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Despertar en Brasil y frenar el fascismo en las europeas

Demócratas brasileños y portugueses de distintas generaciones se manifestaron en Lisboa contra Bolsonaro el domingo previo a su victoria.

María Iglesias

Hace una semana aún era posible que el fascista Jair Bolsonaro no fuera presidente del mayor país iberoamericano. Ya daba dolor y miedo que en primera vuelta le votaran 46 millones de ciudadanos siendo violento, machista, homófobo, reaccionario. Habiendo dicho: “lo peor de la dictadura brasileña es que torturó en vez de matar”; “a los del PT, feministas… hay que ametrallarlos”; “al hijo medio gay, le das una zurra y cambia”; “a ti (una periodista) no te violaría por fea”; “los descendientes de africanos son tan inútiles que no sirven ni para procrear”. Ahora ya ha ganado. ¿Servirá de aldabonazo?

Analistas advierten hace años de que el crack de 2008 repite el esquema post crack del 29 que desembocó en el pulso fascista global: con el ensayo de la Guerra Civil española y luego la II Guerra Mundial. Vimos incrédulos el Brexit. Pese a él, nos sorprendió la victoria de Trump. Ahora ya sabemos que hay anhelo de “caudillo mesiánico”, de “hombre fuerte” tipo el estadounidense, el ruso Putin, turco Erdogán, filipino Duterte, húngaro Orbán, italiano Salvini, brasileño Bolsonaro

Está en auge el líder duro, supremacista blanco, que desprecia los derechos humanos. Lo que incluye a mujeres como Marine Le Pen y políticos de apariencia suave, como el canciller austriaco Sebastian Kurtz, los ultraderechistas Geert Wilders (Holanda), Jimmi Åkesson (Suecia) y cabecillas de Alternativa para Alemania que el día que ganó Bolsonaro entraron en el último estado alemán que se les resistía, Hesse.

En España ya ha brotado la opción “tipo duro”: Santiago Abascal (VOX), que amedrenta anunciando que va armado y atrae al extremo a quienes se definían de centro y derecha, Ciudadanos y PP, Rivera y Casado. Hasta el líder andaluz del PP, JuanMa Moreno, en la campaña para la Junta acaba de recurrir a la víscera del agravio religioso: “¿Susana le ha dicho a Pedro que a los andaluces no nos gusta que insulten a la Macarena o al Cachorro?”. Lanzar a unos ciudadanos contra otros, cuando tantos creyentes, agnósticos y ateos admiran tales imágenes por un puñado de cochinos votos… Que Moreno sabe que no le valdrán ni para acercarse a ganar.

Hora de la estrategia

Estar preocupado no basta para revertir la tendencia destructiva. El adjetivo no es elección subjetiva. El fascismo proclama la aniquilación de quien no comparta su opinión. “Se tendrán que exiliar” ha anunciado Bolsonaro. Los ciudadanos de ideologías incluso opuestas pero que tenemos en común reconocernos demócratas compartimos el reto de ser hábiles estrategas ahora. Recibimos una herencia valiosa de Voltaire: “No pienso como tú, pero daría mi vida para que tú puedas seguir defendiendo tus ideas”. Bien, la ocasión en Europa ya tiene fecha: elecciones europeas 23-26 de mayo 2019. Se siembra estos días un proyecto esperanzador, “Primavera europea/European Spring”.

Mientras atendemos a cómo va cuajando, al análisis de la victoria fascista en Brasil le falta algo. La idea más extendida a este lado del océano es que “la población estaba harta de corrupción”. Se pasa por alto el “detalle” de que, hasta que un juez inhabilitó a Lula para las elecciones, el expresidente y líder del PT era el favorito aplastante. Los supuestos casos de corrupción están más cerca de su responsabilidad que del limpio sucesor Fernando Haddad. ¿Qué marca la diferencia? La pertenencia o lejanía a la ciudadanía que también pasó factura a Hillary Clinton en EEUU. No porque Trump o Bolsonaro –que se dice ajeno a la casta cuando lleva siete legislaturas de diputado sin ningún logro memorable- sean gente del pueblo, sino porque han conectado con este.

 

Cuando los intelectuales, creadores, artistas, políticos moderados y demócratas salen a la palestra, en conferencias o cartas abiertas, cuando la ciudadanía universitaria como la congregada el domingo 21 de octubre en Lisboa insta a la sensatez, hace demasiado que la gente de a pie les ve ajenos a sus preocupaciones, ocupaciones… desempleo.

Aquí en Andalucía lo vivimos en carne viva. A las familias de Navantia, quienes criticamos el encargo de cinco corbetas para que Arabia masacre Yemen les parecemos pijos ilusos bienquedas en la defensa de los derechos humanos sin credibilidad porque no gritamos con ellos, ni quemamos neumáticos para defender el naval gaditano. No digo que estén en lo cierto, pero tampoco del todo equivocados.   

Toca tejer puentes internacionales con todo partido, movimiento, líder resistente al fascismo –Alexandria Ocasio-Cortez que aspira a congresista de EEUU el 6 de noviembre destaca en el panorama–. Toca lograr, en las Europeas de mayo, empezando por España y Portugal, dejar claro al fascismo que No pasará. Pero hay también que tejer puentes internos en nuestra sociedad, lograr mejoras palpables para los conciudadanos más aplastados. Que así comprueben que la democracia representativa no es un inútil lujo de burgueses, sino el sistema que mejor responde a sus intereses, que no les arrincona en los márgenes donde les ha tocado nacer, sino que les da las vías para lograr bienestar y auto-realización. Justo lo opuesto a lo que sueñan los Bolsonaro y Trump.

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