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Nivel del mar
La actualidad empuja y provoca el vértigo de oír el suelo quebradizo como un lago congelado a punto del deshielo. La política en España lleva años generándonos más desazón que confianza, en un contexto global de volatilidad. Bajo el acontecer está la realidad natural. La Tierra, sus paisajes, el mar, horizonte de alivio y serenidad. Pero el mar subirá de 43 a 84 centímetros en 2100 lo que afectará parajes como Doñana en Huelva, Conil en Cádiz, San Vicente de la Barquera en Cantabria, San Sebastián en Euskadi, el delta del Ebro, la Albufera valenciana… Ya no es un peligro lejano, ni en el espacio, ni en el tiempo, ¡son sólo 80 años!
Esa alerta la da el Informe Océano y Criosfera del Panel Internacional de Cambio Climático de la ONU, hecho por 104 autores (31 mujeres y 73 hombres) de 36 países sobre 7.000 publicaciones científicas y presentado en Mónaco en septiembre cuando se pensaba aún que la XXV Cumbre del Cambio Climático se celebraría en Chile. Madrid será, en diciembre, la sede una vez que las manifestaciones chilenas por la injusticia social han sido reprimidas con brutalidad por la policía y ejército del gobierno Piñera.
Esta coyuntura inesperada para España cobra hondo sentido pues el Mediterráneo es la zona cero de la crisis climática, el mar que más rápido se calienta del planeta. Según alerta el Instituto mediterráneo de Biodiversidad y Ecología de Francia “el calentamiento en esta cuenca es un 20% más rápido que en la media”. Lo que, además de elevar el nivel de las aguas e inundar costas, agravará el calor, las sequías, asolará la agricultura, desertificará y afectará a alimentación y salud.
Ya no hay que imaginar las consecuencias del terrorismo climático, del ecocidio, que se perpetra. Basta ver las toneladas de peces flotando en el Mar Menor.
Incalculable sufrimiento humano
“Si no se actúa ya habrá un incalculable sufrimiento humano”, acaban de alertar en BioScience, este arranque de noviembre, 11.333 científicos de 153 países. La sequía extrema y el hambre que conlleva ya causan un “efecto salida” más poderoso para migrar, de África a Europa, que el ficticio “efecto llamada”. Es fácil y terrorífico imaginar cuánto se multiplicarán las muertes en este mar nuestro, tan lírico e inspirador, donde solo desde 2014 se han ahogado 14.000 hermanas y hermanos (la lista es de 35.597 desde 2003).
Urge tomar medidas, fuera y dentro de una cumbre del clima, que debe aspirar a mucho más que a ganar dinero con el alojamiento de los congresistas.
Y también urge atender a una peligrosa idea que empieza a deslizarse en los discursos ambientalistas. David Vieites, científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y uno de los 11.333 científicos participantes en el informe BioScience, declaró con motivo de su presentación: “Es duro decirlo, pero somos demasiados. Llegará un punto en que lucharemos por los recursos. Si no se controla el crecimiento y no hay recursos para todos, la población reventará”. Peor que duro, remite a Malthus y podría desembocar en eugenesia. Por dos motivos que confluyen:
De un lado, en Europa y especialmente en España la llamada a incentivar la natalidad, defendida con ahínco por la ultraderecha, goza de amplio consenso.
De otro, es infrecuente oír voces como la de Pablo Acebes, ecólogo de la Autónoma de Madrid (UAM), también co-autor de la alerta de Bioscience diciendo que “si no fuera por la población inmigrante, la situación demográfica de España sería desastrosa”. Lo habitual es que el neofascismo cebe el miedo a una invasión, que prospera gracias al racismo en que nos criamos.
Nosotros queremos crecer y multiplicarnos, pero decimos que en el planeta sobran humanos. Y miramos, por supuesto, a los de la orilla sur, al África a la que el poder jerárquico de la Iglesia, de evangelización pareja a la colonización, lleva décadas asustando con el infierno si se atreven a usar método de contracepción.
Evitemos naturalizar las referencias a vidas sobrantes cuando hay 25.000 muertes diarias por hambre, ¡8.500 son niños! Y, mientras, se multiplica la cifra de superricos de forma obscena.
“Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”, dice contrariada, en este audio filtrado, Cecilia Morel, primera dama chilena.
Los privilegios no se convertirán en derechos para mayorías sin enorme esfuerzo, igual que no se contendrá solo el nivel del mar.