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Aunque ya se habla menos de ello, la ruptura de España fue un mantra mil veces repetido la pasada campaña electoral. Con él, tanto el PP, como Ciudadanos y conocidos sectores del PSOE justificaban su rechazo incondicional a cualquier pacto con Podemos.
Pero lamentablemente hace mucho que España volvió a romperse. Hubo unos felices años, iniciada la transición, en los que parecía que los españoles se reconciliaban para formar una nación cohesionada. El tejido social se recomponía y el Estado entero avanzaba con entusiasmo para igualarse a los mas avanzados países europeos, aunque algunos partidos al margen ya nos prevenían de que íbamos por el camino del lobo.
La transición se estancó y la reconciliación fue insincera. De modo que a partir de la segunda legislatura de Aznar, las dos (o las múltiples) Españas se han ido distanciando nuevamente hasta llegar a enfrentarse peligrosamente. La ruptura se ha acentuado con la crisis económica y el conflicto territorial.
La crisis catalana, ha sido un ejemplo modélico de lo que G. Bateson llamó escalada simétrica, que lleva a la escisión. En este tipo de ruptura dos partes de un sistema (sea un grupo, una familia, una tribu, una nación o un orden internacional) adoptan actitudes iguales pero enfrentadas, respondiendo con “más de lo mismo” a cada movimiento del bando opuesto. Como ocurre en una escalada armamentista o cuando dos bandas rivales o dos grupos de hooligans se enfrentan. No es necesario repetir que Rajoy ha sido incapaz de superar esta espiral de oposición simétrica entre el nacionalismo catalán y el español.
Por cierto, también hay escaladas simétricas de amor, pero de esas no tenemos ejemplos políticos recientes. Por el contrario, otra patología de los sistemas, que también fue descrita por Bateson, es la escalada complementaria. Ésta no lleva directamente a la escisión sino que da lugar a un sistema debilitado, enfermo y productor de enfermedad.
En este caso, las dos partes del sistema (digamos dos cónyuges o dos clases sociales) se van situando en posiciones cada vez más desiguales: cuanto más superioridad adopta una de ellas la otra queda en posición más inferior. En la actual encrucijada, cuanto más riqueza y poder acumula una parte de la población, más pobre y débil queda la otra. Si ésta aceptase la posición de subordinación entonces la otra aumentaría sus exigencias, obligándole a mayor subordinación, que provocaría mayores exigencias. La escalada sería continua si ninguna de las partes cambia su respuesta. Es decir, mientras que la superior no renuncie a su ambición o hasta que la inferior pase al enfrentamiento (simetría).
En este último caso, como se ve, las luchas sociales no son la enfermedad sino una demostración y una defensa de la salud del sistema. Pues el aumento de sumisión produce una falsa cohesión y es un lastre para el sistema, que no puede funcionar con eficiencia sobre ella.
En el mundo de las organizaciones, la cohesión del grupo es conocida como “capital social”. Es un capital distinto del monetario y diferente del “capital humano”, si entendemos éste como la la valía de todos los componentes del sistema tomados individualmente. El capital social es un conjunto de objetivos, actitudes y valores compartidos por todos los miembros, los cuales cooperan con entusiasmo por el beneficio de todos. Cuando esta cohesión existe, el espíritu o el entendimiento colectivo hace superfluo multiplicar las reglamentaciones y protocolos formales.
Pero la legislatura de Rajoy no ha tenido como objetivo esta salud del sistema. No extrañará a nadie, pues para las políticas neoliberales el progreso se concreta en la salud de los más ricos (bancos, IBEX. ..), que tienen que competir con sus colegas rusos, chinos y demás del planeta. A ella se sacrifica el bienestar de los más pobres, dado que la solución intentada es la de reducir los costes salariales. ¿Y qué pasa con la cohesión? La suplen o la quieren forzar con la ley mordaza y la dureza policial, ya que ellos consideran peligrosas para el sistema las luchas contra la desigualdad que aquí hemos calificado de saludables.
Sabemos que el caso de España no es singular. En esta escalada del austericidio, el gobierno ha seguido las consignas dictadas por quienes quieren ser considerados como los amos del mundo.
En situaciones semejantes, para evitar la escisión y recomponer la cohesión, el grupo superior suele apelar al enemigo o a un peligro externo. Cualquier cosa puede servir con tal de crear un frente común que vuelva a soldar los dos grupos. La guerra ha sido, con frecuencia, un recurso.
Por su parte, el grupo subordinado tiene una alternativa más saludable: luchar contra la escalada de dominio. En nuestro caso, para que la crisis sea compartida y afrontada por todos. Por paradógico que parezca, el resultado de la lucha por un reparto equitativo de la crisis será el aumento de la cohesión del sistema. Podemos decir que las políticas de izquierda son las únicas que pueden recomponer la perdida unidad de la nación española.
Ya sabemos que estas ideas no son compartidas por los creyentes del neoliberalismo, se hallen dentro del PP, de Ciudadanos o en sectores del PSOE. Y son muchos. De manera que sus políticas generadoras de mayor desigualdad van a seguir teniendo muchos partidarios en el congreso y en el senado, sea quien sea quien gobierne. Y debemos contar con ello y con ellos, pues no se puede recomponer la unidad española ignorando a la mitad de los españoles.
Quizás no podamos avanzar todo lo que deseamos en esta lucha contra la desigualdad creciente. Pero esperamos que se siga adelante, lo que nos acercaría al reconocimiento y a la reconciliación política de las dos Españas, un tema pendiente, del que se habla poco en las campañas electorales, pero que los nuevos partidos podrían hacer más posible.
España volvió a romperse hace años. Se trata ahora de recomponerla una vez más para avanzar haciendo frente a los poderes económicos internacionales que nos asedian. En caso contrario vamos hacia una ruptura más profunda y a convertir España en un país enfermo o paralizado.
Alberto Carreras, participante en GAO (Gentes de Apoyo y Opinión)