Uno de cada cuatro menores aragoneses son inmigrantes de segunda generación: “Están llamados a ser nuestro futuro”
Las personas nacidas en Aragón con al menos un progenitor extranjero representan ya más del 6% de la población aragonesa y más del 25% entre la población infantil. Así lo recoge el informe 'La segunda generación de inmigrantes en Aragón', un estudio inédito elaborado por los sociólogos Jacobo Muñoz Comet (UNED) y Albert Arcarons (CIS), que analiza la situación. Este documento, que se encuadra como continuación del primer informe monográfico que la Fundación presentó el pasado año, muestra una doble realidad: por un lado, avances claros en integración educativa y laboral respecto a la primera generación de inmigrantes; por otro, importantes desigualdades materiales que aún persisten, especialmente en la infancia.
Este informe, que se tendría que haber presentado en septiembre, se ha adelantado por “los acontecimientos que ha habido a lo largo de las últimas semanas”, según palabras del presidente de la Fundación, Jorge Villarroya, en referencia al aumento de las declaraciones racistas y xenófobas en medios y por parte de grupos políticos. Pilar de la Vega, patrona de honor de la institución, ha añadido que han publicado este informe para “contrarrestar y poner de manifiesto unos datos que presentan una realidad distinta” ante la polarización de los discursos sobre migraciones.
De la Vega asegura que la segunda generación, que constituye un “volumen muy importante” de niños y de jóvenes “están llamados para ser nuestro futuro, los tenemos que cuidar”. Asegura que, con el paso del tiempo, las personas extranjeras se van “fusionando” con la población de ascendencia nativa y “están conformando una realidad de un Aragón más diverso, cosmopolita, inclusivo e integrador”. Desde el punto de vista demográfico, el informe documenta un crecimiento sostenido y significativo de la población extranjera en Aragón durante las últimas dos décadas. Mientras que la población nativa ha experimentado una ligera disminución desde 2015, la población extranjera ha aumentado en más de un 400%, pasando de representar menos del 4% del total en 2002 al 17,4% en 2024. Las proyecciones oficiales indican que esta tendencia se intensificará en los próximos años, alcanzando un 27,8% en 2039, lo que equivale a más de 400.000 personas en una población total estimada de 1,45 millones. Este crecimiento no ha sido homogéneo: Zaragoza concentra la mayor parte de la inmigración, seguida de Huesca y, en menor medida, Teruel. Además, se observa una creciente proporción de inmigrantes con doble nacionalidad, especialmente procedentes de países latinoamericanos, lo que sugiere una tendencia hacia el arraigo y la integración a largo plazo.
Aragón se mantiene entre las cinco comunidades autónomas con mayor PIB per cápita y registra una renta media por hogar que la sitúa en octava posición nacional. En términos de cohesión social, la región presenta uno de los niveles más bajos de riesgo de pobreza o exclusión social (indicador AROPE), del 20,8% frente al 26,1% del conjunto del país. Estos datos consolidan un escenario de bienestar relativo que refuerza la resiliencia de la población inmigrante. Aún así, el presidente Villarroya ha declarado que: “No podemos obviar las desigualdades persistentes, sobre todo en el plano material. La probabilidad de pobreza o exclusión social (tasa AROPE) en la segunda generación en Aragón es 35 puntos superior a la de los nativos, y en el caso de la infancia, los niños de segunda generación tienen 4,5 veces más riesgo de pobreza monetaria que los niños nativos. Además, los costes relacionados con la vivienda agravan estas desigualdades de forma significativa población aragonesa”.
En el ámbito laboral, la segunda generación de inmigrantes en Aragón presenta una inserción significativamente más favorable que la de la primera generación y mejora incluso algunos indicadores respecto al conjunto del país. Con una tasa de paro del 12,8%, inferior tanto a la media nacional para este grupo (22,3%) como a la registrada en la primera generación en Aragón (18,4%), estos jóvenes acceden en mayor medida a empleos estables y cualificados. Este dato sugiere una mayor adecuación formativa, una mejor comprensión del entorno institucional y una mayor familiaridad con el mercado de trabajo aragonés.
Además, el 33,9% de la segunda generación ocupa puestos de alta cualificación —como profesionales, técnicos y directivos—, superando incluso a la población nativa en la comunidad (32,0%) y duplicando la proporción registrada en la primera generación (8,3%). Su presencia en trabajos manuales no cualificados se reduce notablemente respecto a sus progenitores (del 64,2% al 28,6%), lo que confirma un claro proceso de movilidad ascendente. Este patrón, más acusado en Aragón que en otras comunidades, pone de relieve el valor de la formación adquirida en el sistema educativo español y el papel que desempeña esta generación como puente efectivo hacia una integración social y económica real.
“La segunda generación está haciendo un gran esfuerzo por integrarse y lo está logrando. Pero los datos también nos advierten de que la igualdad de oportunidades no está garantizada. Necesitamos políticas públicas que acompañen este proceso y no retrocedan ante discursos de odio o exclusión”, ha subrayado Pilar de la Vega.
“Este informe confirma lo que muchos intuíamos: Aragón ya no puede pensarse sin la aportación de los hijos e hijas de la inmigración. Su futuro es el nuestro. Y su éxito, un indicador de la salud de nuestra sociedad”, ha afirmado el presidente. En conjunto, los resultados del informe permiten concluir que la segunda generación en Aragón está avanzando hacia una integración educativa y laboral más sólida que la de sus progenitores, pero sin haber alcanzado aún la plena igualdad de oportunidades. “Este proceso de mejora es desigual entre dimensiones y grupos de origen, lo que refuerza la necesidad de adoptar un enfoque inter seccional y territorial en el diseño de políticas públicas. La segunda generación no solo representa el futuro demográfico de Aragón, sino también una oportunidad para construir una sociedad más cohesionada, equitativa y resiliente”, concluye el informe.
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