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Rock andaluz: el franquismo agonizaba y un aire fresco entró por el sur

Jesús de la Rosa, Juan José 'Tele' Palacios y Eduardo Rodríguez, componentes de la mítica banda Triana

Javier Ramajo

El franquismo agonizaba y el aire fresco entró por el sur. El libro 'Historia del Rock Andaluz' del periodista Ignacio Díaz Pérez (Sevilla, 1972) reúne por primera vez la intrahistoria de aquel movimiento, a sus protagonistas y herederos de aquel momento histórico que, tras El garrotín de Smash, impulsó definitivamente Triana en 1975 con la publicación de su primer vinilo, 'El patio'.

Reivindicar lo andaluz pero alejarlo del tópico y darle el contexto revolucionario. Este “gran reportaje periodístico”, editado por la editorial Almuzara en colaboración con el Centro de Estudios Andaluces, relata cómo surgieron aquellos grupos, entonces inclasificables y que han pasado a la historia con la limitada etiqueta de rock andaluz pese a que se trataba de una verdadera amalgama de sonidos.

Una luz propia iniciada por el misticismo de Triana a quienes siguieron bandas como Alameda, Medina Azahara, Guadalquivir, Imán, Cai o Tabletom, pero donde también tienen cabida otros grupos que llegaron antes o después para mezclar los sonidos del sur con otras influencias musicales, para fusionar la música anglosajona y la tradición flamenca, las raíces con elementos eléctricos, “la raíz con lo aprendido, lo propio con lo ajeno”.

Son todos ellos y su entorno más directo los que cuentan en primera persona su propia historia, la intrahistoria del rock andaluz. Como sus reuniones en el club Dom Gonzalo, de Gonzalo García-Pelayo, núcleo del underground cultural al sur de España y donde nacieron bandas al tiempo que un partido socialista, aun clandestino, también crecía con la música de fondo que traían los soldados norteamericanos de las bases de Rota y Morón. Ignacio Díaz nos atiende, no podía se de otra manera, en un bar del barrio de Triana.

¿Por qué este libro ahora?

Creo que han pasado los años suficientes para tener una perspectiva lo más objetiva posible, una perspectiva de conjunto, y sin embargo la mayoría de los protagonistas siguen vivos. Eso es importante, porque al final son los testigos directos los que hablan de aquella época. Si esto se hubiera escrito dentro de veinte años, no sé los que quedarían vivos y no podrían dar testimonio de entonces.

¿Qué cuenta el libro de los protagonistas del denominado rock andaluz que no se haya contado ya?

Sus sueños, sus inquietudes, sus aspiraciones. Sus historias y sus porqués. Este libro es muy periodísitico y en las cinco 'w' del periodismo a veces nos olvidamos del porqué. Por poner un ejemplo, cuando se habla de las influencias de las bases americanas es porque había soldados que salían a la ciudad y llevaban sus discos para que sonaran en los bares. Y también había una radio que saltaba las vallas de las bases y llegaba a las casas de algunas localidades andaluzas. Tan fácil como preguntarse por qué influyeron las bases, de los soldados americanos que traían su propia cultura. Como me decía García-Pelayo, “la ideología es el rock”. Se creaba una hermandad y cada uno aportaba lo que traía, flamenco, soul o lo que fuera.

¿Es esa una de las fuentes de la fusión de sonidos de aquella época?

Claro. Yo digo siempre que las influencias son inevitables y pongo en el libro como ejemplo la primera sinfonía que hizo Brahms, que muchos consideraron la décima de Beethoven pese a la diferencia temporal. En aquella época, esta gente no querían ser músicos de rock andaluz, querían ser rockeros. La influencia que tenían era de la música española, incluido el flamenco. Y al final sale el cóctel que salió.

Un cóctel difícil de definir, ¿no?

Cuando me puse a investigar para escribir el libro, me encontré con que el rock andaluz en sentido amplio es todo, porque puede ser también Miguel Ríos. O Estopa, que ni son andaluces. O Manolo García. Estamos hablando más de músicos que de música, de un contexto social histórico y, al final, de unos grupos muy concretos, porque en la última parte del libro abordo a Camarón y 'La leyenda del tiempo', Morente o Pata Negra, que tienen los mismos ingredientes de rock y flamenco pero con resutado diferente.

¿De qué hablamos entonces cuando decimos rock andaluz?

El rock andaluz se circunscribe a seis u ocho bandas históricas más un puñado de bandas que lo intentaron pero no pudieron o lo siguen intentando ahora. Hay expresiones como flamenco rock que le pueden ir mejor o el flamenco billy de los Mártires del Compás que se salen un poco del rock andaluz. Yo mantengo que el rock andaluz no es necesariamente andaluz, porque hay bandas como Azahar que son de Madrid, y nació en Andalucía porque aquí estaba el undergorund. Ni todo el rock andaluz nace en Andalucía ni todo el rock que se hace en Andalucía, por ejemplo Miguel Ríos, es rock andaluz.

¿En qué contexto nacional surgieron estos nuevos sonidos?

Era una cuestión de aire fresco más que de una apertura de un punto de vista ideológico. España era una casa con las ventanas cerradas desde hacía cuarenta años y los jóvenes querían nuevos aires y nuevas influencias. Ninguna de las letras de estos grupos son de corte político, más allá de cuestiones tan políticas al mismo tiempo como la libertad y ese tipo de cosas. Pero era la necesidad de algo nuevo. España olía a rancio y todo sonaba a lo mismo. Había que renovarse. Y esa necesidad estaba en lo cultural, en lo político, en lo social. Y se dio en ese momento. Todo empieza antes de que Franco muera y era algo imparable.

¿Y ahí fue Triana quien dio en la clave?

El garrotín fue uno de los primeros experimentos en la fusión del flamenco y el rock pero fue más bien yuxtaposición, con Smash cantando en inglés y Manolo Molina a continuación en español con tono flamenco. Se considera el pistoletazo de salida del rock andaluz pero Triana dio con una fórmula que funcionó y mientras no salió Triana los grupos estaban investigando nuevos sonidos. Luego los grupos querían ser como Triana y siguieron su camino, con sus diferencias entre sí, porque Alameda tiene sus características, Medina las suyas, etc. En un momento de búsqueda, ellos descubrieron la fórmula.

¿Qué supuso en ese contexto la temprana muerte de Jesús de la Rosa el 14 de octubre de 1983 en una carretera de Burgos?

Eduardo consideró que Triana moría con Jesús de la Rosa. Había funcionado muy bien con el trío original, con ayuda de otros músicos, y faltando Jesús, que además era la voz... Es que los cantantes son muy importantes. Queen nunca fue lo mismo faltando Freddy Mercury, o The Beatles sin Lennon. 'Tele' quiso seguir con la banda y, cuando murió, la continuidad de Triana es ya una cuestión legal y genera una controversia importante desde el punto de vista moral entre sus seguidores, porque los temas que hizo Jesús de la Rosa son los que siguen tocando. Me decía García-Pelayo que si Triana en lugar de ser una banda de rock hubiera sido una ferretería se llamaría Herederos de Triana. Y es verdad. Zaguán, por ejemplo, se sostiene básicamente por los tributos a Triana y no pasa nada y Eduardo lo acepta.

¿Cómo ha evolucionado el rock andaluz a lo largo de los años?

Creo que ha evolucionado poco, pero no en sentido negativo. En aquel tiempo, surgen como algo nuevo frente a lo que había. Una fórmula fresca que funciona. Los músicos de entonces no tenían tanta formación, quitando Alameda, y eran más intuitivos. Los músicos hoy tienen mucha formación, tienen acceso a equipos que no se tenían entonces, las técnicas han evolucionado, etc., pero la música es más nostálgica, en el sentido de lo que se está haciendo mucho es mantener el sonido de aquella época, con influencias que son innegables. El sonido del rock andaluz requiere sintetizadores, teclados, y por ejemplo Malabriega ya no los tiene. Ha ido cambiando pero conceptualmente se mantiene lo mismo.

¿Podría surgir un nuevo rock andaluz?

Continuamente surgen cosas nuevas. Los ingredientes del rock andaluz, por decirlo resumidamente rock anglosajón y música española, están ahí, y cada grupo, cada sociedad, los puede utilizar de una manera o de otra. La cuestión es qué etiqueta le vamos a poner, porque el rock andaluz no deja ser una etiqueta que engloba a unos grupos concretos. La música que se hace hoy en España no es la que se hacía hace cuarenta años. La evolución existe y los ingredientes y las influencias que tienen los músicos al final están ahí.

¿Con qué grupo de los menos conocidos se quedaría?

La nómina de grupos de rock andaluz históricos no es muy grande. Tenemos a Triana, Alameda y Medina Azahara como la terna fundamental y luego están Cai, Imán Califato Independiente, Guadalquivir y se pueden añadir algunos más como Azahar, Zaguán que vino después, Cuarto Menguante que no tuvo mucho éxito, Granada o Tabletom por su primeros discos. Cada uno aporta algo diferente. Por ejemplo, Guadalquivir es solo instrumental, Cai tiene mucha influencia del jazz, Imán tiene mucha influencia de la psicodelia. Yo invitaría a todo el muno a escuchar a todas las bandas, porque son diferentes. A mí Cai me gusta mucho y quizá no ha recibido el reconocimiento que debiera merecer, o Imán.

En el libro también se narra la presencia de otros personajes en todo este contexto de surgimiento del rock andaluz. ¿Qué nombres destacan?

Las bandas no surgen aisladamente una detrás de otra sino en un contexto social. Me interesa mucho la figura de Máximo Moreno porque juega un doble papel como fotógrafo primero, como gran documentalista de la época, y segundo como pintor que pone sobre un lienzo la estética musical. Él está presente de manera transversal en todo ese movimiento. Gonzalo García-Pelayo, otro ejemplo, está en todo. Es ideólogo, productor, creador del sello Gong, su hermano Javier es manager uno detrás de otro de todos los grupos. Ricardo Pachón, en otra faceta, también está detrás de Veneno, de Camarón, grabó El garrotín con Smash. Son personas que al final le dan una unidad a todo el movimiento, porque cada grupo tiene en realidad su propia trayectoria, pero hay algo que los une y son estas personas las que les dan esa sensación de conjunto.

Estamos en Triana pero no muy lejos de aquí, en Los Remedios, surgió el Dom Gonzalo, regentado precisamente por García-Pelayo. ¿Cómo era aquel club?

Hoy Los Remedios es un barrio un poquito conservador pero entonces era un barrio joven, nuevo, lleno de gente con ganas de experimentar cosas nuevas. El Dom Gonzalo debió ser una sitio fantástico con un concepto de club que casi ha desaparecido y allí se reunían desde los músicos hasta políticos en la clandestinidad. Al final está todo ahí, la necesidad de renovar. El local fue cerrado por orden gubernativa y Felipe González defendió el caso en Madrid. Era algo perdido porque era enfrentarse con Franco.

Supongo que los testimonios han dejado más de una anécdota, ¿no?

El libro cuenta muchas anécdotas. Hay una, que no tiene que ver mucho con la música pero que te resume un poco cómo era aquella época. Me contaba Chano Domíngez que, igual que ahora tenemos el Whatsapp, el localizador del móvil, el GPS, etc., en aquel momento tú quedabas para un concierto para tres semanas después y te citabas en la gasolinera de tal o cual carretera en tal hora y ya no había que volver a llamar a la gente. No había otra posibilidad. Han cambiado mucho las cosas. Ahora hablamos veinte veces antes de quedar.

¿Hay en libro más intrahistoria que historia?

Tiene mucha intrahistoria. He huído expresamente de hacer un libro de cronologías, de fechas, de nombres propios. Hoy vivimos en una época de wikipedias. Hay gente que sabe mucho de cosas concretas y yo he pretendido hacer un retrato de conjunto más que una enciclopedia. He tratado de ser honesto, he buscado todo lo que se ha escrito sobre el tema, he citado en el texto muchos trabajos de compañeros, pero creo que es el primero así de conjunto.

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