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¿Cómo le gustan los huevos a Pablo Iglesias?
“¿Cómo le gustan los huevos?”, preguntaba Richard Gere a los ex prometidos de Julia Roberts en la comedia romántica Novia a la fuga. “Escalfados, como a mí”, decía uno. “Revueltos, como a mí”, afirmaba con seguridad el otro. “En tortilla, como a mí”, replicaba un tercero. Si el personaje interpretado por Roberts conquistaba a todos no era por ninguna cualidad concreta que todos adorasen de manera unánime. Más bien, el secreto de su éxito era justo el contrario: saber reflejar, como un espejo, todos los deseos y expectativas de su pareja de turno. Cada uno de ellos estaba convencido de que su chica era exactamente igual que ellos. Tal vez, hasta ella lo pensaba también, según el momento.
Si saliéramos a la calle y preguntáramos a los votantes de Podemos: ¿Quién es Pablo Iglesias?, quizá nos encontraríamos con respuestas parecidas. “Comunista, como yo”, “anticapitalista, como yo”, “socialdemócrata, como yo”, “chavista, como yo”, “independentista, como yo”, “patriota, como yo”, “feminista, como yo”, “macho alfa, como yo”, “defensor del derecho a llevar armas, como yo”.
Es fascinante, pero no sé si tranquilizador, cómo esta habilidad para el transformismo político ha permitido al partido morado conseguir la cuadratura del círculo: no ya que sus votantes piensen igual que Podemos, que les enamore su programa o su proyecto político, sino a la inversa: que sus seguidores, da igual su ideología, están seguros de que Podemos piensa exactamente igual que ellos. El verdadero truco no estaría entonces en renegar de ninguna máscara por estrategia política, sino en llevarlas todas a la vez.
De esta forma, el podemita de la hoz y el martillo no se cree al líder morado cuando dice ahora que si en el pasado se definía como comunista era sólo para provocar. Son tácticas para ganar, se convence, yo sé que es de los míos, que doblegará a los bancos y que nos sacará del euro. Lo mismo piensa el ex votante del PSOE, pero al revés: nunca pensó que Iglesias fuera en serio cuando prometía no pagar la deuda o dar una renta universal a los 40 millones de españoles. Son maneras de hablar para lograr un titular, en el fondo es un reformista, no un radical, como yo. A la feminista tal vez le han dicho que, en Fort Apache, a las mujeres invitadas les prohíben llevar escote, porque la tele está financiada por Irán, pero si lo escuchó, lo olvidó al ver a Carolina Bescansa con su bebé en el escaño. El militante de corte centrista ve el corazón, la mano tendida al PSOE. El antisocialista está seguro de que le partirán el brazo a Pedro Sánchez. No se me entienda mal. No es que Podemos no tenga principios. Es que pretende tenerlos todos.
¿Quién acierta? ¿Quién se equivoca? ¿Qué más etiquetas quedan por aparecer o desaparecer? ¿Cómo le gustan de verdad los huevos a Pablo Iglesias? Y más importante que todo esto: ¿Cómo no nos habíamos enterado de, mucho antes de que el líder de Podemos se sentara por primera vez en una tertulia o se estrenara Juego de Tronos, la teoría de la transversalidad política la inventó Julia Roberts?