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Nueve requisitos para visitar a un paciente de UCI

Archivo - Un paciente ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

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No sé si es cierto aquello de que de toda experiencia, por mala que sea, acabamos aprendiendo algo. Lo que desde luego sí tengo por seguro es que si ponemos el foco no tanto en los pacientes como en quienes les visitan, una UCI hospitalaria acaba arrojando conclusiones sorprendentes. En todas ellas se manifiesta la hipocresía del discurso institucional sobre algunos asuntos que, se supone, vertebran nuestra sociedad. Veamos algunas de esas conclusiones:

1. Sácate el carnet de conducir… como un hombre. Es habitual que en cada provincia solo un único hospital, el de la capital, reúna todas las especialidades, por lo que un accidentado cerebral, por ejemplo, tendrá que ser trasladado hasta allí. Quizá su localidad se encuentre a, no sé, una hora y media de coche. Eso que llamamos patriarcado provoca que, de manera habitual, en algunos pueblos las mujeres de mayor edad nunca hayan conducido, de modo que, aun sí estuvieran en condiciones de hacerlo, no tendrían cómo desplazarse con frecuencia a esa UCI.

2. Muérete joven. Si llegas a la vejez y no has tenido hijos, es muy probable que ya te queden muy pocas personas alrededor, y que las que queden carezcan de energía para cuidar a nadie en situación delicada.

3. Consigue pasta. Por seguir con el ejemplo de esa misma señora del primer punto, que también puede ser la del segundo. Quizás tampoco tenga medios económicos, así que durante un tiempo indeterminado pasará las siguientes semanas durmiendo en una silla de una sala de espera. La culpa es suya, claro, porque con una buena cuenta de ahorros se podría haber instalado cómodamente en un hotel, o alquilar un pisito por Airbnb o, como mínimo, una pensión.

4. No te enamores. A lo mejor la persona ingresada es la pareja de la señora, con quien lleva compartiendo media vida y no concibe alejarse de ella ni, por descontado, conseguir algún modo de transporte hasta su pueblo para descansar allí algunos días. ¿Pero por qué no se larga a ese distante pueblo? A fin de cuentas, en la UCI se puede pasar mucho tiempo en estado inconsciente, así que ¿cuál es la diferencia para el paciente si te quedas una semanita tan tranquilamente en tu casa? Vale que nos han machacado con eso de que la familia es la base de la sociedad. Pero basta de ingenuidad: cuando entras en una UCI a hora y media en coche de tu domicilio, ¿por qué tendría que preocuparse alguien de tus familiares?

5. Elogia la vida rural, sobre todo si es en el cine. Puedes empezar deseando que Alcarrás gane el óscar. Es una pena lo que le estamos haciendo a la gente del medio rural y tienen derecho a una vida digna, aunque luego les llevemos a morir a una capital de provincia sin buenas comunicaciones y no contemos con ayudas para estancias de sus cuidadores.

6. Deja el trabajo cuanto antes, pero también arréglatelas para pagar impuestos. El Estatuto de los Trabajadores recoge dos días de permiso por hospitalización de familiar, y otros dos extraordinarios si esta hospitalización te exige un desplazamiento de más de 200 kilómetros. Después de esos cuatro días, en el mejor de los casos, pídete la baja sin sueldo, aunque no tengas para un hotel, un pisito Airbnb o una simple pensión. Lo de menos es que lleves 40 años pagando impuestos con tu nómina o que el presidente de tu Comunidad Autónoma se los quiera rebajar a los ricos. El trabajo dignifica, excepto cuando tienes a alguien en la UCI, que entonces se convierte en un engorro.

7. Habla mucho de salud mental, pero como si fuera un problema caído del cielo. Eso es sobre todo cosa de la chavalería y sus excesos con los porros, que les dejan tontas y tontos. No tiene nada que ver con dormir a tus 70 años en una silla de hospital noche tras noche mientras agoniza tu pareja.

8. No sueñes. Podrías fantasear con hospitales que se hicieran cargo, mediante algún tipo de alojamiento y pensión alimenticia, de la persona cuidadora sin posibles que ha debido abandonar su lejano domicilio para instalarse en una silla de la sala de espera. Podrías, pero te llamarían gilipollas, aunque ya hayan tenido esa idea antes que tú.

9. Si vuelves a leer una columna como esta niega cualquier parecido con la realidad. Pero por si acaso cruza los dedos.

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