El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
El domingo 10, la derecha española siguió adelante con la manifestación prevista. No importa que ya no haya relator, ni siquiera que el Gobierno haya anunciado que se rompen las conversaciones con el Govern sobre la mesa de partidos, el PP y sus aliados, desde Ciudadanos hasta Falange, parecen tener pruebas de que el presidente Sánchez dispone de armas de disolución masiva de España y se han echado al monte. Están alimentando un fuego que no resultará sencillo apagar.
Realmente no debería extrañarnos la deriva incendiaria de la derecha; para los herederos políticos del franquismo, la unidad de España siempre ha sido un instrumento con el que movilizar a la ciudadanía, de hecho, en la manifestación del domingo apareció una sus consignas de la transición: “España una y no cincuenta y una”. ¿Será posible que aún den por bueno otro eslogan de la época: “España antes roja que rota? Aunque el PP no necesita ningún apoyo ideológico para cargar contra el gobierno de turno, tiene llena la reserva de descalificaciones, insultos y mentiras, de las que echar mano a cualquier hora, y a cero el depósito de ética política.
Ya lo hizo Rajoy con Rodríguez Zapatero, al que acusó de traicionar a los asesinados por ETA (otra vez la traición, qué perra han cogido) y de haber “vendido” Navarra al independentismo vasco. Como bien sabemos, el diálogo contribuyó al fin de la organización terrorista, Navarra no fue moneda de cambio y todos los españoles vivimos más tranquilos. Eso sí, en su combate contra los que negocian con los independentistas, los populares se han olvidado de Aznar, que tuvo mediadores en su diálogo con ETA, a la que, en plena crisis del síndrome de Estocolmo, llegó a llamar Movimiento Vasco de Liberación.
La estrategia de confrontación de la derecha es preocupante pero lo es más el eco que sus consignas tiene en un sector importante del PSOE. Las intervenciones de González, Guerra y algunos barones como García-Page o Lambán no tienen justificación. Se puede estar en contra de Pedro Sánchez, de la gestión del Gobierno en la cuestión catalana, del relator… incluso se puede creer que “España es una unidad de destino en lo universal”, pero criticar al Gobierno porque: “Aprobar un presupuesto no justifica cesiones que pongan en cuestión la Constitución, la unidad de España, el Estado de derecho ni la decencia”, es dejarse llevar por los prejuicios, es aceptar, sin ninguna prueba, la tesis central de la derecha. ¿Cuándo ha estado en cuestión la unidad de España?
El conflicto catalán está enquistado y no parece el mejor momento para avanzar en su solución, es necesario que se enfríen los ánimos y dejar tiempo para la reflexión. Una parte importante de la sociedad catalana no acepta la estructura territorial actual y la aplicación permanente del artículo 155 de la Constitución no puede ser la solución, es necesario buscar las posibilidades de un nuevo marco de convivencia. Para esto hay que partir de que no hay una sola manera de organizar las sociedades complejas, de que el diálogo es imprescindible -incluyendo relatores, mediadores o lo que sea necesario si ayuda a entenderse- y de que o nos centramos en las cuestiones concretas y aparcamos la confrontación de identidades o estamos abocados a la confrontación.
La imposibilidad de aprobar los presupuestos nos sitúa en el final de la legislatura y sería una pena que el Gobierno no tuviera tiempo de recuperar, al menos en parte, los derechos y libertades que perdimos en la etapa de Rajoy. Avanzar en el desarrollo de una agenda social relajaría las tensiones (ya vale de “procés”), mejoraría las condiciones de vida de mucha gente y animaría a votar opciones progresistas.
0