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Ruta de vinos por El Puerto para los que saben nada de vinos

Botas y botellas de El Bodegón, un bar típico portuense.

Francisco J. Jiménez

El Puerto de Santa María es para muchos sinónimo de buenas playas, de gran ambiente y de turismo de calidad, pero es imperdonable no acercarse a sus vinos. Para los dummies en el arte de la cata o los que beben disfrutando sin saber muy bien cómo ni por qué, conviene recordar que el vino fino de la denominación de origen Jerez-Xérès-Sherry sólo se elabora en El Puerto de Santa María y en Jerez de la Frontera. Así pues, acudir a un bar y no pedir un fino es perderse una experiencia singular.

Son muchas las bodegas en la ciudad portuense y el simple aroma cuando se pasea camino del centro ya crea un ambiente propenso a entregarse a los caldos de la tierra. Y no será por bares. Como otras muchas ciudades sureñas, El Puerto cuenta con un amplio número de establecimientos y muy dispares en su estilo y costumbres, pero con el denominador común de la defensa de los productos autóctonos.

Finos de la tierra

Los expertos afirman que entre los finos de Jerez y El Puerto, aún siendo un mismo tipo de vino, existen diferencias que vienen dadas por los respectivos microclimas. La situación costera de El Puerto y su emplazamiento a nivel del mar permiten que las brisas marinas alcancen los pagos vitícolas de su término y le confieren a sus mostos características singulares de sabor y fragancia.

Por lo tanto, pedir un jerez en El Puerto ofrece sensaciones diferentes a si se hace en la propia ciudad jerezana. La Bodega Grant es una de las que ofrece a los visitantes la posibilidad de conocer de cerca estos caldos y lo hace en sus propias instalaciones y también en un bar de su propiedad: Las siete esquinas.

María comanda la tienda que atiende directamente a su clientela y habla del desconocimiento que hay entre los visitantes. “Los turistas, desgraciadamente, lo que quieren es tomar una copa, probar y nada más. Sólo piden un sherry, no saben lo que es. Hay que explicarle que el sherry engloba todos los vinos del marco, independientemente de que sea uno seco o dulce. No saben lo que están pidiendo. Un seco sería un fino, un oloroso o un amontillado y después hay otros más afrutados. El que más se pide es el fino, pero hay otros como el oloroso, amontillado, cream, moscatel o Pedro Ximénez”. Las Bodegas Grant son una de las pocas que tienen criaderas y soleras propias y son muchos los que acuden allí para comprar su fino Valeroso tanto a granel como embotellado.

No muy lejos, al lado de la Plaza de Toros, está El Bodegón, un bar clásico con apariencia de tabanco pero que también cuenta con una buena oferta en la cocina. Héctor Cárdenas Monge está al frente del bar y también de la Bodega que surte al establecimiento del Fino Monge, elaborado por R.F. Cárdenas. Lo venden a granel, embotellado y es un fino en rama de tonos almendrados que es la joya de la corona de un bar donde también se puede disfrutar de la carne al toro, la carrillada ibérica o el pescaíto frito. Al tratarse de una calle peatonal, luce mucho un local con aspecto de tabanco antiguo, con sus botas de vino y con mesas al exterior.

Lo bueno que tienen los establecimientos portuenses es que, en su mayoría, están sensibilizados con defender el vino propio y no es complicado de encontrar. Un bar clásico en el centro es El Colmao, un ultramarino de 1840 reconvertido en bar que se encuentra en la esquina de la calle Luna con Misericordia. Allí la gente se encuentra con la chacina típica de la provincia de Cádiz, el atún de Barbate y sus derivados y platos de cocina como garbanzos con langostinos o atún encebollado, pero entre sus especialidades están también los vinos. 

En este caso apuestan por los de las Bodegas Gutiérrez Colosía, que son las únicas que dan directamente al río Guadalete. Antoñín Fariñas, el dueño, reconoce que “la gente no demanda fino, sino que nosotros pedimos que prueben lo nuestro. A la gente de fuera le atrae más el cream o el Pedro Ximénez”.

La calle Misericordia está minada de bares y todos de buen nivel, pero la competencia es grande en las zonas colindantes. Muy cerca, en la calle Alquiladores, está La nueva Media Chica, otro local especializado en vinos pero que también ofrece tapas relacionadas con sus mostos.

Javier Bello está al frente del negocio. Hace un alto en su faena y celebra que “por suerte los vinos de Jerez están siendo muy conocidos y los reconocen más la gente de fuera que los propios portuenses, que lo conocen de toda la vida y no se le da tanto valor. Los visitantes piden vino de la tierra y se le explica todo para que vayan probando. Todavía hay mucha gente que repite que el rioja va con la carne y el blanco con el pescado, pero nosotros queremos que la gente pruebe lo de aquí porque se combinan muy bien”.

Uno de sus puntos fuertes son los salmorejos con los jereces dentro. Tiene aspecto de salmorejo convencional, pero en vez de llevar el huevo o el jamón, llevan una gelatina de amontillado y un filete de caballa encima. Otro incluye una reducción de Pedro Ximénez con pasas y jamón y otro, una gelatina de fino con pimientos fritos. Una experiencia interesante e innovadora con el vino como gran reclamo. Además, los viernes hay ajo caliente de regalo.

Pero si se trata de innovar, en eso se lleva la palma La Taberna del Chef del Mar. El restaurante Aponiente, de Ángel León, cambió de ubicación y ahora, en su primer emplazamiento ha creado un bar que mantiene su inimitable firma, pero con un concepto diferente.

El establecimiento está gestionado por Marta Girón, que explica la línea que se busca: “Es una cocina divertida que intenta sociabilizar la cocina de Ángel León y llevarla a todos los bolsillos. Estamos adaptando una cocina de dos estrellas a una cocina informal y asequible. Está basada en el mar y pensada para que haya una parte de la carta que se coma con las manos; también hay platos individuales, tapas, platos para compartir... Hemos heredado de Aponiente el arroz con plancton y las sardina asada sobre hueso de aceituna y luego creaciones e innovaciones propias”.

Y, por supuesto, el vino no puede quedar en un segundo plano. Se apuesta por los vinos de la zona y en el resto intentan que sean de pequeños productores “que hagan las cosas con cariño y que no te los vayas a encontrar en los supermercados. Ya que tenemos una cocina diferente, que la gente abra la mente y no se encuentro un verdejo, un albariño ni un chardonnay conocidos, queremos que sean especiales”, explica Marta. También se apuesta por el fino de Gutiérrez Colosía y siempre con la premisa de no buscar “lo más comercial sino lo mejor de la zona”.

Muchas opciones para salir de El Puerto con la sensación de saber algo más de vinos y, de paso, de haber disfrutado de uno de sus tesoros.

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