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Juanma, Moreno y Bonilla
Últimamente, cada vez que a un líder político le salen ranas las encuestas, patina en las entrevistas o siembra de bostezos los mítines, suele decirse que le falta “relato”. Es el concepto de moda en la nueva comunicación política que tiene locos a los asesores. Todo candidato busca su relato. Esa manera sencilla, redonda, atractiva y con un punto de emoción para explicar un proyecto político: quién es, qué quiere y cómo va a conseguirlo. A veces ese relato, si es realmente bueno, puede resumirse en una frase, en una palabra: Obama supo tocar la fibra sensible con su idea del cambio y su famoso Yes We Can (un eslogan que, como hemos sabido ahora, rechazó al principio por cursi). Zapatero cabalgó hacia la victoria electoral sobre el relato de un Aznar autoritario, belicista y mentiroso.
No hay político hoy en día que no busque su relato. Algunos le echan tantas ganas que, como le pasa en Andalucía a Juan Manuel Moreno Bonilla, candidato del PP, su problema acaba siendo, no la falta de relato, sino el exceso de ellos. En el año que lleva como líder de la derecha andaluza, ha ido acumulando argumentarios dispares, a menudo contradictorios entre sí, a veces en el mismo día, incluso en la misma frase. Por momentos es Juanma, el hombre de los pactos, que se ofrece a apoyar a Susana Díaz para cerrar el paso a Podemos. Este Juanma vende talante y estabilidad, pero también huele a derrota asumida. Un minuto después habla Moreno, el implacable, que tacha a la socialista como “la peor presidenta” de la Junta, incapaz de gestionar, hundida hasta el cuello en la corrupción, heredera de “30 años de sufrimiento” de los andaluces. Más bajito, entre frase y frase, oímos a Bonilla declamar, sin demasiada convicción, que de todas maneras da igual, porque quien va a ganar las elecciones será él.
¿Está diciendo Juanma que si de él depende dejará gobernar a la que considera una dirigente catastrófica para nuestra tierra? ¿Por qué asegura Bonilla que ganará cuando a Moreno se le escapa en las entrevistas que ya se imagina sentado en la bancada de la oposición en el Parlamento tras el 22 de marzo? ¿Quién de los tres era el que durante el útimo año ha exigido que se adelantaran las elecciones porque el bipartito estaba paralizado y era un caos, y quién reprocha ahora a Díaz que no agote la legislatura? ¿Si Bonilla está tan seguro de ganar, por qué le preocupa tanto a Moreno con quién pactará el PSOE o si Susana se irá o no a Madrid?
Es verdad que el líder del PP ha tenido poco tiempo para construir su relato, pero también que si durante este último año hubiera tenido una estrategia más consistente el inicio de la campaña electoral le cogería, al menos, con uno medio hecho. Ha ido improvisando sus argumentos sobre la marcha y tratando de tocar todos los palos, pero como sabemos quienes crecimos cuando aún había máquinas de escribir, cuando se pulsan demasiadas teclas a la vez la cosa se atasca. La melodía política que intentan componer los populares andaluces tiene demasiadas notas, demasiados instrumentos y demasiadas voces cantando a la vez, cada una en un tono diferente. No es sorprendente que desafine.