menos cabía esperar se le hace el trabajo sucio a los babosos. Lo decía, con otras palabras, el filósofo Preciado en una entrevista en este mismo periódico, a propósito de la brecha que algunas feministas están abriendo con la excusa de la Ley Trans: “Las mujeres que se reivindican como naturales excluyen a otras de los pocos privilegios de la feminidad blanca heterosexual […]. Nada podía ser mejor ni más útil para la Conferencia Episcopal y para Vox que ver una parte de la izquierda y del feminismo hacer el trabajo sucio […] Defienden sus propios privilegios, que han adquirido gracias a luchas históricas que ha hecho el feminismo obrero, lesbiano, queer…”. De hecho, en Madrid, esas “mamarrachas obsesionadas por adivinar los genitales de los demás” (decía en Twitter Silvia Cosio) no dudaron en convocar una manifestación alternativa para, sí, en pleno 25 de noviembre y con los babosos de subidón, pedir la dimisión de Irene Montero.

El furor punitivista con el que el feminismo mainstream se ha alineado con el bando de los babosos para engordar la controversia con las penas rebajadas a algunos abusadores sexuales a raíz de la aplicación de la ley del Solo Sí es Sí

Lo de “odiar tanto a Irene” es una anomalía democrática que explicaba muy bien Isaac Rosa en esta columna. Lo triste es que en ese odio, ya que no cabe otro término, valen hasta los argumentos más rancios y propios de la derechona. Por ejemplo, el furor punitivista con el que el feminismo mainstream se ha alineado con el bando de los babosos para engordar la controversia con las penas rebajadas a algunos abusadores sexuales a raíz de la aplicación de la ley del Solo Sí es Sí. Como hoy no dejo de traer citas, recojo estas palabras de Nuria Alabao: “...revela la inquebrantable fe en la cárcel como solución a la violencia sexual y en el castigo como la mejor manera de proteger a las mujeres. Es llamativo también que al propio Ministerio le cueste defender […] que las condenas nunca serán lo más importante para evitar la violencia y que esta ley introduce mejoras significativas […]. Como demuestran todas las investigaciones criminológicas, más cárcel no sirve para evitar los delitos”. 

Lo verdaderamente preocupante no es la presencia concreta de algún baboso mediático, al que de manera fácil se le ha desenmascarado. Lo que debería causar alarma es el ambiente propicio que se ha generado desde el lado de las trincheras supuestamente contrario. Querer disfrazar de feminismo, o de diferencias internas, lo que en realidad no es sino una lucha por cuotas de poder y el resentimiento contra una nueva generación política, nos remonta a los mismos vicios babosos que en apariencia se pretenden combatir.

Personalmente asisto atónito, porque, en mi ingenuidad, pensaba que el odio contra una ministra de Igualdad iba a tener un límite, el de no hacerle el juego al patriarcado. Me equivocaba. Aun así, sé de sobra que lo mainstream no siempre es sinónimo de mayoritario, así que sigo siendo optimista.

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