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El último gran complot de la jueza Alaya

Mercedes Alay ha asegurado que "PSOE y PP me quitaron por miedo a que investigara los cursos de formación"

Ángela Cañal

La última gran conspiración descubierta por la juez que instruyó las macrocausas de Mercasevilla, los ERE y el caso de los cursos de formación en Andalucía podría llamarse “el caso Alaya”. La magistrada, poco amiga en sus tiempos de hablar con los medios, se ha destapado esta semana con una entrevista exclusiva en ABC en la que denuncia presiones políticas y un complot a gran escala que involucraría a los grandes partidos (PP y PSOE) y a la cúpula judicial. Objetivo: apartarla de la investigación de los grandes casos de corrupción que han afectado al Gobierno andaluz en los últimos años.

Recordemos que en el caso ERE, cuya llamada “pieza política” se está juzgando ahora, Alaya describió una gran “pirámide” de corrupción y clientelismo, con decenas de cargos implicados, en cuya cúspide estarían los ex presidentes Chaves y Griñán. En los cursos de formación, la juez trató de establecer campo de juego similar, pero esta vez estas “teorías de la conspiración” no resultaron verosímiles para la Fiscalía Anticorrupción ni para la nueva juez que asumió la causa, que decretó su archivo.

En esta nueva trama, Alaya no dispara sólo contra el PSOE. En un dramático giro de guión, acusa también al Partido Popular de haberse conchabado con sus adversarios políticos para “quitarla de enmedio” en la investigación del fraude en los cursos de formación, que fue finalmente archivada. A cambio, ambos mantendrían el status quo en el reparto del poder territorial en España, amenazado por la irrupción de los partidos emergentes, y bloquearían investigaciones similares en otras comunidades.

Pero PP y PSOE no habrían actuado solos. Según el esquema que dibuja la juez en la entrevista, estaría también en el ajo el presidente de la Audiencia de Sevilla, que la engañó al prometerle que conservaría sus casos aunque pidiera un ascenso; el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que avaló encargar las macrocausas a una nuevo juez; y el Consejo General del Poder Judicial, el máximo órgano de los jueces, que refrendó la propuesta. Sin olvidar naturalmente a su sustituta, la juez Núñez Bolaños, contra la que Alaya ha disparado sin piedad: la acusó en su momento de no estar preparada para una instrucción de esta envergadura y de mantener una sospechosa amistad con el ex consejero de Justicia de la Junta, Emilio de Llera.

Por medio, en esta gran conspiración habría otros actores secundarios que, siquiera involuntariamente, habrían colaborado en sabotear el trabajo de la juez. Ahí tampoco deja títere con cabeza. Desde los inexpertos jueces de apoyo que no tenían “ni idea” y a los que no tenía energía ni tiempo para poner al día en las macrocausas. Pasando por otro de los refuerzos asignados, al que describe como un caradura que salía el primero de trabajar para irse a comer al club Pineda o recoger a los niños del colegio.

En su relato de los hechos, Alaya se retrata a sí misma como una heroína inmaculada, enfrentada a un sistema político y judicial podrido de arriba a abajo. Y para ello utiliza un lenguaje y un hilo argumental que recuerdan mucho a los de sus famosos autos judiciales, de enorme impacto en la opinión pública, que la convirtieron en el gran azote judicial del llamado 'régimen' del PSOE en Andalucía.

Con una diferencia: no aporta una sola prueba de lo que dice y se limita a realizar -algo inaudito en una juez en ejercicio- acusaciones al aire que han provocado, junto al revuelo mediático, un enorme estupor político. Sobre todo en el PP, donde ayer aún se estaban sobreponiendo de la traición de Marta Sánchez al cantar su himno en un acto de Ciudadanos cuando les llegó la inesperada puñalada de una jueza a la que muchos -Zoido el primero- consideraban una aliada.

La entrevista deja tantos titulares como preguntas sin responder. Para empezar, sobre los hechos que denuncia, que son de una enorme gravedad. Para continuar, porque despierta de nuevo la vieja pregunta: si los jueces no se fían entre ellos, ¿cómo nos fiamos nosotros de los jueces?. Y también porque no aclara las razones que la han llevado, justo en este momento, a romper un silencio ante la prensa que tan celosamente había mantenido. ¿Por qué ahora, con el juicio de los ERE en pleno proceso? ¿Por qué ha esperado este tiempo para denunciar los supuestos manejos sucios del PP? ¿Añora Mercedes Alaya sus tiempos de estrellato mediático? ¿Tiene alguna otra cosa en mente?

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