Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
El índice Garamendi
Las niñas ya no quieren ser princesas, como vaticinó Joaquín Sabina, sino presidentas del Ibex: ganarían una morterada y no tendrían que estar sometidas a la hemofilia del monarquismo real, valga la redundancia. No saldrían en el papel cuché con Froilán haciendo de su abuelo, pero aparecerían en el papel salmón, si es que todavía sigue existiendo el papel cuando lleguen al trono de la presidencia de la CEOE, con 380.000 leuros al año del índice Garamendi.
El falso autónomo que pedalea para Glovo tiene en él su modelo, como lo tuvieron los alumnos de FP que colgaban posters de Mario Conde en sus dormitorios. La izquierda perdió hace mucho el relato: los pobres votan a los conservadores porque así piensan que dejaran de ser pobres y tendrán algo que conservar. Recogen firmas en change.org para que, después de tumbarle el impuesto de transmisiones al bolivarismo que nos acucia, quiten ahora el impuesto de patrimonio, aunque no tengan donde caerse muertos y mucho menos donde caerse vivos. ¿Por qué? Porque sueñan con tener patrimonio algún día y no quieren, válgame Monseñor Escrivá, que les cobren impuestos si superan los 600 binladens por año. Porque ambicionan, y nunca peor dicho, transmitir aunque sea un bizun y no simples condolencias en la muerte de otros tiesos, de esos otros carpantas de la globalización que a la luz de los escaparates se creen Don Pantuflo.
Para ser ricos, les dicen desde los altavoces del pensamiento único, hay que parecerlo: espantarse con las subidas del Salario Mínimo, manifestarse en contra de los contratos indefinidos de la maldita reforma laboral, renegar del Ingreso Vital que tan sólo fabrica perezosos, abjurar de las paguitas a las mujeres maltratadas, o mentir que los inmigrantes tienen derecho a todo y, encima, vienen a disputarnos las sobras del estado del malestar.
La utopía no es hoy el palacio de invierno sino un chalet en Sotogrande o en La Moraleja
Adopta a un CEO de aquí más que a un niñato de Pakistán, que seguro que algo se te pega. Hay que invertir en inversores, doblan las campanas, aunque no inviertan nunca o lo hagan desde fondos bucaneros y centros off-shore. Saquemos pecho, como hinchas de fútbol, por los beneficios que declaran los bancos que nos fríen a comisiones.
La izquierda está a dos velas y sigue hablando de clase trabajadora, como si alguien quisiera trabajar a estas alturas; predica sobre la clase media, cuando en realidad nos creemos clase acomodada a poco de que ganemos catorce pagas; y nos sermonea sobre los vulnerables, que están ya tan vulnerados que ni se acercan a las urnas, no vayan a ser que les muerdan.
La utopía no es hoy el palacio de invierno sino un chalet en Sotogrande o en La Moraleja. En los suburbios ya no se fraguan revoluciones sino cupones de la Once. Antes, creímos alguna vez que teníamos derecho a la justicia. Ahora queremos tener derecho a ser millonarios y, para ello, tenemos que poner algo de nuestra parte: malbaratar impuestos para atraer a empresas que no emprenden salvo que les subvencionen los gobiernos antes de deslocalizar sus factorías a alguno de esos países emergentes pero sumergidos, donde ser esclavo constituye una clara mejora del nivel de vida.
Construimos un tiempo en donde quemamos en una pira la educación pública porque sólo sirve para que mi niña haya tenido que irse de au pair a Londres, para que hagan faltas dos másters con tal de sacarse una plaza de bedel. Lo mejor, en los tiempos que corren y como nos va la murga, será volvernos maleducados para que nos inviten a algún programa basura de la televisión.
Al gentío, le atrae ideológicamente más, las barras libres de los bares antes que los hospitales vacíos
Hay que ser youtubers en lugar de fontaneros; influencers en vez de sindicalistas; consumidores antes que ciudadanos. Si para ello, hay que inmolar a la sanidad pública en el altar de los sacrificios humanos, vale que sea; a fin de cuentas, la salud es cosa de viejos y de niños, de clases pasivas, de quienes no cotizan: cualquier día ponen un parquímetro en la puerta del seguro y te cobran por tiempo de consulta, como en una zona azul. La Junta de Andalucía va a concertar con la sanidad privada que puedan utilizar sus instalaciones sanitarias en régimen de renting, pero solo, dicen, en situación de emergencia; como si esta no lo fuera.
En el voto del personal no influyen las mareas blancas, porque el electorado niega la mayor: no quiere ponerse malito nunca. ¿A qué van a venir a hablarle, en plena precampaña, de fonendoscopios, de médicos avariciosos que emigran a Alemania porque allí les pagan decentemente, de bisturíes, del sáqueme la lengua y diga treinta y tres, deme usted cuarto y mitad de optalidones? Al gentío le atraen ideológicamente más –ya se vio en Madrid otro 2 de mayo--, las barras libres de los bares antes que los hospitales vacíos, libres de quirófanos y de médicos, donde lograr una cama, por otra parte, cuesta más que una oposición a notarías.
Bienvenidos al metaverso: nuestro avatar no es aquel que se inventó Gaspar Llamazares para una campaña de Izquierda Unida en el ciberespacio, sino que es un sin techo que ahorra de las limosnas para poner una alarma de Securitas Direct en el cajero del banco donde duerme por las noches.
De otra manera, ¿qué quieren que les diga?, no me explico las encuestas.
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