Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

'Una Playlist' como la “magdalena de Proust”: cuando la gente cantaba solo por el gusto de cantar

Play List, una performance sobre la música de la memoria

Alejandro Luque

2

¿Cantaba la gente antaño más que ahora? ¿Disfrutamos más de la música hoy gracias a todas las tecnologías a nuestro alcance? Son algunas de las preguntas que se hicieron los responsables del proyecto Una Playlist en pleno confinamiento, allá por mayo de 2020. Y decidieron encontrar respuestas. Casi dos años después, sus conclusiones han cobrado forma de espectáculo, el que estrenan este fin de semana en el Teatro Central. Una propuesta que se presenta como viaje en el tiempo con las canciones de ayer y hoy como vehículo, y que ha tenido un recorrido que ellos no dudan en calificar de apasionante.

En una primera fase, respaldada por el banco de proyectos del Instituto de Cultura y de las Artes de Sevilla (ICAS), Violeta Hernández, Isa Ramírez y Mercedes Bernal se preguntaron  precisamente cómo se había relacionado con la música la generación de sus padres. Y, al mismo tiempo, ese ejercicio les llevó a recordar su propia memoria musical, “el tiempo en que teníamos cintas y muy pocos discos, pero que dejó canciones que han marcado nuestra vida”, comentan.

Decidieron así entrevistar a diez personas nacidas antes de 1950, las grabaron en vídeo y editaron un montaje de 50 minutos con sus testimonios. A partir de ahí emprendieron la segunda fase, que consistió en invitar a un grupo de creadores de diversas disciplinas para trabajar sobre este material. Durante 15 días, se celebró una residencia artística en el Espacio Santa Clara en la que participaron el actor Javier Centeno, la coreógrafa y bailarina Raquel Madrid o los músicos Sebastián Orellana y Javier Delgado, además de las tres coordinadoras. Y el resultado es Una Playlist. Memoria de lo cantado.

Una tabla de salvación

Hernández advierte de que la memoria que expondrán en las tablas del Central no es tanto política como sentimental, “aunque, lógicamente, entre personas que han vivido la posguerra, que han crecido en una dictadura, han vivido la Transición y hasta una pandemia, surgen historias que pueden tener esa lectura. Pero son todos muy diferentes entre sí, de distintos orígenes y condición social, y por supuesto de gustos musicales muy variados. Desde la fase de proyecto fuimos conscientes de que iba a haber una gran amalgama, y gracias a eso, a través de ellos, obtenemos la radiografía de una generación”, comentan.  

¿A qué sonaba la generación de la posguerra? Lo primero que viene a la cabeza es la generación de la copla, pero también fue la que vio llegar el rock y la psicodelia a España, y la que se abrió a la canción francesa e italiana, sobre todo gracias a la emigración. Y Rocío Jurado convive en el recuerdo junto a Nino Bravo y Camilo Sesto. “Antes se cantaba sin micrófono, si tenías voz cantabas y si no, no cantabas. No como ahora, con los medios electrónicos que afinan, amplifican y embellecen la voz”, asevera Chari Correa, onubense de 1938.

“Se habla, cómo no, de momentos de penurias y de miseria, pero luego se lleva todo al terreno de la alegría”, agrega Violeta Hernández. “Hay un momento en que la música es una tabla de salvación, algo que les ayuda a escapar de la amargura de la vida”. Entre los momentos que destacan de esos testimonios, las coordinadoras citan la anécdota de uno de ellos que cuenta que una vez pidió por Reyes un bocadillo de jamón. Otros se arrancan a cantar por Serrat, o se dan cuenta de lo machistas que podían ser las letras de antaño, o defienden a ultranza a los Beatles frente a sus eternos rivales, los Rolling Stones. Y se confirma que los guateques se celebraban donde podían, en una casa particular o en una piscina abandonada del Cerro del Águila… “Lo que más sorprende es la naturalidad con que nos cuentan su vida. Y eso es gracias a la música”, apuntan.

La magdalena de Proust  

El desarrollo de Una Playlist ha servido incluso para descubrir tardíamente a una estrella: José Guapachá, venezolano de 82 años afincado en la capital hispalense, que se ha revelado un consumado intérprete de boleros, hasta el punto de que Sebastián Orellana le ha producido un disco y están actuando juntos todo lo que la pandemia les permite. “Los músicos somos todos unos sentimentales, somos buena gente”, asegura José. “No me gusta hacer el mal y hay que decir la verdad así cueste la vida, como decía mi abuelo. Hay que hacer el bien para figurar bien. Y cantar. Y reír”.

En lo que respecta a los gustos de la generación que hoy tiene entre 40 y 50 años, asoman The Cure y The Jesus & Mary Chain con Golpes Bajos y Radio Futura, pero también los Beach Boys y AC/DC. Alguien de una generación intermedia como Javier Centeno, que frisa los 60, aporta el Graceland de Paul Simon y los bailes agarrados al son de Gilbert O’Sullivan. “La música es un resorte, como la magdalena de Proust. Un vehículo con el que te trasladas muy fácilmente a otro tiempo, que te puede devolver las sensaciones que experimentabas cuando tenías 15 años”, agregan.

Hernández, Ramírez y Bernal creen de hecho que el proyecto no tiene fin, que podría seguir nutriéndose con las canciones de los jóvenes de hoy que están configurando la memoria del mañana. También aseguran que la experiencia podría replicarse en cualquier otra ciudad, y que las conclusiones serían igualmente interesantes. “El siguiente proyecto creemos que va a ser crear un coro, un coro que interprete todas esas canciones”, afirman. “Lo decimos en broma, pero…”.

Etiquetas
stats