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Las autovías aragonesas: una saga de promesas incumplidas sin final cercano a la vista

A-23 Autovía Mudéjar a su paso por Huesca

Miguel Barluenga

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Las conexiones por autovía entre Huesca, Jaca, Lleida y Pamplona conforman un cuadrado todavía incompleto que acumula retrasos y sobrecostes. La A-21, conocida como la de los Pirineos; la A-22, entre Lleida y Huesca, y la A-23 entre Sagunto y Somport, que vertebran asimismo el noreste peninsular, se han visto sometidas a problemas e incumplimientos de plazos a los que se trata de poner remedio. El Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible ha anunciado una inversión de 102,4 millones de euros para cerrar el tramo de la A-23 entre Lanave y Sabiñánigo, en la provincia de Huesca. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer.

Esta obra permitirá cerrar el itinerario de la autovía entre Sagunto y Jaca y se evitará el actual cuello de botella en la carretera N-330, que implica retenciones de tráfico en periodos de desplazamientos masivos como los puentes festivos. Así, la A-23 está finalizada desde su inicio en Sagunto hasta Lanave en la cara norte del puerto de Monrepós para alcanzar los 394 kilómetros.

El Ministerio concretó que la formalización del contrato es “uno de los últimos pasos administrativos antes del inicio de los trabajos”. El nuevo tramo se inicia en el enlace de Lanave, ya construido, y tiene una longitud de 8,7 kilómetros entre dicho enlace y Sabiñánigo, conectando con un tramo de 2,5 kilómetros de autovía ya en servicio entre Sabiñánigo Sur y Sabiñánigo Este. El proyecto incluye la ejecución de un nuevo enlace en Ipiés y de un semienlace en Sabiñánigo Sur al final del tramo.

El trazado entre Sabiñánigo Sur y Lanave se adjudicó en el mes de julio a Sacyr después de que la primera adjudicataria, Acciona, renunciara a llevar a cabo estos trabajos, con un plazo de ejecución fijado en los 59 meses que prolongará los tiempos, si no hay más retrasos, hasta finales del año 2029.

La primera piedra de la autovía A-23 se colocó en 1997. 27 años más tarde todavía se han de poner en funcionamiento 24 kilómetros del tramo entre la capital oscense y Jaca. Sí se puede circular sobre otros ocho que suman casi 50 kilómetros. Para cerrar el tramo hasta Jaca aparece la polémica variante de esta localidad, que se ha judicializado y presenta resistencias por parte de colectivos como la asociación ciudadana Jaca Sin Perder El Norte. Tiene un coste previsto de 115 millones de euros, y no se espera una solución tangible al menos hasta el inicio de la próxima década.

No todo son buenas noticias a pesar de que el secretario de Estado de Transportes, José Antonio Santano, haya anunciado avances en una A-21 que complementa la conexión entre Sagunto y Jaca. En este caso, se afirmó que el tramo Sigüés-Tiermas, ubicado en la provincia de Zaragoza y de 6,6 kilómetros de extensión, estaría concluido en el primer trimestre de 2025. Un plazo que duplica las previsiones iniciales y un coste que ha aumentado en 17 millones, de los 51 inicialmente previstos a los 68 reales.

El tramo aragonés de la A-21 ha ido siempre a la zaga del navarro, que se concluyó entre Yesa y Noain (42 kilómetros) en tiempo y forma y ya en el año 2012. En la parte de Huesca, en cambio, solo están abiertos 30 kilómetros. La autovía A-21 entre Jaca y Pamplona cuenta con 73 kilómetros en funcionamiento. Dos de sus 14 tramos todavía están pendientes de terminarse. El comprendido entre Fago y Puente La Reina, de 11,6 kilómetros y con un presupuesto estimado de 85 millones, tampoco tiene fecha prevista para una finalización que ya se debería haber llevado a cabo.

Avances con cuentagotas

Las vías inconclusas de unas conexiones que alcanzan los 300 kilómetros en total no estarán terminadas, al menos, hasta 2030. El año que viene se espera dar por concluida la interminable autovía entre Huesca y Lleida, con un tramo aún pendiente de rubricar entre la capital oscense y la cercana localidad de Siétamo. Son solo 12,8 kilómetros y la optimista previsión del ministerio señalaba como fecha para el corte de cinta el verano de 2021. Las obras se habrían prolongado así durante tres años, en el marco de una vía que se empezó a asfaltar hace dos décadas, y no los siete que se cumplirán.

El recorte en obras públicas que se empezó a aplicar en 2010 cayó a peso encima de los avances en estos proyectos. La financiación insuficiente ha sido un obstáculo para la adquisición de terrenos, el diseño y la construcción de la A-21. La falta de recursos también ha ralentizado el progreso y afectado la planificación y ejecución, así como la orografía montañosa de algunos de los tramos y la circunstancia de que se atraviesen áreas ecológicamente sensibles como los Pirineos.

Equilibrar el desarrollo de infraestructuras con la conservación ambiental ha sido “complicado”, indicaban fuentes del ministerio. El terreno montañoso presenta desafíos de ingeniería. Construir túneles, puentes y viaductos requiere “experiencia especializada y tiempo”. También, la adquisición de terrenos para la A-22 ha sido un capítulo prolongado y complicado, con disputas legales y obstáculos burocráticos que han retrasado los progresos.

Más allá de estos tramos de autovía todavía en obras, varias carreteras aragonesas presentan problemas y acusan un deterioro que convierte su tránsito en peligroso. Es el caso del tramo entre Zaragoza y Fraga de la N-II. Aunque se han realizado mejoras en algunas zonas, sigue siendo un punto negro por la alta densidad de tráfico y los accidentes frecuentes. Algo similar sucede con la N-232 entre Zaragoza y Alcañiz o la A-68, la Autovía del Ebro, entre Zaragoza y Castellón con tramos incompletos durante años. Algunas áreas siguen en obras o presentan problemas de mantenimiento, lo que aumenta los riesgos.

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