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Volver al cine o el valor de lo colectivo
Crecí viendo películas en el cine de verano que había junto a la casa de mis abuelos, en el pueblo en el que pasábamos las vacaciones. Recuerdo como si fuera ayer el olor a palomitas, la cinta de casete de grandes éxitos de los 60 y 70 que amenizaba la espera media hora antes de la película o las grandes colas de familias y grupos de amigos que se formaban delante de la casa.
Aquel cine acabó siendo derribado y en su lugar hoy hay un descampado que funciona como parking. Esta triste imagen me viene a la mente como una desoladora metáfora de lo que para mí significan los cierres, ya tan habituales, de las salas de cine.
En los últimos años, el 70% de los cines de España han cerrado sus puertas, y con ellos, miles de historias, recuerdos, conversaciones y hasta primeros besos. Pero no crean, no será esta columna un ejercicio de melancolía o nostalgia, sino todo lo contrario. Se trata más bien de reflexionar sobre el futuro y sobre si el progreso o el avance de la sociedad han de pasar por el abandono de las experiencias colectivas en favor de las individuales. Permítanme argumentarles por qué creo que no.
Los rituales colectivos hacen ciudad, nos convierten en miembros de una comunidad y nos hacen sentirnos más cerca de quienes nos rodean. La tendencia hacia el individualismo que parece imponerse nos convierte en seres aislados
Hay algo de magia en ir a ver una película en el cine. Estar en una sala llena de desconocidos durante dos horas y darte cuenta de que esas personas, con las que a simple vista no te une nada, se ríen, lloran o se emocionan con lo mismo que tú, al mismo tiempo. Y entonces dejas de estar solo. Y esas figuras anónimas cobran rostro, historias, sentimientos, y aunque sea durante un rato, sabes que formas parte de algo.
Se trata de ese mismo sentimiento de pertenencia que percibimos en el concierto de nuestra banda favorita cuando unimos nuestra voz a otras voces para corear aquellas canciones que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida. O cuando los espectadores de un espectáculo deportivo gritan y se abrazan para celebrar un tanto de su equipo. Son esos momentos únicos e intransferibles que nos hacen conectar, esa emoción que es la clave para generar empatía, tan necesaria en cualquier sociedad.
Los rituales colectivos hacen ciudad, nos convierten en miembros de una comunidad y nos hacen sentirnos más cerca de quienes nos rodean. La tendencia hacia el individualismo que parece imponerse con los nuevos tiempos y formas de consumo nos convierte en seres aislados, excesivamente preocupados por nosotros mismos, encerrados en nuestros personales caparazones. Más tristes, más solos.
Lo que defendemos es una modernidad que pone en el centro de la ecuación a la ciudadanía social frente al individuo fragmentado
Fue la difunta Margaret Thatcher la que en 1987 se preguntaba “¿Quién es la sociedad?” y ella misma respondía: “No existe tal cosa, tan solo individuos, hombres y mujeres”.
A quienes nos oponemos a ese modelo, se nos intenta presentar como nostálgicos de una sociedad que ya es pasado. Nada más lejos de la realidad. Lo que defendemos es una modernidad que pone en el centro de la ecuación a la ciudadanía social frente al individuo fragmentado.
Hay en Majadahonda uno de mis cines favoritos. El Cine Zoco nació de la unión vecinal ante el cierre inminente del cine del barrio. La creación de una asociación permitió reabrir sus puertas y hoy los vecinos son los propietarios del cine que gestionan mediante un sistema democrático. Ellos mismos programan (una programación interesantísima y de calidad impecable) e incluso invitan a los directores a presentar sus películas y participar en coloquios. Yo misma he tenido la suerte de acudir con mis últimos documentales y les aseguro que la experiencia es fantástica.
Este caso me recuerda al de una mujer que conocí en el Cine Van Dyck de Salamanca tras un pase de “A las mujeres de España. María Lejárraga”. “Me habían invitado, pero yo he querido pagar mi entrada, porque si a mí me cierran en cine yo me muero”, me dijo.
Se trata mucho más que de pantallas, plataformas, calidad de sonido, comodidad... Se trata de pensar hacia qué lugar queremos ir. Yo creo que hay que volver a crear redes sociales, hay que volver al cine.
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