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Güejar Sierra: un “banco de tierras” en activo desde hace cinco siglos

Vista panorámica de Güéjar Sierra, en la provincia de Granada.

Ángeles Huertas

“La tierra, para el que la trabaja”. Con esta frase Emiliano Zapata, líder de la revolución mexicana de 1910, reflejó el sentimiento de su pueblo. En Güéjar Sierra, una localidad granadina con una población que ronda los 3.200 habitantes, sus vecinos llevan poniéndola en práctica desde hace cinco siglos, “cuando el Rey Felipe II en 1572 inició la repoblación de esta zona”, explica José Teva, presidente de la Junta Administrativa de los Montes Comunales del municipio. “Y al parecer”, apunta con orgullo, “somos los únicos en Andalucía que mantenemos este sistema”.

La Reconquista con la expulsión de los moriscos de Granada hizo que una parte de Sierra Nevada quedara desierta, así que el monarca apodado El Prudente ordenó llevar a cien vecinos a esta zona a los que les entregó varias hectáreas de terrenos para su cultivo o como pastos para el ganado. La tradición ha seguido hasta hoy por lo que, legalmente, los empadronados en Güéjar son los dueños de las 1.400 hectáreas de terreno comunal que quedan. Esto significa que si quieren cultivar, llevar a pastar al ganado, tener colmenas o cortar leña deben pagar un canon a la Junta Administrativa para usar lo que es suyo. El dinero se reinvierte después, argumenta Teva, “para bien de todos construyendo abrevaderos para el ganado, embarcaderos, arreglando caminos o incluso ayudando a los niños del pueblo con los viajes de fin de curso”. Los precios son prácticamente simbólicos y más si se tiene en cuenta que el Ayuntamiento se ha comprometido a pagar la mitad del arrendamiento de los pastos de este año y del pasado. De este modo, la media por pieza de ganado, sin contar con la subvención municipal, ronda entre los 1,5 y los seis euros y el arrendamiento de la tierra unos 25 euros al año la fanega (aproximadamente 4.700 metros, según las mediciones de esta zona). En los terrenos particulares, los precios en muchas ocasiones se multiplican por tres.

“Antes -recuerda el presidente- se decía que las tierras eran del último niño nacido en el pueblo para que nadie pudiera dejarlas en herencia ni nada parecido porque no son transferibles”. Ahora, todos los vecinos tienen claro que son los propietarios, pero que deben acudir a la Junta Administrativa para solicitar el uso de los pastos o del terreno. “Se hace una reunión y todos votamos”. Los miembros de la Junta, once personas, además, son elegidos democráticamente por sus vecinos cada tres años y entre ellos siempre están presentes dos concejales del Ayuntamiento. En total, en Güéjar pastan al año unas 10.000 cabezas de ganado, “pero es poco”, apunta Teva, “así que queremos abrir el tema para que puedan venir más ganaderos de fuera”.

Una tradición

De momento no hay foráneos, así que para beneficiarse de estos precios hay que llevar empadronado en Güéjar Sierra “un tiempo prudencial y ser aprobado por los vecinos”, dice el presidente. “No queremos que la gente se aproveche”. Porque en este pueblo “no hay cortijos, ni señoritos. No hay grandes terrenos”, apostilla. Esto, dicen sus habitantes, se nota en las épocas del hambre, “porque siempre hay un terrenillo en el que puedes plantar y un reparto equitativo de la tierra”.

Para vigilar que el sistema funcione y evitar, entre otros temas, que los particulares se metan en los terrenos comunales, la Junta Administrativa cuenta con un guarda. José García lleva en su puesto diez años “recorriendo la Sierra y controlando que los caminos estén limpios, que nadie corte una vereda de paso comunal, que la fincas se respeten o que la cantidad de leña que se llevan sea la adecuada y de las zonas marcadas”. Además, este vecino también es el encargado de controlar la zona del coto de caza “que pertenece a las tierras comunales, pero que está arrendado a la Sociedad de Cazadores del pueblo”.

Todo un entramado que desde hace siglos explotan los vecinos la localidad como Francisco Castro del Río, que con 234 cabras lleva “toda la vida llevándolas a pastar a los terrenos comunales”, explica. La decisión, cuenta, no la tomó él, “ya lo hacían mis abuelos y así seguimos. Las tierras son buenas para el pasto, baratas y nuestras. ¿Qué más pedir?”. Con una tradición de pastoreo de más de un siglo, Francisco paga 1,20 euros por cabra al año “con la garantía de que nadie me va a prohibir ir a mis tierras”, apunta. Porque en Güéjar Sierra la tierra tiene tantos dueños como vecinos.

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