Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
Justos y pecadores
Durante los seis años que viví en Marruecos con mi madre y mis hermanas, era habitual que cada cierto tiempo cruzáramos la frontera con Ceuta para realizar trámites, hacer compras o tomar el ferry con destino a la península. El Tarajal era, lo sigue siendo, un paso complicado, más aún en aquéllos primeros 80. Recuerdo a mi madre conducir nerviosa hacia la barrera, con las cuatro niñas adormiladas en el asiento de atrás, temiendo que cualquier problema burocrático o un mal día de los gendarmes pudiera acabar en interminables papeleos y preguntas.
“Todo está en regla”, parecía decirse mentalmente, repasando los pasaportes, formularios y mercancías que llevábamos en el maletero, volviéndose a asegurar de que no había nada que pudiera hacer saltar las alarmas en la aduana. “Todo está en regla”, se repetía. Y cada vez, al tocar nuestro turno en la cola, mi madre parecía encogerse tras el volante y miraba al guardia con una expresión tal de temor y culpabilidad que durante años me he preguntado cómo es posible que no nos desmontaran el coche veinte veces en busca de drogas o artículos de contrabando.
Esta semana han vuelto a decirme -se lleva diciendo hace varios años- que tras las imputaciones masivas en el caso de los ERE y los cursos de formación (muchas en mi opinión difícilmente argumentables, como las de Chaves y Griñán) el miedo se ha instalado en los pasillos de la administración. “No se mueve un papel”, subrayan evidentemente exagerando. “Nadie firma nada”. Hay pánico a que cualquier trámite aparentemente rutinario pueda desembocar en problemas si cae bajo el escrutinio de determinados jueces, en un ambiente de fuerte presión social que exige cárcel por prácticamente todo. “¿Y si un expediente anodino, aunque tenga todos los parabienes del servicio jurídico, aunque haya superado todos los filtros legales, acaba con la Guardia Civil en la puerta de mi casa?”, me cuentan que piensan funcionarios y técnicos. “Todo está en regla -se repiten-, pero y sí ...?”.
Las normas del juego han cambiado, me decía estos días un amigo. Se mira todo con lupa y lo que antes valía, ahora puede que no. Lo entiendo. Muchas cosas se han hecho mal. Y está bien que, en Andalucía y en toda España, empecemos a hacerlas de modo diferente. Y que paguen todos los que tengan que pagar. Pero procuremos crear unas reglas del juego donde la persecución implacable de la corrupción no se lleve por delante a gente honesta. Donde los jueces se atrevan a poner pie en pared, a distinguir entre justos y pecadores, sin dejarse llevar por la presión mediática. Donde sepamos diferenciar entre lo que merece la condena política y la pena de prisión. Donde las buenas personas no acaben renunciando a dedicarse al servicio público, a ser concejales, alcaldes, jefes de servicio, directores generales, consejeros, por temor a terminar en el banquillo.
Siempre he pensado que cuando los criminales temen a la Justicia, es que la Justicia funciona. Pero cuando quienes sienten desasosiego son las personas honradas, las que sinceramente creen que no han hecho nada malo, la sociedad y la democracia tienen un problema.
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