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Pablo Casado, noniná

El presidente de PP, Pablo Casado, preside la reunión de la plenaria conjunta de los grupos parlamentarios del PP en el Congreso de los Diputados y del Senado, en la Sala Ernest Lluch del Congreso, a 21 de junio de 2021, en Madrid (España).

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Ya conocen el viejo chiste de la madre del soldado: “Qué bien desfila mi hijo y no sé por qué el resto va con el paso cambiado”. Si su partido no hubiera abolido felizmente el servicio militar obligatorio, Pablo Casado sería ese recluta. En un momento en que la España de las encuestas va digiriendo los indultos contra los presos como consecuencia del procés de Cataluña, cuando hasta la Iglesia Catalana, los empresarios aunque fuera por equivocación, los sindicatos, Juan el de Carglass y el amigo de Balay aceptan que se aplique dicha medida de gracia, el centroderecha de la derecha de la ultraderecha, según combinen los colores patrios, cree que se trata de una felonía y de vender a España por la multipropiedad de La Moncloa.

A Pablo Casado, presidente del Partido Popular y líder de la oposición, no le gustan los giros de guión. Tuvo uno, momentáneo, cuando abjuró de Vox en el Congreso, con un traje a la medida de Angela Merkel o de Emmanuel Macron. Igualito que Pablo Iglesias, que tuvo un final de temporada propio de Juego de Tronos, su serie fetiche. Lo de Casado recuerda más bien a los finales previsibles de “Se ha escrito un crimen”. Y buena parte de la audiencia empieza a dudar que, a estas alturas, él vaya a repetir en la próxima temporada como la señora Fletcher. De chico, él era más de ver E.T. Quizá por eso ahora gima “Mi casa, mi casa”, cada vez que hay una sentencia o un auto judicial que viene a confirmar que el pasado nunca es exclusivamente asunto del pasado. A estas alturas, según sus amigos y las revistas del corazón, le gusta más “La lista de Schindler”, pero, Dios santo, que no lo sepa nunca Santiago Abascal.

Últimamente, como habla mucho con Isabel Díaz de Ayuso --según confirmó ella misma cuando parecía haberse vuelto republicana--, el inquilino de Génova (la casa de los horrores financieros) está pasando del perfil de John McCain o de Mitt Romney a Donald Trump. Se trata de un plan Ponds de fiereza diaria que suele dejar un reguero de versículos del apocalipsis, fakes news y contradicciones propias de alguien que no recuerda demasiado bien como aprobó su máster. Si así le fue bien al multimillonario norteamericano y a la presidenta de la Comunidad de Madrid, no tiene por qué irle mal a él. Eso dirán sus asesores áulicos. Pero a la afición nos tiene tan acostumbrados a su eterno papel de Dr. No, que ya le pasa como a Risto Mejide, que no despierta el morbo sadomaso de su debut en Operación Triunfo. Sorprendería verle poner una propuesta constructiva en mitad del Parlamento o del Consejo de Ministros. ¿Está a favor o en contra de que nos quitemos las mascarillas el sábado? No me queda claro. ¿A favor de que crezca el consumo pero, al mismo tiempo, en contra de que suba el salario mínimo interprofesional?  

Solo el españolismo modelo don Pelayo y el soberanismo marca Wifredo El Belloso parecen reticentes a los indultos que quizá no ahorren nada pero, al menos, dejan sitio libre en los chabolos antes de que tuviéramos que hacerlo a golpe de sentencia

De nada vale que, a excepción de la nueva lideresa, sus barones parezcan tan bolivarianos en lo de la pandemia como Pablo Simón, aunque sin el pelo alborotado. De nada que menos su séquito, medio mundo parezca más atento a los avatares de la Selección Española que al hecho de que algunos quieran seleccionar a los que son españoles de bien frente a los que somos españoles de mal o, simplemente, no mereciéramos ser españoles. Solo el españolismo modelo don Pelayo y el soberanismo marca Wifredo El Belloso parecen reticentes a los indultos que quizá no ahorren nada pero, al menos, dejan sitio libre en los chabolos antes de que tuviéramos que hacerlo a golpe de sentencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.

En cualquiera de esas sesiones de control al Gobierno, lo más parecido a una pelea de gallos raperos de un tiempo a esta parte, sería guay que desvelara sus planes para Cataluña, ya que los del Gobierno okupa son tan pérfidos. ¿Fichará al Capitán Trueno y su Santiago Cierra España en vez del crucero pintado de Piolín pero lleno de antidisturbios como si fuera un Caballo de Troya del siglo XXI, pero con métodos del siglo XIX?

Día tras día desde que asumió el liderazgo de su partido, abre la boca y todo el mundo adivina que va a decir que no. Como un niño enfadado porque sus padres le llevan de visita a casa de los parientes en la última foto de la Plaza de Colón. Como un disco rayado de Amy Winehouse, que en paz descanse, cada vez que le preguntan por María Dolores de Cospedal. Cuando aprenda, como pregonaran Lenin y Marcelino Camacho, a dar dos pasos al frente y uno atrás si es necesario, a lo mejor se convertirá en un hombre de Estado standard o en una persona que sabe decir sí cuando es sí o no cuando es no, como en el viejo lema de un candidato falangista a las primeras elecciones democráticas. En caso contrario y, si se confirman los sondeos, este país volverá a estar gobernado por los supercicutas. Y, con él o con ella, volveremos al alegre pasado de reformas laborales, la pasma y las togas contra cualquier paripé de urnas, leyes mordaza frente a la indignación, libretas con iniciales en las cloacas del Estado, LOMCEs  sin humanismo y otras célebres atracciones de feria. ¿A que sí? Noniná. 

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