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Ernesto Navarro, ilustrador: “Las bibliotecas y las librerías deberían ser más utilizadas, mejor nos iría”

Ernesto Navarro, con sus ilustraciones para el tranvía de Zaragoza.

María Bosque Senero

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Acaba de participar en la Feria del Libro en Madrid y se prepara para estar presente también en la de Zaragoza. ¿Cómo vive este momento?

Las ferias del libro son un momento muy especial ya que ponen en contacto a los autores con los lectores. Lo más especial ocurre cuando te visita el público que conoce tu obra porque encuentras utilidad a todo ese tiempo que has invertido entre cuatro paredes. Recibir el cariño de la gente que ha leído tus libros y ver que de alguna manera formas parte de sus vidas es muy emocionante para un autor.

Han permanecido prácticamente invariables durante décadas por no decir más tiempo. ¿Qué opina de las ferias y de la convivencia que tenemos con los libros?

Como dice el título de Umberto Eco, “nadie acabará con los libros”. Los libros seriados llevan quinientos años acompañándonos y ayudándonos a transmitir el conocimiento de la humanidad. Aunque la producción de libros actualmente sea excesiva y las ventas hayan caído, el libro goza de un prestigio incontestable. Y eso que todos los libros que se publican no lo merecen, no hay que olvidar que lo importante de un libro es su contenido.

Quizás deberíamos acercarnos a los libros con más continuidad, no sólo en fechas de ferias y otros eventos. Las bibliotecas y las librerías deberían ser más utilizadas, mejor nos iría.

Enfoca su creación al público infantil, ¿por qué dedica la mayor parte de su obra al imaginario infantil y su idiosincrasia y no a cualquier otro espectro del mundo del arte?

El mundo de los niños es maravilloso. La suspensión de la incredulidad es mucho más fácil con ellos porque aceptan con naturalidad la fantasía, la aventura, el disparate… Estos son los géneros que más me interesan. Las emociones en los niños son más extremas y más sinceras. ¿Quién no querría volver a vivir la aventura, el miedo, la alegría desde la piel de un niño?

Este año publica su décimo título. ¿Tiene esa trayectoria un hilo conductor?

Mis libros son de formatos, géneros y públicos diferentes. No me gusta la especialización, prefiero aceptar retos diversos, experimentar con nuevos formatos, probar nuevos géneros. El común denominador siempre es la ilustración, siempre son libros ilustrados.

Su último libre es “Animales en casa”.

Animales en casa es un relato en el que un niño encuentra las estancias de su casa llenas de animales, el lector debe especular o intentar descubrir cuál es la razón de esta condición. Es un relato muy divertido lleno de animales y escrito en verso, a la vieja usanza, inspirado en los pioneros del libro ilustrado. Es un libro muy apropiado para niños de más de tres años, porque, además de su gusto por los animales, juega con la musicalidad de los textos, la repetición, acumulación y, cómo no, de la sorpresa final.

¿Cuál quiere que sea el poso que dejen sus libros?

Supongo que mi objetivo es el que obtengo cuando las familias me dicen cuántas veces han leído alguno de mis libros. Con “Spidercat” me ocurre, hay adolescentes que se acercan en las ferias y me cuentan cómo disfrutaron del libro en su niñez.

Desde 2018, está al frente de la editorial aragonesa Pintacoda junto a César Ordóñez. Una editorial que nace de la necesidad de autoeditarse para sacar adelante las obras que ideaban. ¿Cómo ha sido el recorrido de este emprendimiento y cuál es su finalidad?

Pintacoda, que significa voltereta en aragonés, es nuestra plataforma de edición, detrás estamos una asociación de ilustradores que valoramos proyectos de kilómetro 0. Publicamos a gente cercana, vinculada con la Escuela de Arte de Zaragoza, muchos son alumnos, en cuya formación hemos participado y cuyos proyectos hemos visto crecer. No estamos sujetos a intereses económicos, no tenemos ambiciones empresariales, sino artísticas. Como editores nos gustaría formar parte del inicio de la trayectoria profesional de nuestros alumnos más creativos.

Como dice, es profesor en la Escuela Arte de Zaragoza, un buen termómetro para medir la creación en Aragón. ¿Goza de buena salud?

En la actualidad los jóvenes están un poco abducidos con las pantallas, videojuegos, redes sociales y demás, es el signo de los tiempos. Los que más éxito profesional tendrán son los que consigan evitar el procrastinar con estos dispositivos. Desde el inicio de los tiempos, el principal ingrediente de la fórmula del éxito es el trabajo.

¿Hay algo que haga particular o caracterice a los artistas aragoneses?

Aragón es una tierra creativa, pese a lo que nos pueda penalizar el centralismo y estar alejado de corrientes artísticas cosmopolitas, en Aragón siempre han aparecido versos libres que han destacado internacionalmente. Es tierra de genios, sin duda.

Dicen que el arte, como la historia, tiene algo de cíclico. ¿Hay elementos que permanecen inmutables en el arte? ¿En qué momento nos encontramos?

El arte no se encuentra valorado como actividad económica, aunque hay disciplinas más aplicadas, en general es muy complicado ganarse la vida. En cambio, no hay labor más satisfactoria que trabajar siendo creativo y creador. Pero esto ha pasado siempre, el sacrificio de la austeridad viene implícito con la profesión de artista.

Usted hubiera estudiado ingeniería. Optó por Bellas Artes. Son dos estudios que tienen más puntos en común de los que creemos, ¿llegará un momento en el que vuelvan a encontrarse y a complementarse, como sucedió durante el Renacimiento?

Y en el diseño industrial, en la época de la Bauhaus el arte entró a formar parte de los procesos industriales dando un valor añadido a los productos de consumo. Creo que el arte es como la filosofía, en esta se fueron escindiendo disciplinas como las matemáticas, física, biología, botánica, medicina… En el arte ocurre lo mismo, las disciplinas más prácticas como el diseño industrial, el diseño gráfico, la arquitectura, se han ido independizando del arte, el reducto que a este le queda es el más espiritual y ontológico.

Amante de jazz, es intérprete de saxo tenor. ¿Qué trazo tendría el sonido del saxofón en jazz si fuera una pintura?

Sin duda, las portadas de los discos de David Stone Martin, un artista excelente. Puso imagen a todos los artistas de jazz de los años cuarenta y cincuenta. Son ilustraciones expresivas, contemporáneas y experimentales como el propio jazz.

En una entrevista dijo que no le interesa el éxito y que al fracaso le tiene miedo. ¿Cómo le gustaría que le recuerden?

El éxito da mucha pereza y vértigo, me imagino que viene acompañado de muchos sacrificios. Como contrapunto cualquier labor creativa necesita de un público y un reconocimiento, no hacemos cosas para nuestro propio consumo. El fracaso es una sensación estremecedora. Me obsesiona dejar una pequeña huella. Creo en la idea de que la existencia está asociada a la memoria y al recuerdo, espero que mis libros sean testimonio.

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