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ANDALUCES EMIGRAOS
P’atrás, ni pa coger impulso

Organizando el espacio al hacer la maleta.

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A la gente se le hace muy fácil eso de decir: “Bueno, y ahora con Trump, te volverás ya, ¿no?”. Y cuando digo la gente me refiero a los que no han volado del nido, no han levado las anclas, no han perdido la silla porque siguen en Sevilla, vaya.  

A la gente se le hace muy fácil, pero no. Lo de volverse es muy difícil. Y cuantas más raíces hayas echado, más complicado es arrancarlas y trasplantarse. 

La migración de retorno, como se conoce al proceso por el que los emigrantes regresa a su país de origen, no es un fenómeno aislado. En este estudio de Aldika Ndreka asegura que entre el 20 y el 55 por ciento de los migrantes regresan al país de origen. 

Las razones para el retorno son variadas, desde la nostalgia hasta otros aspectos más prácticos. Ndreka identifica cuatro principales motivos por los que los migrantes regresan, entre ellas, si el emigrante prefiere el país de origen. Siendo Andalucía un lugar donde, por muchas quejas que tengamos, sabemos que se vive bien, pues es muy difícil no vivir siempre con un pie en el “y si nos volvemos”. 

Pero ojo, no soy yo sola, o los más de 200.000 andaluces que estamos fuera de la comunidad autónoma. Según un estudio realizado en la Universidad Autónoma de Barcelona por Sonia Parella et al., esto del retorno voluntario es casi intrínseco a la experiencia migratoria. Algo con lo que nos vamos, aunque no todos consigamos volver. 

Pero, aunque parezca un asunto plenamente personal, el retorno migrante es de ámbito público. Según Ndreka, muchos países creen que se benefician cuando sus ciudadanos que han migrado vuelven, ya sea porque traen unos ahorrillos en la alforja, o porque la transferencia de tecnologías y habilidades ganadas puede ser un motor para el país de origen. 

Mi amiga la emigrante retornada me contaba que le estaba costando adaptarse de nuevo a las maneras de vivir de nuestra comunidad. Decía ella, después de muchos años de cuasi-soledad y libertad, volver a las exigencias de un grupo familiar y social puede ser extremadamente abrumador

Muchos países tienen incentivos para la emigración de retorno. De hecho, el gobierno de España tiene un subsidio para aquellos que regresen de la migración y estén en desempleo. También tiene disponible una Guía del Retorno con información muy completa de todo lo requerido para este paso. 

En su página web, la Junta de Andalucía expresa su deseo de “creación de las condiciones indispensables para hacer posible el retorno de los andaluces en el exterior que lo deseen”. Aunque no queda muy claro exactamente a qué se refieren con eso de hacer posible el retorno de los andaluces. 

En el estudio de Parella proponen un concepto que creo es acertado para describir el retorno: el sufrimiento social, en el que hay varios factores que pueden influir en este sufrimiento al retorno de migrantes.

En primer lugar, los autores dicen que “la capacidad del país de absorber o no las habilidades adquiridas en el extranjero” puede ser un motivo de este sufrimiento social. Destaco esto, que me parece muy relevante a la emigración andaluza o también llamada fuga de cerebros, en la que jóvenes muy formados nos hemos tenido que ir para encontrar trabajo de lo nuestro. Si Andalucía consigue avanzar lo suficiente como para que estas personas sientan que tienen oportunidades laborales en su campo, seguramente volverán. 

Pero lo más interesante me parece que proponen Parella et al. es que “las relaciones familiares y personales requieren nuevas dinámicas tras el retorno, lo que exige procesos de (re)adaptación, de ajuste de expectativas y gestión de conflicto”. Es algo que yo, como emigrante titular, no he vivido, pero me baso en la experiencia de una amiga que después de varios años fuera de Andalucía, regresó a nuestro pueblo. 

Mi amiga la emigrante retornada me contaba que le estaba costando adaptarse de nuevo a las maneras de vivir de nuestra comunidad. Decía ella, después de muchos años de cuasi-soledad y libertad, volver a las exigencias de un grupo familiar y social puede ser extremadamente abrumador. 

Por eso este exilio semivoluntario de tantos andaluces que nos resistimos a trabajar en hoteles o restaurantes y preferimos seguir donde nos dejó el viento es difícil de terminar. Porque ponerle el punto final al proyecto de migración está plagado de incertidumbre y desasosiego. Y porque, como decía mi abuela, p’atrás ni pa coger impulso. 

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