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Díaz y Sánchez: paz por territorios

Sánchez dice que Díaz "tiene cultura de partido" y sabe que la política nacional la marca "el secretario general"

Javier Aroca

Esa misma noche, tras confirmarse la victoria en las primarias de Pedro Sánchez, la dirigencia socialista andaluza se movió con tanta velocidad como sigilo. Dos decisiones  explícitas: convocatoria del Congreso y nueva marcha al cansino ritmo del gobierno de Andalucía; y otra implícita, el PSOE de Andalucía se acuartelaba en los confines de su territorio.

La alarma cundió allende Despeñaperros hasta deslizarse que un nuevo PSC estaba en las intenciones de los socialistas andaluces. Sin embargo, ambas partes saben que en rigor estatutario sería imposible, salvo vuelco de muchos grados en un congreso ad hoc. Aun así, de facto, se vislumbra esa tendencia.

El debate no cuenta con apoyos masivos, lo cual no significa que ni exista ni haya existido. Un veterano dirigente, antes en la cúpula socialista, me recordaba el enfrentamiento Escuredo-Borbolla, a finales de los setenta, cuando solo existía una aún novísima Federación Socialista de Andalucía; el primero, “contagiado” de nacionalismo ambiente, me decía mi amigo, intentaba un PSOA; el segundo, se pronunciaba por un PSOE de Andalucía, “el gran partido de los andaluces”, “un gran partido para un gran pueblo”. Era el Congreso de 1979. La fórmula  funcionó, 35 años de poder apenas compartido lo validan, pero, ¿hasta cuándo?

Las crisis y los temores de cambio, a veces, han provocado movimientos hacia una identidad reforzada de andalucismo. Para ello hasta se llegó a recuperar en pasados cónclaves la figura de Hermenegildo Casas, secretario de Sevilla y alcalde, presidente de la Diputación y diputado, amigo de Blas  Infante, maldito hasta entonces. Sin Casas, la redacción de las Bases para el Estatuto de Autonomía de Andalucía en 1936, hubiera sido más  difícil de lo que lo fue. El golpe de estado fascista impidió que Andalucía tuviera su Estatuto de Autonomía, Infante fue asesinado como otros de sus compañeros, y Casas, ya fuera del PSOE, murió en México, en el exilio. Pero en eso, en reivindicarlo, solo quedó el propósito.

Son otros tiempos, no habrá PSC andaluz, quizá con que se suscite baste, pero el ejemplo de un CSU, el gran partido de los bávaros, conviviendo en paz y respeto con el CDU, el gran partido de los alemanes, siempre está ahí en una recámara recóndita de las mientes de algún que otro socialista joven o en reposo, sobre todo cuando arrecia el desdén ultramontano .

Sea como fuere, Díaz y Sánchez están condenados a entenderse, y hasta llevarse bien, otra cosa son sus banderilleros  y sacristanes. El secretario general necesita a Andalucía, no puede intentar ganar en España sin sus votos, la secretaria general  necesita al PSOE, la marca, por muy devaluada que esté, es la marca.

Además, Díaz tiene BOJA (en español BOE) y presupuestos, uno de los más importantes después de los del estado, y eso sigue siendo un atributo contundente en política, que se lo pregunten a Rajoy. Y tiene cancha , si decide jugar.

Su oposición a Rajoy, después de errores graves, como patrocinar la abstención, puede ser su fuerza. Razones tiene, muy a pesar de la benevolencia de la baronesa andaluza, los presupuestos de Rajoy son humillantes para Andalucía, más aún si se compara con el País Vasco y Canarias, cuyas minúsculas pero vitales aportaciones a la estabilidad del PP se han transformado en pingües beneficios para sus territorios. El ninguneo de Rajoy con Andalucía, su gobierno y su presidenta, es una realidad observable a primera vista.

Por primera vez , por otra parte , se avista una posibilidad real  de cambio de gobierno en Andalucía. Difícil, el PP andaluz es lo peorcito de España, pero Susana Díaz ha quedado muy deteriorada tras su derrota en las primarias y la sensación de abandono por la inacción gubernamental ha cuajado.

Si Susana Díaz cambia su rol y discurso en el debate territorial de España, el mantenido hasta ahora le ha perjudicado, su posición puede verse igualmente mejorada. Estos días han sorprendido las revelaciones de Jesús Maraña en su nuevo libro “Al fondo a la izquierda”, en el que cuenta cómo Díaz se mostró partidaria del estado plurinacional, cuando toque. Ya sería importante que se atrincherara en la Declaración de Granada y rompiera con el españolismo unitarista y añejo de La Moncloa y sus alrededores mediáticos, pero hay más.

“Pluralidad nacional”, “España plural de la que decimos Nación de naciones”, no son las palabras vagabundas o las  camballadas ideológicas de un líder de ocasión, son expresiones de la Declaración de Carmona, en noviembre de 2012, donde se alumbró el trabajo encargado a un Grupo de Reflexión, con notables constitucionalistas, bajo el título “Por una reforma federal de España”, patrocinado y asumido por el entonces presidente Griñán; el trabajo, conducido por la Fundación Perales, adelanta por todas las  partes a la declaración más ligera , doble cero, de Granada.

Ahí están los retos y las herramientas, solo hay que cogerlas. De momento, han hablado: Díaz ha pedido respeto a la historia, maltrecha, entre otras cosas por los desvaríos contra natura de algunos de sus dirigentes de antaño que llevan tiempo extravagando por el socialismo. También ha pedido respeto a los territorios y eso solo se puede materializar si uno y otra se respetan y son conscientes de sus respectivas debilidades y las de su o sus partidos. Es lo único que les queda, a la palestina: paz por territorios. Ahora toca.

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