El memorial dedicado a Einstein: una obra de ingeniería y arte contemporáneo
A las puertas del Pabellón Puente de Zaragoza la figura de Albert Einstein recibe a los visitantes. Se trata de una representación en efigie del afamado físico alemán de origen judío que en 1923 visitó la capital aragonesa. Esta figura, realizada en bronce, es solo una de las piezas que componen el conjunto escultórico ideado, diseñado y fabricado por los ingenieros Antonio Ros y Teo Ros; padre e hijo, y ambos aragoneses. En este memorial dedicado al premio Nobel, a la efigie de Einstein se suman dos interrogantes fabricadas en acero inoxidable “que simbolizan el espíritu crítico del físico”, apunta Antonio Ros. Dos figuras que son a su vez, sendos relojes de solares “el hilo conductor perfecto para integrar de manera lógica en el espacio tanto la luz como el tiempo, las variables que rigen las teorías Einstein”, matiza Ros.
Pero para entender el simbolismo de esta obra es necesario; primero conocer la figura y la presencia de Einstein en Zaragoza; y segundo la obra y visión de los ingenieros Ros.
Zaragoza, la ciudad que visitó Einstein
En el año 1923 Albert Einstein viajó a las ciudades de Barcelona y Madrid. En el trayecto el tren hacía una breve parada en Zaragoza, pero finalmente el físico pasaría tres días en la capital aragonesa que, por aquel entonces, era un centro neurálgico a nivel social y de conocimiento en España. Durante las cincuenta horas que el físico pasó en la ciudad del Ebro impartió dos conferencias y visitó los principales reclamos turísticos: el Pilar, La Seo, La Lonja y la Aljafería.
Este año se celebra el centenario de aquel hito en la historia de la ciencia para Aragón, y es por ello que la figura de Albert Einstein ha saltado de nuevo a la actualidad. La conmemoración de la efeméride ha traído un intenso programa de actividades promovido por la Universidad de Zaragoza, y la construcción de este Memorial, en el que han participado el Ayuntamiento de Zaragoza, Ibercaja y el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en su demarcación de Aragón, al que Antonio Ros pertenece.
Un memorial que divulga
Las obras de Antonio Ros se caracterizan por su objetivo divulgativo “el arte contemporáneo no tiene por qué ser arbitrario”, aclara Ros que, al igual que su hijo, conciben el arte como una herramienta a través de la que difundir conocimiento y aportar conceptos a quienes se encuentran frente a ellas.
El memorial dedicado a la figura de Albert Einstein está pensado para cumplir ese fin, por ello el proceso de creación comienza con la lectura de la vida y el estudio de la obra del físico. “Para poder trasmitir a través del arte quién era como persona y como científico hemos leído e investigado mucho antes de adentrarnos en el diseño de los elementos que actualmente componen el memorial” confiesa Ros.
El reloj solar, considerado como la base del conocimiento, es una constante en la obra de este ingeniero aragonés. No en vano es el autor del reloj de sol más grande del mundo, instalado en Vadorrey, en Zaragoza, pero también de otros muchos como el reloj solar de la Exposición Internacional de Zaragoza, que tiene la peculiaridad de marcar la hora sobre el estanque de agua durante los días que duró la celebración de la Expo de 2008, y fuera del mismo el resto del año. Un detalle que requiere de una precisión de ingeniería poco reconocida entre quienes paseamos junto a él.
Más de 30 personas construyendo arte
En el proceso de creación del Memorial han intervenido más de 30 especialistas, desde sus ideadores: Teo y Antonio Ros, hasta los operarios que han soldado y pulido con mimo cada una de las piezas. “Nosotros diseñamos y después, comienza el proceso de construcción, con cuatro talleres implicados”, explica Ros. Hay piezas realizadas en acero, otras para las que ha sido necesario un proceso artístico en barro para crear la efigie en bronce, y a ellos se suman los grabados y, por supuesto, la instalación y la preparación de la superficie en la que finalmente se ubica el conjunto escultórico, un proceso del que se ha encargado la brigada del Ayuntamiento de Zaragoza.
Cada persona implicada en el proceso conoce el objetivo de este memorial y la historia que cada una de las piezas quiere trasmitir. “Todos los participantes se han sentido implicados en el proceso, se sienten orgullosos de poder contribuir a estas piezas de arte, porque suele ser diferente del trabajo del día a día y porque sienten que están aportando a la obra”, apunta Antonio Ros. La responsabilidad que recae sobre cada uno de ellos es considerable “son maestros modelando, fundiendo, soldando, puliendo y haciendo los acabados” de un conjunto cuya finalidad es transmitir amor por lo bien hecho y aumentar el disfrute de su contemplación.
El trabajo en equipo, con un peso e importancia similares en cada uno de los eslabones de la cadena de elaboración de este memorial dedicado a Einstein, es uno de los principales valores que aporta el conjunto escultórico, y así lo asegura Antonio Ros, que confiesa que, “en algunos momentos”, dudaron de si podrían “llegar a conseguirlo”. Por eso el apoyo de la familia ha sido fundamental para sacar adelante esta ambiciosa idea de ingeniería y arte. “Mi esposa es ingeniera, ella nos alienta a mí y a mis hijos a seguir adelante, y nos recuerda, entre risas, que es ella la que nos mantiene mientras nosotros dedicamos horas y horas a estos proyectos, casi siempre por amor al arte” apunta Antonio Ros. Su hijo Teo ha sido “una motivación tremenda” para el ingeniero, ya que no solo le aporta una visión distinta y enriquecedora en cuanto a la conceptualización de los diseños, sino también “equilibrio, armonía y perfección técnica” apunta. Lo mismo que su otro hijo, con el que no solo comparte nombre, también despacho y proyectos profesionales.
El arte no debería tener límites en la ingeniería
Antonio Ros se define así mismo como un artista con vocación de escultor que se gana la vida como ingeniero. En una época en la que las familias apostaban por incentivar formaciones posibilistas para sus hijos, Ros optó por la ingeniería de caminos, canales y puertos, pero nunca ha dejado de lado su visión artística de la vida y de la ciencia.
En sus más de 40 años de carrera, ha diseñado y creado cerca de 30 esculturas, más numerosas obras de pintura y tiene varios proyectos en mente y otros en elaboración en taller. Recientemente ha sido reconocido con el galardón de Ingeniero Autónomo del Año a nivel nacional por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
Se siente un poco “padre” de todas sus obras, y por eso le resulta complicado elegir entre ellas, pero recuerda con especial afecto el proceso de construcción de la Noria Siria que se instaló en Zaragoza para la Exposición Internacional en 2008. Una noria que fue concebida y diseñada por un equipo de artesanos sirios, según los cánones de las norias tradicionales que allí se llevan construyendo desde el siglo I a.C. y que ha ido pasando de generación en generación de manera inmutable, con los mismos materiales, técnicas y mantenimiento que entonces. “Llegamos a un acuerdo con las autoridades de Siria para poder traer una Noria a la Expo”, explica Ros, que también recuerda como para su montaje “fue necesario que 15 artesanos viajaran hasta Zaragoza”. El proceso completo le requirió un esfuerzo y dedicación “titánicos”, admite.
La Noria sigue estando en pie, pero no es la noria original si no una nueva construcción que pieza a pieza, respetando todos los parámetros de las 17 norias sirias que actualmente están en funcionamiento en aquel país, Antonio Ros ha replicado en su taller. Las Norias Sirias, construidas con cinco maderas distintas, necesitan a un equipo de 30 personas para llevar a cabo su mantenimiento, un recurso que la Noria de Zaragoza no se podía permitir. Para salvar este escollo, Ros creó su propio diseño, empleando materiales como el acero, y otros materiales modernos que no requieren tanto mantenimiento, y se las ha ingeniado para que, visualmente, la Noria evoque a la original, instalada en el año 2008. “Hay mucha gente que ni siquiera es consciente de que la Noria se desmontó y se volvió a diseñar desde cero, siendo una construcción nueva, con materiales de este siglo”, desvela el ingeniero aragonés.
En las próximas semanas, entregarán el reloj solar que completará el exterior de la estación de Canfranc, en la que también ha trabajado su otro hijo, el arquitecto Juan Antonio Ros, proyectando la remodelación de los espacios exteriores. Las farolas, diseñadas con la última tecnología en eficiencia energética, son en cambio estéticamente clásicas, una reproducción de las luminarias de la época en la que se construyó la estación hasta el punto de que Ros ha importado los 12.000 remaches que aportarán la fidelidad en la imagen que el ingeniero desea. También los bancos contarán una historia dice: “en esta ocasión hemos empleado los railes de las antiguas vías para fabricarlos, quien vaya, puede ver las marcas cuando se siente en ellos”, explica Ros, que cree firmemente en el valor y el simbolismo de los espacios y de los elementos que los componen como vehículos para aportar conocimiento y pasión por el arte y el conocimiento.
0