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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Cumple un año la pandemia que terminará, según Biden, a partir del 4 de julio

Varias jeringuillas con la segunda dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech contra la Covid-19 en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla

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El 11 de marzo de 2020, la OMS clasificó como pandemia el brote de coronavirus que se extendía a toda velocidad por el planeta. Ese día, comencé a llevar un diario de lecturas en una libretita de bolsillo. Como la libreta tenía 188 páginas, terminé en la 187 el día 1 de junio. El cuaderno empieza con mi confinamiento familiar que se produjo dos días antes de que en España se declarara el Estado de Alarma. Gracias a mis notas, recuerdo que el día 12 cerraron los colegios en Aragón. El obispado de Huesca anunció que sacaría el Santo Cristo de los Milagros a la plaza de la Catedral, como en la peste de 1947. Comenzaba a faltar carne de pollo y patatas en el supermercado. Al ver las estanterías vacías se produjeron las llamadas “compras de pánico”.

Por primera vez en mi vida, hice cola en la puerta del supermercado. Entonces no se llevaba mascarilla porque no había y no se recomendaba. Sí que se veían guantes de vinilo y nos separábamos, al menos un metro, en las filas. Algunos periodistas se percataban de los peligros que entrañaba utilizar el ascensor de casa y narraban sus experiencias de primera mano cuando compraban el pan. Otros, más aguerridos, incluso reportajearon viajes en tranvía donde contaban a los que subían y bajaban de los vagones.

Me impresionó ver a los militares armados patrullando por la calle y a la policía en coches con altavoces aconsejando a la gente que no saliera de casa. Escuché en la radio a un médico cubano que decía que “la solidaridad no es dar lo que te sobra sino compartir lo que tienes”.

Aún no había terminado marzo y llegaban las noticias de amigos que se habían contagiado de coronavirus. El último día del mes nevó por la noche. Un WhatsApp anunció la muerte de un amigo. El New York Times dedicó un artículo a los que no podían permitirse la cuarentena y se veían obligados a ir a trabajar en metro. Antes de la pandemia, viajaban cinco millones en el metro de Nueva York. Desde que empezó la pandemia, la cifra de viajeros había bajado a un millón. Un artículo del Guardian consideraba que cada vez es menos descabellado pensar que Amazon, la tienda que vende de todo, pasará a ser la única tienda. La Comunidad de Madrid reconocía que no sabía dónde estaban los aviones chinos con el material sanitario que había comprado…

En 15 días pasaron muchas cosas. Nuestras vidas cambiaron y lo aceptamos con la resignación de quien no puede hacer otra cosa. Nos pegamos a las pantallas de la tele y de los ordenadores y teléfonos. En las primeras semanas, intenté hablar por teléfono todos los días al menos con un familiar o un amigo. Buscar algo para ver en Netflix se convirtió en una actividad diaria como leer los periódicos. Los libros se caían de las manos y continuaban con el marcador en la misma página.

Aprendimos a practicar el aislamiento social. Desde que se inició el confinamiento hasta que tomé un cortado en un bar pasaron meses. Es difícil vivir aislado porque, salvo los muy entrenados, resulta aburrido: “Como últimamente estamos viendo a poca gente, hablamos menos en casa”, escribía el diarista Iñaki Uriarte, en el epílogo a sus Diarios, años antes de que el virus comenzara a hacer estragos.

En este año de pandemia han fallecido 2,63 millones de personas en todo el planeta. En España, la covid-19 se ha llevado a 72.085. Los gobiernos confiaron en las vacunas para resolver el problema. Mientras tanto, toman medidas como si trabajaran con una goma elástica que se estira cuando las cosas van mejor y vuelve a la posición inicial del confinamiento, en cualquiera de sus formas, cuando la cosa se pone fea.

En Estados Unidos creen que tendrán vacunas para todos sus ciudadanos en el mes de mayo. Biden puso ayer fecha final para salir del túnel: 4 de julio. Ilusiona pensar que en el otoño, nosotros empezaremos a desterrar esta pesadilla. Tocará entonces recomponer el tablero de juego y remendar a los jugadores para volver a la vida normal.

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