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La Navidad de Sánchez sin sus amigos incomodados por el feminismo
Hasta cierto punto resulta comprensible, incluso inevitable, que durante una campaña electoral las candidatas y candidatos suelten alguna tontería. Quince días de completa exposición mediática en jornadas extenuantes dan para ello. Con todo, y en contra de lo que pudiera parecer, a veces no se trata de deslices, descuidos en un momento de guardia baja. Esas aparentes contradicciones atienden, en el fondo, a cálculos electorales.
Eso fue lo que sucedió en la campaña de 2023, cuando en una entrevista en Onda Cero el candidato Sánchez confesó que algunos de sus amigos, de entre cuarenta y cincuenta años, se sentían incómodos con el discurso feminista. El líder del PSOE, el partido que ha querido capitalizar el feminismo, a menudo con tácticas muy poco feministas y personajes tan oscuros como Carmen Calvo, de pronto hacía un guiño descarado a los votantes más “cuñados”, para entendernos. Fueron palabras que suscitaron mucha controversia, pero que a la postre se tradujeron en el veto de Sumar a Irene Montero y la entrega de Igualdad en el nuevo gobierno a una ministra inane.
Desde entonces hasta ahora el Gobierno, y en especial la figura del propio Sánchez, ha sufrido un acoso judicial, mediático y político inaudito, en el que se han violado todos los códigos deontológicos imaginables y la judicatura ha perdido cualquier atisbo de prestigio o imparcialidad que le quedara. La democracia española, tan imperfecta desde primera hora, se ha hundido como nunca creímos.
Y, sin embargo, el gobierno resiste, y con él Pedro Sánchez. O resistía. Lo que no han podido hacer las cloacas funcionando a pleno rendimiento parece que lo va a conseguir el feminismo que tanto incomodaba a los amigos del presidente. Y además desde dentro de su partido. Una paradoja cruel, pero que al final, como en tantas ocasiones, la recoge el refranero. Sánchez jugó con un fuego demasiado peligroso.
Se ve que lo de enarbolar la bandera del feminismo solo sirve cuando no interfiere en tu gobierno
A la vista de esa suerte de #MeToo que está atravesando el PSOE, y que por fortuna se replica en otros partidos, se diría que esos amigos incómodos de Sánchez eran puteros y presuntos acosadores sexuales, muchos de ellos con cargos muy relevantes en el partido, en La Moncloa o en diversos gobiernos. Frente a esa recua, uno habría esperado, por un lado, una ministra menos escurridiza que Ana Redondo y, por otro, una secretaria de organización –que precisamente releva en su cargo a los puteros– algo más rápida y contundente en su primera comparecencia.
Desde luego, también habría contado con que las delegaciones territoriales de igualdad no hubieran mirado para otro lado. Se ve que lo de enarbolar la bandera del feminismo solo sirve cuando no interfiere en tu gobierno. Y eso incluye silenciar incluso las denuncias recibidas por los canales internos, hacerlas desaparecer si resulta necesario hasta que, precisamente, este diario desvelaba ese tan oportuno apagón informático.
Seguro que a lo largo de todas estas semanas Sánchez se ha acordado en repetidas ocasiones de aquel argumentario en el que algún lumbreras le había indicado que en la entrevista de Onda Cero hiciera ese guiño cuñado. Él mismo, hace algunos meses, a su manera intentó recoger cable. Nos conminó a los hombres, en vísperas del 8M, a que no nos sintiéramos amenazados frente a los avances de la mujer.
Era un mensaje de urgencia, porque tan solo unos días antes se había publicado una encuesta que revelaba que una mayoría ciudadana, atención, consideraba que los hombres sufrían discriminación. Tardíamente, Sánchez se daba cuenta de que entrevistas como aquella en Onda Cero hacían el juego al discurso tóxico del extremo centro, si se me permite la expresión. Tardíamente, sí, demasiado. Solo ahora, cuando quizás acaben de cavar su propia tumba, las falsas y falsos feministas del PSOE, que han pretendido callar a las voces honestas del partido, se dan cuenta de que los derechos de las mujeres y las disidencias sexuales no sirven solo para sus jueguecitos electorales.
Por mucho que les incomode a los amigos del presidente.