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La Mínima, libros con vistas al mar en Rincón de la Victoria

Librería La Mínima.

Laura Ferrer

Primera línea de playa, vistas al mar, amplia terraza. ¿Hablamos de unos apartamentos de lujo? ¿Tal vez de un restaurante? Pues no, hablamos de una librería. De una librería muy peculiar. Tal vez la única en España en la que el librero tiene que barrer arena y limpiar salitre de su amplio ventanal cuando el viento arrecia.

Desde hace cuatro años La Mínima convive en el Paseo Marítimo Nuestra Señora del Carmen de Rincón de la Victoria (Málaga) con chiringuitos, restaurantes de pescaíto, hamburgueserías y tabernas irlandesas. Una rara avis que, sin embargo, ha sintonizado sin problemas con un ambiente predominantemente hostelero.

Lo cierto es que La Mínima también ofrece servicio de cafetería y es famosa por sus tés y sus bizcochos caseros, pero es conocida, sobre todo, por haberse convertido en punto de encuentro cultural de todo el Rincón e incluso de Málaga gracias a una agenda de actividades activa, multidisciplinar e interesante para públicos muy diversos.

Carlos López y Mercedes González son los artífices de la idea. De su espíritu aventurero no queda duda cuando uno descubre que durante siete años fueron maestros en las escuelas unitarias itinerantes que llevan los circos de ciudad en ciudad. Pero esa es otra historia.

Su aventura de La Mínima comenzó hace cinco años. “Primero estuvimos un año en un local muy pequeño del centro del Rincón de la Victoria que no nos permitía hacer mucho más que la propia actividad librera, así que nos pusimos a buscar un espacio donde pudiésemos atender otras muchas actividades culturales. Dimos muchísimas vueltas, vimos muchísimos sitios. Incluso barajamos la posibilidad de irnos a Málaga capital pero, cuando dimos con este espacio junto al mar, no nos quedó ninguna duda”, relata Carlos López.

Lugareños y turistas no ocultaron su sorpresa inicial al encontrarse con una librería-cafetería en pleno paseo marítimo, pero gracias a una tenaz labor pedagógica y a una amplísima programación de actividades, los libreros han logrado integrar el local en el pueblo de manera rotunda y a todos los niveles.

Cada mes hay actividades fijas como noches poéticas, cuentacuentos para adultos y para niños y niñas, un ‘Vermut musical’ con conciertos en pequeño formato —que ha dado voz a todo el talento musical de El Rincón y de otros puntos de la provincia— y las famosas ‘Tertulias mínimas’, en las que invitan a un experto para hablar de temas de educación, deportes, política… Y estas son solo las actividades fijas. A estas hay que sumar exposiciones de arte, presentaciones de libros y talleres.

Son muchos frentes abiertos que pueden acometer gracias a la colaboración de un grupo de aguerridos ‘mínimos’ y ‘mínimas’: El escritor Rafael Ávila se encarga de los recitales de poesía; el periodista David Bollero, que trabaja en la librería de manera regular, se ocupa de organizar las ya mencionadas ‘Tertulias mínimas’; mientras que Mercedes González y Alicia Acosta encandilan a mayores y pequeños con los cuentacuentos (a través de la asociación Cientacuentos Cuentapiés, que tiene más de veinte años de trayectoria).

Por si todo esto fuera poco, de La Mínima nació también el festival Entrelíneas que se celebró a finales de febrero. El festival une dos de las pasiones de los fans de esta librería: la música y la literatura. Este año ofrecieron conciertos, mesas redondas y el I Congreso de Autoedición de Málaga. Nita, de Fuel Fandango, fue su madrina de lujo. En ediciones anteriores lo fueron el poeta Luis García Montero, el periodista Javier Gallego Crudo —de Carne Cruda— y Ángeles Mora, Premio Nacional de Poesía. “Lo que les pedimos a los padrinos es que, si son músicos, hablen de la influencia de la literatura en su música y, sin son escritores, que nos hablen de cómo les ha influido la música”, relata Carlos López. El festival tiene importantes patrocinios e involucra a instituciones y a otros negocios del Rincón de la Victoria.

Unos ‘locos’ consecuentes

Unos ‘locos’ consecuentesA pesar del éxito del festival y de que han cumplido cinco años como librería con buena salud, todavía hoy mucha gente les dice que están locos, que lo lógico habría sido dedicar un local así, en primer línea, a un negocio más lucrativo. “Es posible, pero nuestro objetivo, además de mantenernos, es emplear la cultura para generar valor social. Eso es lo que nosotros queremos”, subraya Carlos López.

Quienes estén interesados en el corazón del negocio, los libros, encontrarán un catálogo muy variado, con una sección infantil especialmente cuidada. “Procuramos tener las novedades editoriales, pero también una selección un poco distinta, que se nutre de las propuestas de pequeñas editoriales que no trabajan con las grandes distribuidoras. También estamos muy contentos de nuestro catálogo de poesía”, explica López. Incluso cuentan con una sección de libros de segunda mano a la que, curiosamente, contribuyen muchos turistas extranjeros que legan sus lecturas de verano cuando terminan sus vacaciones.

La agenda cultural de La Mínima está en sus redes sociales pero lo más recomendable es hacerles una visita, tomarse un té con bizcocho, hojear los libros y apuntarse a un par de actividades. Convertirse en un ‘mínimo’ o ‘mínima’ es una gran experiencia.

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