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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

PP y Convergència, socios a la fuerza

Junts pel Sí.

Susana Sumelzo Jordán

Diputada por Zaragoza en el Congreso de los Diputados —

Es obvio que la sombra de una posible declaración unilateral de independencia sobrevuela estos comicios en el discurso irresponsable de esa delirante candidatura en la que igual cabe un político muy de derechas como Mas que uno de Esquerra como Junqueras o uno de ICV que lidera la lista pero que sabe que nunca será presidente. Y este discurso que no comparto se ha visto alimentado por la cerrazón del PP y la única estrategia que es capaz de manejar: las tesis del miedo y su absoluta incapacidad política para resolver mediante el diálogo cualquier conflicto político. Cataluña vive una grave crisis social y económica por gobiernos irresponsables y, sin embargo, apenas se ha debatido sobre cómo mejorar esa situación.

Nunca en 38 años de democracia estábamos en un situación tan compleja. Lo cual es decir mucho en un país donde por desgracia la construcción de la democracia no ha sido nada fácil. El aislamiento político del PP y su frontal rechazo a buscar soluciones para Cataluña coincide en irresponsabilidad con el discurso visionario de Artur Mas y su partido, Convergència. Ambos han optado desde hace meses por confrontar y buscar elementos de discordia. Se ha hablado mucho de patrias y muy poco de personas. Esta campaña, con la excepción del PSC, está sucediendo algo muy parecido. Se habla mucho de independentismo, pero muy poco de qué modelo se propone para los catalanes: las políticas ultraliberales y de recortes puestas en marcha por CiU –idénticas a las del PP—o políticas justas, de redistribución de la riqueza y de apoyo a los servicios públicos, minados durante la legislatura presidida por Artur Mas.

Durante estos cuatro años de ruido y búsquedas de odios entre catalanes y el resto de españoles, he sido testigo en el Parlamento de la hipócrita alianza entre el PP y CiU (hoy escindida) para sacar adelante algunas de las leyes más perjudiciales de los ciudadanos. Estos dos partidos han sido perfectos socios para castigar a la sociedad con algunas de las iniciativas más duras que nunca antes había aprobado un Parlamento español. Por mucho que hoy nos quieran enfrentar y busquen la irreconciliable relación entre Cataluña y los demás. Su discurso frentista no coincide con su casi sagrado pacto que ha permitido al Gobierno de Mariano Rajoy contar con el apoyo de Convergència en cerca de un 60% de las iniciativas parlamentarias. Alrededor de una veintena de leyes ha contado con el visto bueno de los convergentes, que en muchos casos han enmendado para derechizar proyectos del PP claramente antisociales. CiU ha aplaudido la Ley de Amnistía Fiscal, la de la reforma laboral, la de estabilidad presupuestaria, la de Seguridad Ciudadana o “ley mordaza”, la de control de las Cajas de Ahorros, la de Mutuas o la de Transparencia. En otras ocasiones se han opuesto en Cataluña a una proposición de ley contra la homofobia o se habrían entendido para la reforma electoral que permitiría la elección de alcaldes. Ambos partidos también comparten protagonismo en materia de corrupción, ya que algunos de los casos más escandalosos de la legislatura llevan el nombre y apellidos de ilustres militantes de ambas formaciones. Al parecer, la corrupción tampoco entiende de sentimientos identitarios.

Con esta trayectoria, ¿alguien duda de que son lo mismo? Una derecha rancia y antisocial. Una derecha irresponsable. Una derecha que se necesita. Para perjudicar a los ciudadanos con sus decisiones y para retroalimentarse en su deriva. Rajoy y Mas son el haz y el envés. La cara y la cruz de una moneda oculta en un vaso con el que juegan a modo de trileros. Dos dirigentes con escasa talla política pero cuya falta de liderazgo puede salir bien cara en el futuro. Políticos que se envuelven en una bandera para ocultar su mal gobierno y su nefasta gestión. Políticos que juegan con las emociones y el discurso del miedo. Políticos que no tienen capacidad de dar respuesta política a problemas sociales.

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