Era el último día del año. Un día señalado en el calendario en el que un tercio del mundo se encargaba de los preparativos de la cena haciendo la compra en supermercados o poniendo a macerar la carne que competiría con el resto de la oferta concienzudamente preparada para los invitados; el segundo tercio pasearía al perro, saldría un rato a correr, cuidaría de un familiar, visitaría a sus sobrinos o (bendito placer) se tomaría unas cañas con el amigo que en días corrientes es sólo un conjunto de caracteres en Whatsapp; el tercero estaría trabajando para que, paradójicamente, los otros dos tercios vivieran con total normalidad una nochevieja más de entre las 70 u 80 que, de media, la vida nos regala a todos. China, entretanto, nos lanzaba su primera alerta mundial debida al Coronavirus. 31 de diciembre de 2019.
Margaret Chase Smith dijo que “De todos los peligros, el mayor es subestimar al enemigo”. A partir de ahora grabémoslo a fuego porque, “duro de oídos” para lo importante, el mundo llegó tarde a la cita contra su enemigo. Lo subestimó. El 11 de marzo de 2020, 60 largos días después de la nochevieja, se declaraba oficialmente la pandemia.
Y España. 13 de marzo de 2020, primera muerte por Coronavirus. Ni las barbas de nuestra vecina Italia, cortadas sin piedad por la afilada navaja del virus, ni el decidido ataque coreano allá por el 20 de febrero, fueron suficientes “alicientes” para que nuestro país, que otrora marcaba el destino de la Humanidad con sus decisiones, se removiera un ápice de su sillón. España, bien acomodada en el rebufo en el actual orden mundial, también se sumaba a la subestimación de su enemigo y el Covid19, dispuesto a emular al Duque de Angumela con sus puntuales y dispuestos “Cien Mil hijos de San Luis”, pillaba distraído a un Gobierno que, en los momentos clave de un país, se empeña en alterar el orden de prioridades anteponiendo la oportunidad demoscópica a la (pre) visión de estado.
Hoy es 26 de marzo de 2020. 4087 muertes en 13 días. 56.188 contagiados. Ahora cada minuto cuenta y en esta cruda batalla que hoy libramos, todos tenemos un papel y un deber que cumplir. Tino, determinación y responsabilidad en cada minuto es lo que, desde la lealtad institucional y como diputado que soy, le pido a quienes dirigen nuestra nación. A enfermeros, basureros, cuidadores, policías, camioneros, cabos de infantería, reponedores, operadores de cámara, maestros, farmacéuticos, agricultores…, gracias, gracias y gracias. Sois la primera línea. Nuestra esperanza y nuestro orgullo a cada minuto. Y a ti, que estás detrás: tu arma solo es una, la paciencia, pero ten muy presente cada amanecer que tu hogar es la fortaleza de todos. Una fortaleza que cada primer minuto de las ocho de la tarde ilumina con tu aplauso los ojos cansados de nuestros sanitarios. Tu ejemplo quedará grabado en una intachable hoja de servicio para la Historia de nuestra nación.
Y cuando hayamos aprendido esta lección de luchar por la vida gracias a un respirador, saldremos a la calle, pisaremos de nuevo parques, oficinas, playas, campos, terrazas, tiendas o la casa de nuestros padres, eso sí, esperando que todos seamos más humildes, más agradecidos, más solidarios, más empáticos y más conscientes de lo que éramos cuando nos tomábamos las uvas. A pesar de las bajas que dejará para siempre en nuestros corazones, venceremos a nuestro enemigo. Porque los españoles siempre supimos salir adelante. Y porque son muchos los abrazos que esperan. Pero eso será el día de mañana, hoy sigamos dentro de nuestra fortaleza.
Sergio Romero es portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Andalucía
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