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Complicidad asesina en red

La joven asesinada en Cartagena había denunciado una hora antes a su agresor

Miguel Lorente

Nada es casual, y menos en la violencia estructural. Una violencia que se mantiene en el tiempo gracias a todo un clima de opinión y acciones que crean el ambiente necesario para justificar su existencia, y luego integrar sus golpes puntuales cuando se producen en determinados momentos. ¿Recuerdan la frase de Arzallus, “unos sacuden el árbol para que otros recojan las nueces”?

Rosa María, una joven de 22 años fue asesinada este lunes (25-9-17) en Cartagena, justo después de haber denunciado el acoso que sufría por su asesino.

Lo he dicho en múltiples ocasiones: “mata el machismo, los machistas sólo ejecutan la conducta que elaboran a partir de las referencias de ese machismo que tenemos en la sociedad”. De lo contrario no sería posible que cada año surjan 60 hombres nuevos que terminan asesinando a sus mujeres o exmujeres, y que lo hagan desde la normalidad. Ninguno de ellos pertenece a bandas criminales ni están relacionados con ambientes de delincuencia, son “hombres normales” que libremente deciden usar la violencia hasta asesinar a sus parejas. Y son tan normales, que incluso tras el asesinato los vecinos entrevistados siguen pensando que eran “normales”, en ninguna declaración se ha escuchado decir de ese hombre que “los tenía engañados y parecía normal, pero que ahora se han dado cuenta de que en verdad era un maltratador asesino”.

Una construcción tan sólida la del machismo que cuando se habla de violencia de género, a pesar de esos 60 homicidios de media y de los 600.000 casos anuales de maltrato, la crítica se dirige contra las mujeres, no hacia los hombres. Desde el “algo habrá hecho” hasta la idea de “denuncias falsas para quedarse con la casa, los niños y la paga”, todo se presenta como un problema de las mujeres. Y tampoco eso es casualidad. Es uno de los elementos de la estrategia del machismo para integrar la violencia de género como parte de ciertas circunstancias que se pueden presentar en las relaciones de pareja, no como un problema estructural de la sociedad levantada sobre sus referencias y, por tanto, al alcance de cualquier hombre que lo decida. Y su eficacia es tan alta, que a pesar de los asesinatos y de las agresiones, sólo el 1,7% de la población considera que se trata de un problema grave (CIS, junio 2017).

Afirmar que la mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas tiene consecuencias que se traducen en más violencia y desprotección para las mujeres, y eso es justo lo que afirma a diario el machismo en las redes sociales y desde cualquier foro que se lo permita.

Utilizar el argumento, como hacen los machistas, de que el 80% de las denuncias son falsas, simplemente porque ellos lo dicen, sin más prueba que su palabra y sin juicio ni sentencia que lo confirme, aumenta la violencia en todos aquellos hombres que “se sienten denunciados falsamente”, y en todos aquellos que viven la Igualdad y los instrumentos para corregir la desigualdad, entre ellos la Ley Integral contra la Violencia de Género, como un ataque contra ellos y contra lo que representan. Un mensaje que resulta aceptado por una sociedad distante, a pesar de que la realidad es muy distinta, y en la última Memoria de la Fiscalía General del Estado, tras el seguimiento y estudio de las denuncias falsas durante el periodo de 2009 a 2016, se concluye que sólo han terminado en condena el 0,0075%

Pero este tipo de afirmaciones no sólo potencia la violencia en algunos hombres, sino que además refuerza todos los mitos y estereotipos que existen bajo la construcción machista, los cuales influyen en la percepción que se tiene de ella, y en la propia respuesta profesional frente a los casos que se presentan, pues las personas que deben responder ante la violencia de género forman parte de la misma sociedad que la justifica e integra como parte de la normalidad. Por eso no resulta tampoco casual que en 2016 el 36% de las mujeres asesinadas hubiera puesto una denuncia que no se tradujo en protección, o que el “parte de lesiones” que se ha de emitir desde la Medicina ante los casos de violencia de género, sólo represente el 10-11% de las denuncias, cuando las mujeres maltratadas están sobrerrepresentadas en los servicios sanitarios al acudir con más frecuencia debido al impacto que tiene esta violencia sobre su salud.

En un Trabajo de Fin de Grado realizado el curso pasado, la alumna Ana Piñar recogió que el 75% de las mujeres que acudía a diferentes servicios hospitalarios había sufrido algún episodio de violencia de género.

Y ese tipo de respuesta profesional surge en gran medida de la falta de credibilidad en la palabra de las mujeres cuando denuncia, una falta de credibilidad que se traduce en una negación de la violencia por quien la recibe, o cuando no se puede negar ante la presencia de importantes evidencias, se acepta pero se le quita trascendencia bajo la idea del “no será para tanto”. Al final el resultado es el mismo: no hay protección adecuada a las circunstancias de su situación y el riesgo se dispara.

Rosa María fue asesinada una hora después de denunciar el acoso al que estaba sometida, y como ella otras mujeres han sido asesinadas tras denunciar la violencia. Es inadmisible que mientras las mujeres son asesinadas desde la normalidad, e incluso desde la pasividad de la respuesta profesional, las redes sociales estén llenas de machistas que no paran de hablar de las “denuncias falsas”, incluso con webs y cuentas destinadas específicamente a manipular datos y presentar casos aislados como prueba de su falacia.

No se puede admitir esa complicidad asesina de quien incita al odio y presenta la Igualdad y la Ley Integral contra la Violencia de Género como una forma de agresión a los hombres; no se puede permitir que se siga incitando al odio hablando del feminismo, que sólo pretende la Igualdad entre hombres y mujeres, como “feminazismo”; no se puede admitir que a pesar de los 60 homicidios, de los 600.000 casos de maltrato, y de las miles de agresiones sexuales todavía se presenta a las mujeres como las “malas y perversas” que atacan a los “pobres hombres”. Mata el machismo, los machistas sólo ejecutan lo que construyen a partir de lo que antes otros proponen con sus estrategias.

El pacto de Estado debería haber sido contra ese machismo asesino que lleva a minimizar el riesgo y a cuestionar a las mujeres, no sólo contra la violencia de género; cuando esta se hace presente ya es tarde. Pero en cualquier caso, siempre hay que actuar contra quienes extienden el odio hacia las mujeres a través de mitos y mentiras que mantienen en el tiempo ese ambiente necesario de violencia, para que en determinados momentos uno de estos asesinos se decida a dar el paso y acabe con la vida de su pareja. Sin esa complicidad asesina en red no sería tan sencillo ni tan frecuente.

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