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Pedro Sánchez acierta

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con un grupo de periodistas tras la rueda de prensa en el Palacio de La Moncloa. EFE/Kiko Huesca
26 de junio de 2022 22:10 h

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Cuando el presidente Pedro Sánchez afirma que su Gobierno de coalición es incómodo para ciertos sectores económicos y sus terminales políticas y mediáticas, acierta. Cuando dice que no nos quebrarán, uno se anima; cuando apenas se nota qué hace para no ser quebrado, se desanima.

De todas maneras, no estaría mal que el presidente fuera más explícito: nos gustaría saber a qué sectores económicos se refiere. Aunque lo notamos, los sufrimos. Nos gustaría saber también de qué terminales mediáticas habla. De su agenda para doblegar a los sectores económicos se puede decir que, hasta el momento, -hasta antier quizá-, su discurso y acción han sido pacificadores; incluso sus ministros apenas han reclamado empatía. De la mediática, solo podemos destacar su carácter errático cuando no suicida. Quizá deba mejorar su agenda mediática no sea que esté dando pisto a esas terminales mediáticas, sus estrellas y mandarines. 

Los teóricos y prácticos del periodismo no se cansan de repetir que ellos fiscalizan el poder. Lo que intuíamos, es que algunos periodistas intentan poner y quitar gobiernos

Entre las llanteras de los PSOEs federal y andaluz tras los resultados electorales, ha sorprendido el lamento por el papel de los medios de comunicación, los terminales. Cierto; en campaña, precampaña, antes, durante la legislatura e incluso en la jornada de reflexión y electoral.

Sorprende que sorprenda y no hace falta que el PSOE de Andalucía sea más explícito. Los conocen bien, a sus directores, voceros y plumillas. Sorprende, además, por las relaciones habituales que ha mantenido durante décadas con los citados medios (incluida la radiotelevisión pública) como partido y en tanto que titular del Gobierno de Andalucía u otras instituciones, sean ayuntamientos o diputaciones.

En tiempos de reflexión forzosa y propósitos de enmienda cabe preguntarse: ¿Desde cuándo se ha dado cuenta? ¿Qué ha hecho? ¿Ha roto ya las cartas de amor, las fotos y ha devuelto los rosarios? Hay una cosa que ha dicho Sánchez con la que no estoy de acuerdo. Siempre, cuando gobernamos, sostiene, nos acordamos de los nuestros; al menos, mediáticamente, no. Baste repasar su agenda personal, mediática, digo.

Según se ha sabido por el propio protagonista, un director de El País ha confesado que hicieron todo lo posible para que su partido de usted, señor Presidente, no formara gobierno de coalición con los que no le gustaban al citado sujeto. Algo no solo poco democrático sino nada profesional. Los teóricos y prácticos del periodismo no se cansan de repetir que ellos fiscalizan el poder. Lo que intuíamos, antes de la confesión, es que, además,-serán los peores de cada promoción-, algunos periodistas intentan poner y quitar gobiernos (los lectores habrán echado de menos una palabra institucional, editorial, tranquilizadora)

Viktor Kemplerer decía que las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico; no te das cuenta pero, con el tiempo, las palabras tóxicas, envenenadas, hacen su efecto

Como en el caso de las palabras de Sánchez, nos falta saber quién estaba detrás del citado director confeso, aunque se sabe hasta dónde puede llegar un periodista agradecido, agradeciente o meritorio, o convencido de pertenecer a la nobleza de Estado, con una misión mesiánica o redentora, algunas veces por encargo. Pero...

Viktor Klemperer, autor de La Lengua del Tercer Reich, cuenta cómo en su estancia como profesor universitario en Nápoles, la gente gritaba enfadada “pagato, é pagato” contra  la prensa local y napolitana, por ende. Al otro día, creían al mismo medio a pies juntillas. Cosas de Nápoles. Lo cuenta en el marco de su reflexión sobre la manipulación, de la mentira por encargo. Viktor decía que las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico; no te das cuenta pero, con el tiempo, las palabras tóxicas, envenenadas, hacen su efecto.

En estos días de revuelta, he leído por primera vez la expresión golpping mediático, queriendo decir que desde los medios se está dando un golpe contra el Gobierno legítimo. Desde ayer, siguiendo con el inglés de los montes, podríamos decir que parece que el Gobierno se ha dado cuenta de que está siendo golpped. Se recurre al inglés, y en gerundio. Es una plaga gerundiana. Qué diría George Orwell, que se sintió obligado a escribir La política y la lengua inglesa. Orwell estaba preocupado por el idioma y su perversión política.

¿La verdad es demasiado brutal como para que la conozcan los ciudadanos? Sea más explícito, señor presidente

Mark Thompson, que fue director general de la BBC y consejero delegado de The New York Times, se interpelaba sobre “cómo arreglar un lenguaje público roto”. Tenía razón. Volvemos a las preocupaciones de Orwell. Avisaba de un lenguaje público pretencioso, rancio, vago, destinado a dormir, a empobrecer la capacidad del ciudadano de comprender en toda su extensión lo que está pasando, lo que nos está pasando. ¿La verdad es demasiado brutal como para que la conozcan los ciudadanos? Sea más explícito, señor presidente.

Orwell insistía en el ocaso del lenguaje público, en la victoria de las metáforas moribundas, un lenguaje alejado de la gente, orgánico, lleno de palabras que ya están desgastadas y son inservibles. A veces, por la izquierda, es un lenguaje pacificador; unas veces por cobardía, otras, como señal de debilidad.

Hoy viene a pelo Talleyrand: “El lenguaje sirve para ocultar los pensamientos del diplomático”. Qué conmoción lo que está pasando en Melilla.

La gente está ahí esperando, la mayoría aturdida y desorientada en la abstención. La izquierda no solo está inmersa en una crisis de identidad y de ideas, también está en plena crisis de palabras.

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