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El nuevo bipartidismo: Candy versus Frozen
Que el asunto más interesante sobre el reciente Debate del Estado de la Nación haya girado en torno a Celia Villalobos y su entretenimiento con el Candy Crush demuestra que el bipartidismo ha muerto. Por una vez, el Partido Popular estuvo cerca de la gente y la ex alcadesa de Málaga ejemplificó a la perfección el sentir de la ciudadanía: cualquier muñegote de una tablet resulta más interesante que Rajoy.
Cuando el periodista Antonio Maestre grabó a Villalobos jugando desde su asiento de presidenta de la Cámara, donde relevaba a Jesús Posadas, probablemente imaginaba que estaba registrando un momento perfecto: la muerte del bipartidismo sin solemnidad alguna, irrisoria, intrascendente, despreciada incluso por sus propios protagonistas. El discurso delirante y triunfalista de Rajoy quedaba inválido por unos cuantos pantallazos en la tablet de una de las antiguas ministras de su partido. El Candy Crush merecía más atención. Pero no, luego supimos, a través del programa El Intermedio, de La Sexta, que el juego en cuestión, que por lo visto consiste en colocar caramelitos, no era ese. Era Frozen Free Fall, el juego de Disney sobre su popular película, que a mi sobrina de cuatro años de edad, lo mismo que a Villalobos, le encanta.
En esa película, la ciudad de Arandelle vive un invierno eterno, al borde de la extrema congelación, algo muy parecido a lo que le sucede a Rajoy y al PP hoy. Anna y Kristoff emprenden la búsqueda de Elsa, la única capaz de acabar con el invierno que ella misma, valiéndose de sus poderes, ha arrojado sobre la ciudad.
Pedro Sánchez, que hasta ahora había jugado un papel más dulce, más propio del Candy Crush, intentó durante el debate presentarse como la nueva Anna, como el nuevo Kristoff, el único capaz de romper el hechizo que en noviembre mandará a la nevera al Régimen del 78. No coló. No se puede estar meses colocando caramelitos en forma de pactos antiterroristas al borde la ley, de coqueteos con la fórmula de la gran coalición, de amagos con deshacer el entuerto de la reforma del artículo 135 de la Constitución y ahora subirse a la tarima, con las encuestas helándole el espinazo, para despotricar contra Rajoy y su Gobierno. Demasiado tiempo jugando al inofensivo Candy Crush para ahora convencer de que solo tú sabes enfrentarte a un mundo frozen total.
Ahí estaban, no obstante, disputándose una partida que ambos partidos saben perdida. Mientras ellos jugaban a las maquinitas, la gente de este país continuaba haciendo política real: frenando con sus cuerpos los desahucios que Rajoy intentaba obviar con el anuncio de alguna medida-caramelo, avanzando en la confluencia de los procesos municipales y autonómicos, estudiando las medidas de Syriza en Grecia para revertir el azote de la Troika, sumándose a las mareas como nuevas formas de sindicalismo, a la espera de que las cúpulas de las grandes centrales pasen también, antes o después, a un largo invierno.
Pablo Iglesias, entre tanto, marcaba registros de audiencia televisiva propios del fútbol y se autoerigía líder de la oposición. Podemos organizaba en Madrid una alocución para dar la réplica los del Candy Crush y Frozen y de paso retarles a un debate cara a cara, lo que a Rajoy le habrá hecho derretirse de miedo. Hay un poco de bravuconería en eso, claro, pero el mensaje era claro: no valen ya los caramelitos del Candy Crush para engatusar a una población asqueada; ustedes, en el fondo, como ha demostrado Villalobos, ya sólo juegan al Frozen Free Fall, que a nadie se le habrá escapado lo que significa en castellano: congelados y en caída libre.
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