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Podemos y el principio de inercia

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Los documentos principales de Podemos para Vistalegre II, el de Pablo Iglesias y el de Íñigo Errejón, tienen un rasgo común: la escasa presencia de los temas relacionados con la corrupción política y las secuelas nefastas sobre la sociedad española. Apenas se habla ya de decencia, de gente decente en la representación política o de un país decente.

¿Qué ha ocurrido? De modo inconsciente, se ha impuesto la idea de que “el espacio simbólico de la corrupción como agregador político ya no existe como tal” (Guillermo Zapata). Esta conclusión errada se basa en una consideración superficial de las pasadas elecciones. Se cree que, como el electorado de hecho ha votado a un partido corrupto como el PP, como ocurrió en las lecciones de junio, los problemas de la corrupción ya no son una fuente de votos, que es lo que debe interesar a Podemos.

Esta manera de analizar la situación a golpe de encuestas o de un análisis superficial de los datos sociológicos, de persistir, acabará llevando Podemos a una trayectoria errática, camino que conduce directamente a la insignificancia.

Entre tanto, el debate en estos momentos previos a Vistalegre II discurre por otros derroteros, que tienen que ver con dos modelos organizativos diferentes: el de Iglesias tiende a ofrecer un partido de corte tradicional con rasgos que recuerdan a los ya desaparecidos o irrelevantes partidos comunistas. En la propuesta de Iglesias se aglutina buena parte de la tradición militante comunista con Monereo como cabeza visible y con el apoyo confesado de Alberto Garzón.

De otro lado, el de Errejón busca un partido capaz de hablar a la sociedad española, no solo a la izquierda, con el fin de ampliar las bases electorales que permitan un día a Podemos llegar al gobierno y a la mayoría en las instituciones, sobre todo el parlamento.

Esta confrontación demuestra una grave realidad: que Podemos ha caminado hacia atrás. Porque Errejón está defendiendo el Podemos que existe desde el principio, mientras que Pablo Iglesias defiende un modelo que ha sido introducido con posterioridad, aunque tal vez estaba desde el principio pero en estado de hibernación.

La propuesta de Iglesias ha sucumbido a la inercia, porque habíamos escuchado una y otra vez decir a Pablo Iglesias que Podemos no se alinea en torno a la dicotomía izquierda/derecha tradicional. Y habíamos escuchados severas críticas de Garzón por esta posición.

La poderosa inercia, una ley válida tanto en el mundo físico como en el mundo social, está reconduciendo a Podemos por los viejos y transitados caminos de la izquierda tradicional, que renuncia de antemano a gobernar porque, para ganar el voto de la mayoría, esa izquierda platónica tendría que renunciar a su programa.

Esa opción, tratar de ganar la mayoría, fue la poderosa ambición con que nació Podemos, que se puede resumir en estas palabras:

“Para cambiar este país no basta con que a la izquierda le encante nuestro programa. No basta con que haya una identificación simbólica con la palabra izquierda y los símbolos de la izquierda. Hace falta una mayoría social que se identifique con tu discurso y con tus propuestas, y en esa mayoría social habrá muchos sectores que digan: lo de la izquierda no forma parte de mi identificación. Y eso es una cosa que de alguna manera hemos demostrado en este año”.

Son palabras de Pablo Iglesias en junio de 2015.

Con independencia de que es Errejón el que sigue manteniendo las ideas originales de Podemos, el problema es que el debate entre estos dos modelos tiene tanta intensidad que prácticamente agota todas las energías y no deja espacio para analizar y plantear las líneas programáticas y de acción política del futuro.

Los dos documentos en liza, el de Errejón y el de Pablo Iglesias, son documentos poco elaborados.

Los dos hablan del “régimen del 78”, hablan de “agenda constituyente”, de la restauración, fórmulas vaporosas o vagas que no pueden formar parte de una propuesta política creíble. Se inventan una “restauración” y hablan de un bloque restaurador de no se sabe qué, pues es evidente que el llamado “régimen del 78” no ha sido eliminado o depuesto para que hablemos de restaurarlo.

Estos documentos demuestran que en Podemos se ha instalado una nebulosa que dificulta los análisis lúcidos y el lenguaje sencillo.

Y aquí viene la corrupción. Es tanta la energía que se consume en las disputas de familias de cara a Vistalegre II que los debates que afectan a la vida política apenas se abordan. Supongo que PP/PSOE estarán encantados con eso del régimen del 78 y de la restauración, verdaderas musarañas de la realidad política presente.

El activismo necesario e inevitable de Podemos durante estos tres años, forzado por los sucesivos procesos electorales, ha podido dejar una huella negativa consistente en creer que se puede seguir montados en el mismo mecanismo activista. ¿Se han programado procesos y métodos de discusión y análisis para la preparación de Vistalegre II? ¿o tal vez no se ha ido más allá de la improvisación continuada?

¿La corrupción y cómo acabar con ella ya no forma parte sustantiva del programa de Podemos? ¿Acaso porque el PP, nido en el que se han incubado los principales sospechosos de corrupción, haya ganado las elecciones la corrupción ha dejado de ser un grave problema de nuestro país?

Podemos debe cambiar tras tres años de existencia, pero no puede perder sus signos de identidad: uno de ellos es el de trabajar por un país decente en el que los corruptos devuelvan lo robado y reciban el castigo que merecen. Para conseguir ambos objetivos es necesario un cambio profundo del cuerpo legislativo, en particular de la ley de enjuiciamiento criminal. ¿Está el grupo parlamentario de Podemos en esta sintonía o más bien anda por otros derroteros? ¿Están los parlamentarios de Podemos preocupados por las absurdas sentencias contra tuiteros mientras los corruptos se van a la calle con leves condenas? ¿Son conscientes de que esta lamentable situación depende de su trabajo en el parlamento y de que desde ya comienzan a ser responsables del desaguisado legislativo de nuestro país, que permite, tolera y facilita la corrupción política?

¿O quizá la poderosa inercia convertirá a los parlamentarios de Podemos en unos parlamentarios tan irresponsables como los que les han precedido?

Me gustaría que todos los parlamentarios de Podemos y ojalá que todo el parlamento tuvieran presente la declaración del presidente del Tribunal Supremo, quien dijo que “la actual Ley de Enjuiciamiento Criminal no da respuesta a la nueva criminalidad que hay que afrontar desde las instituciones, desde la policía y desde la justicia. Una ley de enjuiciamiento criminal que está pensada para el robagallinas, no para el gran defraudador ni para los casos que estamos conociendo de corrupción y de otro tipo”.

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