Del barrio al mundo: las “flotillas” que laten en las calles

La historia demuestra que nada se transforma sin la gente común. Los grandes avances sociales, desde los derechos laborales hasta la igualdad de género o la conquista de libertades civiles, han sido fruto de la presión, la organización y la perseverancia ciudadana. Es la ciudadanía la que, frente a la imposición del odio, ha sabido articular la fuerza colectiva para defender la dignidad humana; la que, frente a la violencia, ha construido redes de apoyo y resistencia; y la que, incluso en los momentos más oscuros, ha mantenido activa la esperanza. 

Un ejemplo contundente de este poder ciudadano emerge frente a los quince meses de ofensiva sobre Gaza y la catástrofe humanitaria sin precedentes, desatando una ola internacional de movilizaciones solidarias con Palestina que cruza fronteras y lenguas. En Sudáfrica, el 29 de diciembre de 2023, la presión social acompañó la denuncia presentada ante la Corte Internacional de Justicia acusando a Israel de genocidio. Desde Barcelona, a finales de agosto, zarpó la flotilla Global Sumud rumbo a Gaza: una acción contra el bloqueo que ha provocado protestas simultáneas en distintas ciudades del mundo. Y en Israel, cerca de medio millón de personas tomaron las calles de Tel Aviv para exigir el fin de la guerra, demostrando que la ciudadanía también se rebela en el propio corazón del conflicto. 

Esa misma fuerza se ha hecho sentir en otros escenarios. En Buenos Aires, el triunfo del peronismo sobre las candidaturas ultraderechistas de Milei expresa un rechazo popular a los discursos de odio y exclusión, confirmando que las urnas pueden ser también un espacio de resistencia democrática. En Estados Unidos, el movimiento No Kings movilizó a miles de personas en cerca de 2.000 ciudades contra el autoritarismo de Donald Trump, recordando que la ciudadanía no está dispuesta a callar. Y en España, junto a las grandes manifestaciones en solidaridad con Palestina, se multiplican los gestos cotidianos: paellas populares en Segovia para recaudar fondos destinados a la UNRWA, concentraciones en barrios y plazas que reclaman el fin de la violencia en Gaza, banderas palestinas en los balcones y ventanas y un sinfín de pequeñas iniciativas que suman fuerza en lo cercano. 

Como Andalucía Acoge, creemos en el poder transformador de la ciudadanía activa: es en la acción colectiva, en las alianzas, en la denuncia y en la incidencia donde germina el verdadero cambio

Desde todos los rincones del planeta, las personas se organizan, se cuidan y construyen alternativas. No actúan como espectadoras pasivas, sino como protagonistas de un futuro más justo. Estas acciones —a veces pequeñas, a veces masivas— comparten algo esencial: rompen los marcos del miedo, del odio y del individualismo, y colocan en el centro la dignidad, la justicia, la solidaridad y el derecho a imaginar otros mundos posibles. 

Como Andalucía Acoge, creemos en el poder transformador de la ciudadanía activa: es en la acción colectiva, en las alianzas, en la denuncia y en la incidencia donde germina el verdadero cambio.  

Este impulso colectivo, que enlaza luchas globales con resistencias locales, no sustituye la responsabilidad política, pero sí la interpela. Reclama que se legisle para todas las personas, que se proteja a quienes más lo necesitan y que el miedo no sea usado como herramienta de gestión.