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Comienza una legislatura repleta de desafíos. La última pirueta del independentismo catalán, con un insólito pacto a última hora que reta a cualquier lógica política, es la última prueba de fuego a la que nos vamos a enfrentar los representantes públicos. Una cuestión compleja para una legislatura compleja en la que, más que nunca, va a ser necesaria la capacidad de diálogo, de cesión y de madurez política y democrática.
El PSOE está en condiciones de demostrar todas esas capacidades, y liderar el gran cambio reformista que demandó la ciudadanía el pasado 20 de diciembre. Continúan los sectores que interesadamente quieren añadir sobre los socialistas una exagerada carga de presión, y que siguen sin querer oír nuestro no rotundo a un gobierno continuista que consolide su agenda de recortes.
Por este motivo, y respetando los tiempos, el PSOE está en disposición de encabezar un gobierno de cambio que trate de dar respuesta a los numerosos problemas que debemos resolver. Los primeros, y más urgentes, los relacionados con la emergencia social. Una cuestión prioritaria que debería ser motivo inexcusable para que todos los partidos que reclamamos un cambio podamos encontrarnos. Creo que los ciudadanos no perdonarían a nadie que otras líneas rojas impidan encontrarnos en lo urgente. Por eso, no es cuestión de hacer cálculos electoralistas ni jugar a estrategias partidistas porque cada día que pasa es un día perdido en favor de la desigualdad.
Por supuesto, también es necesario abordar con responsabilidad el conflicto abierto en Cataluña, que va a requerir de cordura y sensatez, dos aspectos que hace tiempo que echo en falta en muchas formaciones políticas. El derecho a la autodeterminación no puede ser una línea roja, y me alegra ver que algunos de quienes la propusieron ya la matizan. Solo con diálogo y reformas consensuadas y participadas por todos se podrá encontrar una solución a un problema que existe y que debe ser abordado con gran habilidad política y con rigor. El PSOE también está preparado para ello.
Quien no puede estarlo, desde luego, es quien ha sido parte del problema. Por eso no entiendo bien las voces que reclaman que apoyemos al PP ante la gravedad de la situación en Cataluña. Es un argumento extraño, porque difícilmente quien ha sido parte del problema puede ser la solución. Difícilmente el PSOE puede apoyar el inmovilismo de Rajoy, al partido que llevó el Estatut al Constitucional y la formación que durante muchos años ha demostrado su incapacidad para hacer frente de forma cabal a los delirios nacionalistas de Artur Mas.
Por eso, el argumento de que para solucionar el problema institucional en Cataluña es necesario un Gobierno del PP con el apoyo de todas las fuerzas que rechazamos el referéndum me parece un argumento inconsistente y que no tiene ningún recorrido. Un Gobierno de Rajoy –o de cualquier otro dirigente del PP—solo serviría para profundizar en el problema. En este, y en todos los demás. También en el económico, por mucho que ahora rescaten el argumento de que un Gobierno distinto al del PP podría provocar nuevas turbulencias financieras.
Solo hay una opción posible para cambiar cuatro años de políticas antisociales. Y esa opción pasa por la unión de la izquierda con una agenda social que es imprescindible empezar a poner en marcha.
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