“España es todavía una trinchera para el cómic”
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981), obtuvo el premio nacional de cómic en 2012 por Dublinés, una novela gráfica sobre la vida de James Joyce. El historietista, que vive en Francia, acaba de publicar La balada del norte, un trabajo sobre la Revolución de Asturias de 1934, que según dice Enric González en la introducción, “es una obra colosal y delicadamente detallista”.
¿Ha sido muy largo el proceso de creación de La balada del Norte?
Ha sido un trabajo largo de tres años y medio. Con muchos parones. Entre medias dibujé “El otro mar” sobre el viaje de Balboa al Pacífico, con viaje incluido. Los proyectos extensos son así. Se empieza por apuntar ideas y escribir el guión, luego se recopila mucha información y se leen libros para recrear la historia, se realiza el storyboard con el cómic en bruto, y ya sólo en la última fase del trabajo es posible sentarse a la mesa a dibujar lo que luego verá el lector en el libro impreso.
En tus anteriores trabajos (Dublinés o Café Budapest) mirabas hacia fuera. Ahora que vives en Francia, por el contrario, eliges un tema de tu tierra. ¿Es una contradicción, una paradoja o simplemente una casualidad?
Mis primeros libros tenían todos como fondo escenarios muy lejanos, a veces exóticos, porque los dibujaba desde mi estudio en un pueblo minero de cuatro mil habitantes. Con “Dublinés”, que más que un libro es un viaje, decidí viajar yo mismo y experimentar el proceso de creación en movimiento. Llegué a Angulema (Francia), me junté con otros autores y realicé el proyecto, al que siguieron otros. Sigo en Francia, han pasado los años, y quizá es por eso por lo que vuelvo a Asturias. Hoy estamos en la recta final de una industria moribunda (la del carbón), así que he querido volver a esa industria y esa sociedad, que conozco bien, justo en un momento crucial en su historia. Por eso he elegido la revolución obrera de 1934.
Todos tus trabajos tienen algún componente histórico.
Sí, todos cuentan historias ancladas en otra época u otro lugar. Me apasionan la Historia y la Literatura, sobre estas dos patas construyo mis obras. A pesar de todo, creo que son obras que tienen un componente universal, “Dublinés” no está hecha sólo para ser leída por lectores irlandeses, ni “La balada del norte” para lectores de Asturias. La historia de la revolución asturiana va más allá de las fronteras de mi pequeña región, porque habla de política, de conflictos sociales, de rebeldía ante el abuso y demás temas que nos tocan a todos sin distinción.
Enric González compara tu trabajo con el de Tardi. ¿Hasta qué punto te sirven de inspiración los historietistas franceses?
Como a muchos dibujantes de mi generación, los autores franceses me han inspirado e influenciado mucho. Francia ha sido para mí el país de referencia, más que Estados Unidos o Japón, que son las otras dos grandes potencias mundiales de cómic. Autores como Tardi, Sfar, Davodeau o Blain me marcaron profundamente, y continúan haciéndolo. No es sólo una cuestión de autores. El país respira bande dessinée, su industria es grande, las instituciones públicas protegen el medio. Hay algunas dificultades ahora, porque la crisis ha tocado la parte más frágil (los autores independientes), pero los creadores aquí se hallan en una situación de relativa comodidad.
Da la impresión de que el cómic repunta en España. Sobre todo cuando se ve el catálogo de editoriales como Astiberri. ¿Cómo ves la situación?
Siempre he sido optimista, aunque todavía nos queda mucho por hacer. Astiberri es una referencia entre las editoriales independientes en España (no sólo de cómic) por su buen trabajo y por su amor por las buenas historias. Sobre el fenómeno de la Novela Gráfica se puede discutir pero no se puede negar, y el hecho es que el cómic ha abierto brecha en muchos ámbitos del mercado editorial nacional, en las instituciones, ya tiene su hueco entre los Premios Nacionales y está creciendo, poco a poco, en número de lectores y en aceptación social.
¿Se puede vivir del cómic en España?
Hay algunos autores de cómic que viven de sus libros en España, como Paco Roca o David Rubín, aunque no es posible equipararse a una industria como Francia, con una enorme tradición, cientos de miles de lectores y unas instituciones culturales que amparan y promocionan el trabajo de creadores, editores y libreros. España es todavía una trinchera, hay que trabajar mucho y trabajar bien. Pero, la verdad, yo no me lamento por no poder vivir del cómic en España. Tengo mi trabajo de ilustrador, al que también me dedico con el máximo esfuerzo y entusiasmo. Vivo en un cierto equilibrio
¿Crees en el compromiso político?
Particularmente sí. Como autor, me parece algo natural y necesario. La política forma parte de mi visión del mundo, y está presente cuando me expreso a través de cualquier lenguaje (en este caso el cómic), porque si para algo utilizo el lenguaje, es para reflexionar y dar mi visión del mundo. No quiero evangelizar a nadie ni imponer mis ideas, pero intento ser coherente como autor. Aunque a veces no esté de moda.
¿En qué trabajas ahora?
Es un pequeño libro que estoy preparando con una editorial de Asturias que se llama Pez de Plata. Una especie de diario de viaje por la región de Poitou-Charentes, que comprende Angoulême y el resto de territorios. Un viaje hacia el mar, hacia el Atlántico, con pequeñas reflexiones sobre casi todo. No sé si tendrá algún interés para los lectores, pero para mí es muy importante como autor. Es otro experimento más que no sé a dónde me llevará.