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Málaga: los turistas apuran su última cerveza antes del cierre total de las terrazas

Turistas en una terraza de la Plaza de la Constitución |N.C.

Néstor Cenizo

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Benjamin y Lisa son una pareja de turistas holandeses que se han encontrado en Málaga en plena crisis del coronavirus. Pasean con aparente tranquilidad por el Ensanche (desde hace unos años llamado Soho) de la capital de la Costa del Sol, pero empiezan a ser conscientes de que nada será como lo habían planeado:

- En principio no cambiamos el plan.

- ¿Pero sabéis que los museos están cerrados?

- Sí. Pues iremos a la playa.

- También se ha cerrado.

- Pues veremos el arte callejero. Iremos a los mercados, que están abiertos. Veremos todo lo que podamos ver y haremos todo lo posible para disfrutar.

Si cumplen con la prohibición de movimiento decretada por el Gobierno un par de horas después, no podrán ver nada. La idea de esta pareja era hacer la vida más normal posible de aquí al miércoles, cuando tenían previsto regresar a su país. Como la de muchos turistas que pululaban, casi en exclusiva, las calles del centro de Málaga este sábado a mediodía. Si alguien apuraba el sábado la última cerveza al sol, eran ellos.

Málaga es la provincia andaluza con más afectados por coronavirus, con 146 positivos (de 304) y tres fallecidos a primera hora de la tarde del sábado.

Camareros con guantes de látex y autobuses turísticos

Sin embargo, la estampa de la capital de la Costa del Sol era muy distinta a la de cualquier sábado de sol y 20 grados de temperatura. Fuera de la almendra central, bares cerrados y persianas bajadas. Si acaso, turistas con maletas de camino a la estación de tren, como Alba y Daniel, que habían venido de Melilla al concierto de Delaossa, un rapero malagueño. Cancelado.

El encargado Juan Marín y una empleada fumaban un cigarro a la una del mediodía en el Rincón del Cervecero, mano sobre mano. No ha venido nadie, ni turistas ni nacionales, y de seguir así, pensaba cerrar en una hora: “Ayer cerré a las once de la noche; suelo cerrar a la 1 y tener cola”.

En pleno centro, la foto es algo distinta. Los turistas que aún quedan en la ciudad se concentran en este pequeño núcleo, entre calle Larios y Plaza de la Merced. Algunos incluso siguen haciendo recorridos turísticos y los restaurantes que han desoído la recomendación de cerrar siguen intentando captar los pocos clientes que quedan. Eso sí, los camareros llevaban guantes de látex. A la una y media de la tarde, el ayuntamiento anunció que ordenaba el cierre. “Las autoridades sanitarias formulan y divulgan recomendaciones para ser atendidas, no ignoradas”, publicó en Twitter. Por la tarde anunció también una medida previsible: la cancelación de la Semana Santa.

Amparo Rodríguez y Celeste Vertedor trabajan para City Sightseeing, una empresa de autobuses turísticos. Llevan guantes, mantienen la distancia prudencial y se ponen mascarilla. “Yo no me acerco al turista”, dice ella. Los autobuses tienen un gel de manos que dispensa el conductor. Hoy fletarán tres autobuses para recorrer la ciudad. Con un crucero en el Puerto hubiesen sido seis. “Los turistas ven algo extraño, están concienciados, pero no tienen miedo. Están de vacaciones”, explica Vertedor.

Turistas con el chip de las vacaciones

Esa sensación se repite en un rápido paseo. Apenas hay españoles, pero a los turistas que quedan les cuesta cambiar el chip de las vacaciones. Es como si hubiera que salir, pero con disimulo. La mayoría contiene el gesto, pero no sigue el aislamiento en el hotel o en el apartamento. Sólo los asiáticos llevan mascarilla. El resto, pasea y, los que pueden, compran e las pocas tiendas abiertas.

Eso sí, cuesta llegar a la Plaza del Carbón para encontrar una pizca del jolgorio que cada fin de semana atrona en esta zona: veinte irlandeses, todos con sombrero, celebran Saint Patrick por adelantado. Un poco más arriba, una camarera sale a la terraza riendo y apuntando con el dedo a tres clientes extranjeros y les dice: “You will die!”.

Jorge Oliver lleva diez años y medio vendiendo almendras al comienzo de calle Granada. Asegura que esta mañana sí hubo “un chorreo de guiris”, pero que rápidamente paró. “El día lo tengo medio salvado: 40 eurillos”, comenta. Cree que cerrará el domingo, aunque dice que ha hablado con un guía que le ha dicho que aún queda algún grupo para mañana. A esa hora aún no se conocían las medidas del estado de alarma, que incluyen el confinamiento en los hogares salvo por razones tasadas.

En el City Lockers de Calle Carretería, Celeste Vega y Luis Calavia se preparan para ir a comer: tienen una de sus 35 taquillas ocupadas. “Hoy lo normal sería estar casi llenos”, dice ella, que observa que muchos extranjeros todavía no llegan a comprender la gravedad de los anuncios del Gobierno. O simplemente, no les llega la información.

Peter y Miranda, también holandeses, sí han adelantado su vuelo de regreso del martes al sábado y Juan Muñoz, taxista, confirma que todos sus servicios son al aeropuerto y a la estación, desde donde los turistas vuelven a sus lugares de origen. Los hoteles ya anuncian que han perdido todas sus reservas para las próximas semanas. Este sábado los turistas habían tomado Málaga por incomparecencia de los españoles, pero pronto se habrán marchado de vuelta a sus países.

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